Así empieza la popular serie Person of Interest: "You are being watched. The government has a secret system: a machine that spies on you every hour of every day...”
El
personaje más importante de la serie no es humano y ni siquiera
visible. Es una computadora que sabe todo de todos, ve todo en todos
lados, relaciona todo. ¿Una ficción?
Los
protagonistas de la serie, Finch y Reese, lo son, sin duda. ¿Pero el
resto, la cuestión de la máquina que ve todo, será ficción? Quizás no.
Es lo que sostiene Bruce Schneier en su artículo Our Internet Surveillance Society de abril 2013: nos dirigimos velozmente hacia un sociedad de vigilancia y de control permanente que ni Orwell imaginó.
Bruce Schneier (1963) es criptógrafo y autor de libros
como Applied Cryptography (1994). Fue fundador de una importante
empresa de seguridad informática, Counterpane, comprada en 2006 por
British Telecom, es miembro del Advisory Board de Electronic Frontier Foundation, escribe en la revista Wired, tiene un blog de seguridad y publica una carta mensual sobre el tema: Crypto-gram.
Vale la pena leer el artículo en su totalidad. Transcribo aquí algunos fragmentos, en traducción libre del inglés:
Voy a comenzar con tres puntos de hecho.
Uno:
algunos de los militares piratas informáticos chinos [...] fueron
identificados porque accedieron a Facebook desde la misma
infraestructura de red que utilizaron para llevar a cabo sus ataques.
Dos:
Héctor Monsegur, uno de los líderes del movimiento de hackers LulzSec,
fue identificado y arrestado el año pasado por el FBI. A pesar de que
practica una buena seguridad informática y que utiliza un servicio de
retransmisión anónima para proteger su identidad, cometió un desliz.
Y
tres: Paula Broadwell, que tuvo un romance con el director de la CIA
David Petraeus, tomó grandes precauciones para ocultar su identidad.
Nunca se conectó a su servicio de correo electrónico anónimo desde su
red doméstica. En cambio utilizó hoteles y redes públicas para enviar
sus mails. El FBI comparó los datos de registro de varios hoteles y
halló que su nombre era el único que aparecía en todos.
Creo
que hay que subrayar esto: uno de los mejores hackers del mundo, los
militares de uno de los ejércitos más poderosos dedicados a la piratería
informática y el director de la agencia de inteligencia de la primera
potencia mundial, fueron cazados porque dejaron, a su pesar, rastros de
su paso por el ciberespacio. Sigue Schneier:
Internet
es un estado de vigilancia. Que lo reconozcamos o no, que nos guste o
no, estamos siendo rastreados todo el tiempo. Google nos sigue, tanto en
sus páginas, como en otras páginas a las que tiene acceso. Facebook
hace lo mismo, e incluso sigue a los no usuarios de Facebook. Apple nos
sigue en nuestros iPhones y iPads. Un reportero utilizó una herramienta
llamada Collusion para hacer un seguimiento de los que lo estaban
siguiendo, y resultó que 105 empresas siguieron su uso de Internet en un
período de 36 horas.
Cada
vez más, lo que hacemos en internet se combina con otros datos que
existen sobre nosotros. Desemascarar la identidad de Broadwell implicó
relacionar su actividad en internet con sus estadías en hoteles. Todo lo
que hacemos hoy implica computadoras, y las computadoras producen
naturalmente información como un subproducto. Todo está ahora siendo
registrado y correlacionado, y varias compañías especializadas en masas
de datos hacen dinero elaborando perfiles íntimos de nuestras vidas con
informaciones provenientes de una variedad de fuentes.
Facebook,
por ejemplo, relaciona tu conducta on-line con tus hábitos de compra
offline. Y aún hay más. Hay datos de localización de tu teléfono
celular, hay un registro de tus movimientos en la TV de circuito
cerrado.
Es
una vigilancia ubicua. Todos nosotros estamos vigilados todo el
tiempo, y esa información se almacena para siempre. Esto es a lo que se
parece un estado de vigilancia, y su eficacia es mayor de lo que nunca
soñó George Orwell.
Esto
ya se parece bastante a la máquina que programó Finch en “Person of
Interest”. ¿Y qué podemos hacer, si queremos hacer algo? Dice Schneier:
Claro,
podemos tratar de evitarlo. Podemos limitar lo que buscamos en Google
desde nuestros iPhones, podemos utilizar navegadores que nos permitan
borrar las cookies. Podemos usar un alias en Facebook. Podemos llevar
nuestros teléfonos móviles apagados y pagar con dinero en efectivo. Pero
cada vez más, nada de eso importa.
