Buscar este blog

miércoles, 23 de mayo de 2012

20 de mayo: destrucción del centro político

Escribí un ensayo o reflexión sobre una serie de acontecimientos, ocurridos en los últimos 40 años, que han marcado el centro político uruguayo, a sus líderes y a sus partidos.
En el ensayo defino qué entiendo por “centro político”: son aquellos partidos o tendencias que se mantienen lejos de los extremos autoritarios y apocalípticos; los que no pretenden cambiar la sociedad de golpe y porrazo, con un brusco amanecer de redención y de gloria, empapado de sangre; son los reformistas y democráticos, que a veces son más y a veces son menos, de izquierda.
Sostengo que al centro se le ha puesto sitio desde que tengo memoria política, tanto por la derecha como por la izquierda marxista-leninista, y que esto es lógico, porque es en el centro donde se deciden los comicios.
Creo que los sucesos del 20 de mayo de 1976 constituyen el ataque más radical y sangriento contra el centro. Un ataque mortífero contra su existencia y su autonomía. Los asesinatos de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw son un golpe asestado contra la constitución de un centro izquierda, que incluía también a Wilson Ferreira Aldunate, y que debía preparar el fin de la dictadura y acelerarlo.
Ese hecho, y otros que lo enmarcan, antes y después, tales como el fraude a Wilson Ferreira en 1971, el pacto del Club Naval y el desvío de Hugo Batalla, es lo que analizo en el ensayo.

En él manifiesto, además, mi convicción de que el cambio, en el sentido de la modernización y la integración social de nuestro país, necesita un gobierno, o más gobiernos, de centro izquierda.
Tapa de Guambia del 9 de mayo 2012, por Tata Alcuri.
La reflexión (de 10 páginas solamente) se puede leer en Cosas de la Vida, o bajar en pdf (98,3 KB) aquí.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Cerrar la fábrica de delincuentes

Hay una emergencia nacional de violencia y de rapiña.

Si algo puede demostrar la intensidad de la alarma pública es la presencia en una plaza, al mismo tiempo y por el mismo motivo, de dirigentes sindicales y políticos de distintos partidos, y hasta de la esposa del ministro del interior, diputada del partido de gobierno.

Una gota que desborda el vaso, después de tantos asaltos y disparos a quemarropa sin motivo, de ejecuciones a mansalva, de asesinatos por dos pesos. Una gota, de sangre de un padre de cinco hijos.

La alarma se justifica, pero no parece haber solución milagrosa y drástica para un fenómeno que brota de una profundidad histórica, que tiene raíces en largos años de dar la espalda a problemas que ulceran.

Y no estoy pensando ni en la injusticia social ni las pocas oportunidades que se abren a los jóvenes por el retraso en el desarrollo de las instituciones educativas. Que también, por supuesto, son parte importante del problema. Las instituciones del Estado, higiene, seguridad, educación, salud, deberían llegar a todos y a todas partes, pero no llegan. La desigual distribución del ingreso, en aumento, se refleja en una muy desigual distribución de los beneficios del progreso.

Pienso sobre todo en las cárceles.

Pienso en el código penal aberrante que ignora la presunción de inocencia y atiborra los centros de detención a troche y moche, amontonando gente de todos los horizontes delictivos en mazmorras indignas, verdaderas fábricas de delincuentes.

Eso es lo que son nuestras cárceles: fábricas de delincuentes.
E incluyo, obviamente, los centros de detención para menores, que pueden catalogarse como cámaras de tortura. Está dicho negro sobre blanco en informes internacionales, no estoy revelando nada.


La educación, la acción social en barrios desfavorecidos, la ayuda a muchachos de familias desintegradas, etc., son acciones importantes con efecto a largo plazo. Emprendimientos del tipo "efecto Medellín", como el del Complejo Cultural "Sacude", en Manga, Casavalle y Villa Española, que no se pueden abandonar, al contrario, que hay que multiplicar.

"Hay que tirar para que te respeten"
Pero es indispensable y urgente cambiar las cárceles, porque son atentatorias de los derechos humanos de los detenidos y porque son fábricas de delincuentes, incubadoras de violencia.
Allí, el que entra por un homicidio está mejor visto que el simple ladrón, y cuantos más haya matado, mejor es. "Hay que tirar para que te respeten", dijo el muchacho que mató al planchero de La Pasiva. Es un mundo de anti-valores, de la negación de la vida productiva en sociedad, un universo de excluidos, que hemos creado y que estamos manteniendo.

