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lunes, 30 de septiembre de 2013

El Panopticón electrónico

En el siglo XVIII, el filósofo Jeremy Bentham ideó un edificio penitenciario, una cárcel, que llamó el Panopticón, una estructura que debía permitir a los guardias ver a todos los reclusos, todo el tiempo, sin ser visto por ellos y sin que ellos supieran cuando estaban siendo observados. Aunque nunca fue construido, el concepto influyó en el diseño de varios centros penitenciarios sembrados por el mundo.
Naturalmente, se trataba de vigilar a gente condenada a penas de prisión, privada de libertad, recluida en un recinto y que no era libre de desplazarse adonde quisiera.

Hoy las cosas se han acelerado y cambian vertiginosamente.
Por obra de los dispositivos electrónicos que utilizamos -- teléfonos celulares, tabletas, computadoras conectadas a la red -- y a las cámaras que instalan y mantienen los organismos de vigilancia, estamos siendo observados siempre, sin darnos cuenta y con nuestra total colaboración. Los datos que generan nuestras actividades alimentan inmensas bases de datos, y pueden conservarse mucho tiempo.
Vivimos en un inmenso panopticón electrónico, donde se nos vigila y se nos sigue, sin que hayamos cometido ningún delito, sin que hayamos sido juzgados, sin siquiera ser acusados de nada. Todo se hace preventivamente. Eso significa que, por el hecho de existir, somos sospechosos, somos tratados como criminales y terroristas en potencia.
Hoy es más fácil leer mis mensajes electrónicos que robarme mi cuaderno.
Vivimos en la condición del vigilado en permanencia -- en lo que respecta a nuestra proyección en la ciberesfera, en el espacio de las comunicaciones, los diálogos y la creación en los aparatos electrónicos conectados a la red.

Edward Snowden y Chelsea (que conocimos como Bradley) Manning, hasta cierto punto, han invertido la situación.
Los documentos que salen a luz gracias a ellos, revelan las operaciones de los grandes aparatos estadounidenses, lo que no quiere decir que otros estados no hagan lo mismo, o por lo menos lo intenten.
Ahora los que están desnudos son ellos, es bueno, para cambiar un poco.

Lecturas:
La gran mayoría de los artículos originales en este tema están en inglés.
Consejos de Bruce Schneier para protegerse del espionaje sobre nuestras comunicaciones: https://www.schneier.com/crypto-gram-1309.html#7
Es útil leer The Guardian, sobre los documentos de la NSA: http://www.theguardian.com/world/the-nsa-files
Las cartas mensuales de Bruce Schneier contienen numerosos artículos interesantes sobre este tema, especialmente las últimas: https://www.schneier.com/crypto-gram-1309.html
Recomiendo el artículo donde Schneier sostiene que la NSA “confiscó” la red:
Sobre “Vigilar y castigar”, el libro de Foucault, en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Vigilar_y_castigar
El Panopticón, en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Pan%C3%B3ptico

Canalda y los siete pecados capitales de la izquierda

La contribución de Edmundo Canalda en Voces del 29 de agosto último es excepcional por su franqueza. Analiza el presente de los sobrevivientes del sesentismo y hace la lista de los “7 pecados capitales” ideológicos de la izquierda. Estos siete van con glosa:

Primer pecado: “El imperio norteamericano es nuestro principal enemigo”. Canalda recuerda la realidad del mundo multipolar y el debilitamiento relativo de los EE.UU.. Yo, por mi parte, quiero agregar que pienso que una izquierda centrada en la “liberación nacional” del “imperialismo” le erra completamente al blanco. Somos un país libre, pero débil, independiente políticamente y dependiente de mil cosas y poderes que están fuera de nuestro control. Debemos hacer equilibrio entre las alianzas y las asociaciones, apostar a la diplomacia, buscando nuestro lugar en un mundo donde lo que podemos hacer valer no es la fuerza militar, sino la materia gris y nuestra cohesión interna. Si no tenemos enemigo principal, tampoco tenemos ningún apoyo incondicional.