Simplemente,
son demasiadas las maneras en que podemos ser rastreados. La Internet,
el correo electrónico, los teléfonos móviles, los navegadores web, las
redes sociales, los motores de búsqueda: se han convertido en
necesidades, y es insensato esperar que la gente se niegue a utilizarlos
sólo porque no les gusta que los espíen, sobre todo desde el momento en
que el tal espionaje se nos oculta deliberadamente, y que hay pocas
alternativas propuestas por empresas que no nos espían.
Si
nosotros, los navegantes del ciberespacio, no podemos hacer nada para
borrar nuestras huellas, ¿lo puede alguien o algo? El mercado, por
ejemplo, ¿propondrá una solución? Schneier nos destruye esa ilusión:
Esto
no lo puede arreglar el libre mercado. Nosotros, los consumidores, no
tenemos ninguna opción. Todas las grandes empresas que nos proveen de
servicios de Internet están interesadas en seguirnos. Visite un sitio
web y es casi seguro que sabrán quién es usted, hay muchas maneras de
ser seguidos sin cookies. Las empresas telefónicas deshacen
rutinariamente la protección de la privacidad de la web. Un experimento
realizado en la Universidad Carnegie Mellon tomó vídeos en tiempo real
de los estudiantes en el campus y fue capaz de identificar un tercio de
ellos, comparando sus rostros con fotos etiquetadas de acceso público de
Facebook.
La conclusión de Schneier se, a mi ver, demasiado pesimista:
Mantener
la privacidad en Internet es casi imposible. Si olvida una sola vez sus
protecciones, o cliquea en el enlace equivocado, o escribe las cosas
mal, y encuentra su nombre conectado permanentemente a cualquier
servicio anónimo que está utilizando. Monsegur se equivocó una vez, y el
FBI lo capturó. Si ni el director de la CIA puede mantener su
privacidad en Internet, nosotros no tenemos ninguna esperanza.
En
el mundo actual, los gobiernos y las empresas están trabajando juntos
para que las cosas sigan así. Los gobiernos están dispuestos a utilizar
los datos que las empresas recogen -- y en ocasiones exigen que recojan
más y que las guarden más tiempo -- para espiarnos. Y las empresas están
dispuestas a comprar los datos de los gobiernos. Juntos, los poderosos
espían a los desprovistos de poder, y no van a ceder sus posiciones
dominantes, mal que les pese a la gente.
Arreglarlo
requiere fuerte voluntad política, pero ellos están tan cebados de
información como las corporaciones. Multas y penitencias no obstante,
nadie agita por mejores leyes de privacidad.
De
modo que estamos hechos. Bienvenidos a un mundo donde Google sabe
exactamente qué clase de pornografía todos ustedes prefieren, y más de
tus intereses que tu propia esposa. Bienvenido a un mundo en el cual tu
compañía de teléfono celular sabe exactamente dónde estás todo el
tiempo. Bienvenido al fin de las conversaciones en privado, porque cada
vez más tus conversaciones se llevan a cabo por el correo electrónico,
los mensajes instantáneos o las redes sociales.
Y
bienvenido a un mundo donde todo esto, y lo demás que haces o se hace
en una computadora, es registrado, relacionado, estudiado y hecho
circular de compañía en compañía sin tu conocimiento o consentimiento;
donde el gobierno accede a él a su antojo y sin orden judicial.
Bienvenido a una internet sin privacidad, y llegamos a esto sin siquiera haberlo peleado.
Pero,
hay que decirlo: Bruce Schneier es de los que la pelea. En su práctica y
en su prédica, junto a otros elaboró, propuso y difundió soluciones,
que sin embargo, como él dice, no son suficientes.
Yo
pienso que la situación todavía no es “orwelliana”. No hay un gobierno
central en posesión de todos los hilos, de todos los datos. No hay una
sola empresa monopólica manejando nuestras computadoras y nuestras
redes. No hay una impotencia total de los ciudadanos e internautas.
Existen asociaciones, como EFF, CDT, EPIC, EDRI, etc, que luchan por los
derechos de los ciudadanos-internautas, que hacen juicios, promueven
leyes, publican instrumentos que sirven para resguardarnos. Existe el
soft libre, el código abierto, el encriptado a disposición de todos, el
TOR, para escapar al control. La situación no es todavía “orwelliana”,
pero es grave. La lucha continúa.
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