Restablecer la presunción de inocencia
Hay que terminar con el procesamiento con prisión injustificado que se practica hoy, decidido en el desconocimiento de la presunción de inocencia, y según la pena que correspondería en caso de verificarse la culpa del reo. A prisión habría que enviar solamente a aquellos que sean peligrosos, que podrían corromper las pruebas o comprometer a los testigos; si no, que queden libres hasta que culmine el proceso. Como se hace en otros países, que no son paraísos de delincuentes.

Habilitar centros de detención diferenciados y decentes (además de seguros), quiere decir escalonados según el tipo de delito y la carrera delictiva, con profundidad de penas, donde nadie, jamás, "esté jugado", que siempre tenga algo que perder con una nueva violencia.


Y cambiar el código penal.


YA
Eso puede hacerse sin esperar una o dos generaciones. Eso puede y debe hacerse rápido, drásticamente, como se usa decir ahora.

martes, 8 de mayo de 2012

El Revisionismo Histórico y la negación de Montevideo

Un artículo de La Diaria del 24 de febrero de 2011, "Todos contra el liberal", informa que el gobierno argentino creó, por decreto presidencial, el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, a fines de 2011. El mismo artículo informa que varios intelectuales argentinos criticaron la iniciativa, por ejemplo Beatriz Sarlo.

Es inquietante que el revisionismo histórico sea la doctrina oficial del actual gobierno argentino.
Porque es la reivindicación de Rosas y del rosismo, y el rosismo es la negación de la independencia uruguaya y la voluntad de anexión de nuestro país a la Argentina. Convertido en doctrina oficial del actual gobierno argentino explica muchas de sus actitudes hostiles y presagia otras. El rosismo es también una política de expansión territorial, que no excluye al Paraguay.

Ese estado de ánimo, o actitud política, no es exclusiva de la tradición federal rosista o del revisionismo histórico. La Doctrina Zeballos, llamada así por haber sido formulada por el canciller argentino Estanislao Zeballos -- personalidad de militancia mitrista, al frente de la diplomacia argentina bajo las presidencias de Juárez Celman, de Carlos Pellegrini y más tarde de Figueroa Alcorta -- sostenía que las aguas territoriales argentinas en el Río de la Plata llegaban hasta las playas uruguayas, por eso también es llamada doctrina de la “costa seca”. Toda una historia de incidentes militares y diplomáticos que se superó con el Tratado del Río de la Plata, vigente hasta hoy. Pero los conflictos y los encontronazos siguen, baste recordar la pulseada de las pasteras y la del dragado del canal Martín García.

El revisionismo histórico es inquietante en la cabeza argentina, pero coherente.

El revisionismo histórico en la cabeza oriental
En cambio, lo que causa zozobra, por lo incongruente, es el revisionismo en la cabeza oriental. De nuestro lado del río-ancho-como-mar son numerosas las corrientes políticas que convergen a esas posiciones, (socialistas, blancos, tupamaros), manteniendo un soberanismo y un nacionalismo de fachada. Este es una combinación imposible de negación del país -- de su independencia, de su personalidad, de su derecho a la existencia independiente -- con el nacionalismo radical. Todo bajo cubierta de anti-imperialismo, de un imperialismo lejano, norteamericano o inglés. De hecho, es nacionalismo argentino vestido por uruguayos. Entienden la “liberación nacional” como lo hacían los 33 Orientales: convertirnos en una provincia argentina; no en un estado soberano confederado, como quería Artigas (y fue rechazado por la otra orilla), sino federado como una provincia más.

Varios prejuicios difundidos y arraigados entre nosotros llevan agua al mismo molino. Dicen que la República Oriental es un invento inglés, que Artigas no la quiso, que los 33 querían otra cosa; se da por supuesto que somos un "estado tapón", etc. Ideas crecidas en la falsedad a partir de una pequeña semilla de verdad. Estos prejuicios tienen curso en la sociedad uruguaya como si fueran evidencias, como lo muestran los humoristas y las letras de las murgas. Ir contra ellos es como decir que la Tierra es redonda, cuando todos creen que es plana.

Por supuesto, Carlos Real de Azúa es uno de los iniciadores de esta corriente, pero en su caso luchaba contra un dogma de signo contrario, una monolítica afirmación de premonición nacional desde los inicios, cuando en realidad fue el producto de una serie de conflictos y de una lenta maduración.