Segundo pecado: “Cuba nos muestra el camino”. “Cuba es una dictadura del PCC, el Ejército y de la dinastía Castro”, dice Canalda. Yo agrego: el camino que nos muestra es el del diván del psicoanalista, para tratar de superar el trauma juvenil que el deslumbre con la Revolución Cubana nos produjo a los veinte años. Es hora que nos separemos de esa ilusión y hagamos frente a la realidad: la Revolución Cubana no es ni el camino ni la meta.

Siguen los “pecados” tercero, cuarto y quinto: “la propiedad estatal es garantía del avance socialista”, “la cuestión es el asalto del poder” y “la democracia es un medio”, a los cuales no necesito agregar nada.

Luego viene el sexto: “la educación no debe servir para formar fuerza de trabajo para el sistema”, pecado oculto, pero latente en la izquierda, que no abraza de corazón la tarea de construir un país que se destaque por el valor agregado tecnológico y científico. Yo pienso que esta idea -- o pecado ideológico -- está muy unida con la de la “liberación nacional”, considerada como norte de la izquierda. Creo que más que liberarnos, necesitamos mantenernos a flote, seguir en el movimiento de un mundo donde la materia gris es cada vez más importante, donde cada vez hay menos trabajo no calificado, donde cada vez es más necesario dominar varios idiomas, tener acceso a las nuevas tecnologías, etc.

El séptimo y último pecado capital de la izquierda es la idea de que “la riqueza ya existe, hay que repartirla mejor”. Bien, como sugiere Canalda, seguro, hay gente, niños, a quienes falta un plato de comida, y hay que dárselo. Pero Canalda señala con razón que “lo que es erróneo es inducir la idea de riqueza inagotable a la cual se puede recurrir por la mera voluntad de un gobierno. Por el contrario, hay que mostrar una y mil veces que la riqueza se genera, en la actualidad, con trabajo inteligente y que, por lo tanto, estudiar, formarse, investigar, es imprescindible para aumentarla.” Además, a mí, la idea misma de “distribución de la riqueza” me parece corta y desviada. Deja pensar que la cuestión es de dinero, de poder de compra, y no es así. Es sobre todo un problema de cómo se gasta, de cómo se organiza, en qué se invierte. En lo que respecta al gasto, su orientación debe ser hacia la integración social, hacia la igualdad de oportunidades, hacia la disolución de las exclusiones. La expresión “repartir la riqueza” es destructiva, evoca el descuartizamiento de una res o el saqueo de un supermercado por un motín de pobres. El planteo debe ser muy distinto, plantearse cómo producir más riqueza, por un lado, y por otro cómo el Estado tiene que obrar para que haya más igualdad de oportunidades y más integración social, lo que incluye salud y educación, obviamente.

Tanto hablamos de “actualización ideológica” y de “debate plural” y nunca llegamos a mirar de frente a la bestia que hay que matar. Esto es lo que hace Canalda con coraje, y por eso vale la pena mencionarlo. Queda mucho por hacer, pero es un comienzo.


El artículo completo de Edmundo Canalda en VOCES n. 400 del 29 de agosto 2013, pág. 7, titulado “Esperando al izquierdista nuevo (y confesando 7 pecados capitales)” se puede leer en:
http://www.voces.com.uy/ediciones/2013/archivos/voces400.pdf

viernes, 27 de septiembre de 2013

Utopías férreas

[Reflexiones ante el discurso de Irma Leites en el programa “En la mira”, de Gabriel Pereira, el 26 de setiembre 2013.]

Uruguay es una república democrática, soberana, libre e independiente. Pero eso no impide a Fernández Huidobro hablar de “Liberación Nacional” ni a Irma Leites decir que es una dictadura de clase. No se puede hablar, intercambiar ideas, discutir ni polemizar con alguien que niega las evidencias más palpables. La sociedad uruguaya es pacífica, la violencia existe y es delito. Eso no impide a Irma Leites decir que la violencia es la base de la sociedad y transformar ese concepto abstracto en una piedra que vuela y rompe un vidrio.

El discurso de Irma está blindado. Vive en una fortaleza con gruesos muros que lo protegen de los procesos sociales del mundo, de la historia tal como se desarrolla, del pasado y del presente. Es muy difícil discutir con Irma, porque crea fantasmas que luego hace hablar, como el de la base violenta de la sociedad.