¿Artigas no la quería?
En el libro de Arturo Ardao "Artigas y la Confedaración", recientemente reeditado por Fin de Siglo (2011), el autor se pregunta: en las Instrucciones del Año XIII, ¿Artigas propugna una Federación o una Confederación? Ardao ilustra los dos conceptos y analiza los textos y la tradición en la materia, concluyendo por la Confederación. Los referentes (tanto para Ardao como para Artigas) son las constituciones estadounidenses de 1777 (que establece una Confederación) y la de 1787 (que constituye la Federación que dura hasta hoy). Ardao, a través de su lectura de los documentos artiguistas, calibra con precisión el tipo de relación que Artigas quería que el estado oriental tuviera con las otras provincias del antiguo virreinato, y demuestra que es la de confederación como estado soberano. Además, en patentes de corso emitidas por el Protector, se habla de "República Oriental". ¿Por qué se persiste en ignorar este hecho?

¿Somos un invento inglés?
Sobre la afirmación de que somos “un invento inglés” ya escribí en otro momento una entrada del blog (“¿Somos un invento inglés?”) refutando esa idea. En cuanto a los 33, en efecto, la declaración de “independencia” del 25 de agosto de 1825 nos proclama provincia argentina. Hay que saber que esa expedición fue apoyada y financiada por Juan Manuel de Rosas y que los 33 no eran todos orientales. Había un partido (en el sentido amplio) de orientales que miraban con buenos ojos la anexión de la Banda Oriental a la Argentina, de los cuales Manuel Oribe formaba parte, como lo muestra toda su trayectoria.

La negación de Montevideo.
Además de falsificar el sentido histórico del artiguismo (que era confederacionista y no federacionista), el revisionismo se empeña en ignorar el peso y la voluntad de autonomía de la ciudad de Montevideo, que la tuvo desde sus primeros balbuceos, y que fueron resistidos por las autoridades porteñas, tanto coloniales como independientes. Zabala pospuso cuánto pudo la fundación de esta ciudad, que la Corona exigía para resistir al avance portugués.
La negación de Montevideo es una constante del revisionismo histórico en su versión oriental. Se le achacan todos los defectos y culpas, que Montevideo por cierto tuvo: monopolio de la trata de negros, contrabando, oportunismo, baluarte de la Corona, primero, tibieza con Artigas después, hasta recibir bajo palio a Lecor. Todo eso, al mismo tiempo, traza su perfil burgués de ciudad-estado y revela su gran autonomía y personalidad. Cosa que siermpre molestó a su archirival Buenos Aires, que veía crecer una competidora peligrosa.

Mi pasado me condena
Se condena el pasado de Montevideo, y con eso se liquida el tema. Pero el tema es que en Montevideo reside la fuerza dinámica que transforma este territorio llamado Banda Oriental. Como dice Ana Ribeiro en su libro “Montevideo, la malbienquerida”, (Planeta 1996): “Montevideo condensa al país y a la identidad nacional.” (pág. 12)
Montevideo, que Zabala no quería fundar y se vio obligado por la Corona. Montevideo que logró sobrevivir en el medio hostil, apretado por sus murallas en un espacio demasiado reducido, menor que el que se había deseado inicialmente.
Montevideo, eterna rival de Buenos Aires, que no descansa en su intento de anularla.
Montevideo es la Banda Oriental, que sin ella sería un territorio vacío, dispuesto para la expansión de los negocios porteños o brasileños. Y es que la ciudad tiene (siempre tuvo) sus propios negocios, sus propias clases de comerciantes, abogados, banqueros, contrabandistas, etc.
No existen solamente los paisanos y los pueblos del interior, tanto hoy como en la época primera, existe Montevideo. Es la ciudad que resistió (heroicamente, ¡sí!) el Sitio Grande, hasta hoy el intento más consecuente para someterla y aniquilarla.

El Uruguay existe gracias a un tejido de Tratados internacionales
En la óptica revisionista es pecado buscar apoyos exteriores en nuestros conflictos con Argentina, como si fuéramos una provincia más de ese país. No le perdonan (los revisionistas porteños y orientales) a Tabaré Vázquez haber resistido la presión argentina contra las pasteras, buscando apoyos en quién pudiera darlos.

Sin Montevideo no se explica Uruguay, y sin ella es fácil quitarle sentido y reducirlo a cero. La negación de Montevideo va de par con la del derecho a la existencia del Estado Oriental independiente.