Intentamos entender la revolución social que propone Irma Leites. Cualquier desigualdad tiene que ser eliminada. Es la nivelación de la aplanadora. Toda desigualdad es violencia y justifica la violencia. La propiedad es violencia. A esa altura nos preguntamos: ¿qué Derechos Humanos defiende Irma? Salen a la calle a denunciar a los violadores de los DDHH, como lo son los torturadores y los desaparecedores de personas. Pero ¿estamos hablando de lo mismo? ¿Se trata de los derechos consagrados en las declaraciones universales y hechas ley por la República?

Si pensamos como en los Sesenta, si no hemos cambiado, como pretende Irma, esas libertades y esos derechos que decimos defender son “burgueses”, pues así los calificábamos entonces. ¿Salimos a escrachar a los violadores de los derechos humanos de la burguesía? Cuando lo que conduce todo es la “lucha de clases” -- se entiende proletariado contra burguesía -- ¿cómo levantar el estandarte de unos DDHH que se ponen por encima de las clases?

Sospecho que la “defensa de los DDHH” es una táctica de Irma. Un modo de desarrollar su lucha revolucionaria. Que no le importan los DDHH, sino hacer surgir la “justa violencia” de los oprimidos contra la burguesía y sus esbirros, como se decía.

La sociedad de la aplanadora, el socialismo que quiere Irma, es represiva y retrógrada. Se necesita un pueblo que no quiera comerciar, emprender, asociarse con fines de lucro, discrepar, discutir, hacer política, viajar, consumir cosas nuevas. Un pueblo así se crea con castigos, vigilancia, policía y partido único. Una utopía férrea.

Una utopía con antecedentes


Marx confiaba en la historia. El creía que la historia, es decir, el desarrollo espontáneo de la sociedad, conducía a un régimen comunista, a una vida colectiva en la cual el trabajo sería todo “trabajo necesario”, para la reproducción ampliada. Analizó la economía de la sociedad de su época y elaboró el concepto de “capitalismo”; así llamó a la sociedad en la cual el trabajo excedente se extrae bajo la forma de plusvalía.

Lenin, rompiendo con la tradición marxista de esperar que la historia produjera sus frutos, propuso, como también lo hicieron los anarquistas antes que él, que se ayudara a la historia con la organización y la voluntad de los revolucionarios, aquellos que querían hacer de “parteros” de la nueva sociedad.

En el concepto de Lenin, el “viejo” pueblo no servía para la nueva sociedad, porque estaba empapado de los vicios de la sociedad capitalista y pre-capitalista. Los heraldos y parteros del cambio debían vigilar, corregir y castigar, para eliminar los brotes de burguesía que contaminaban la construcción de la sociedad socialista y comunista del futuro. Así nacieron la Loubianka, el Gulag, la Cheka, el KGB, y las otras cosas siniestras que ya sabemos.

Los marxistas a la vieja usanza se opusieron. Lo hicieron tanto los socialdemócratas, marxistas que sostenían que no se podía violentar a la historia, como también revolucionarios estilo Rosa Luxemburgo que advertían contra la deriva autoritaria y represiva de un tal régimen, que calificaron de dictadura SOBRE el proletariado. Se opusieron, pero fueron barridos, perseguidos, ejecutados, por unos o por otros. Fueron luchas cruentas. El marxismo leninista y el maoísmo lo consideran natural. Mao dice algo así: “Hacer la revolución no es como escribir un poema”. Es un terrible eufemismo.

Aunque el análisis de Marx de las relaciones económicas de su época es preclaro y todavía válido en algunos aspectos, la historia siguió otro rumbo. La historia no solo esquivó las predicciones de Marx, también derrotó a Lenin y a Mao. Estos dos últimos fundaron grandes imperios, pero en absoluto construyeron una sociedad más justa. Si algún régimen puede ser calificado de “capitalismo depredador”, es el que impera hoy en China.

La sociedad de la aplanadora que anhela Irma Leites no se construyó en ningún lado. La característica común de TODOS los “experimentos” socialistas es el surgimiento de una nueva clase de administradores y dirigentes colmados de privilegios y prebendas, hereditaria, viviendo de la plusvalía del capitalismo de estado, que es lo que ese “socialismo” realmente es. El que maneja la aplanadora va fumando y tomando mate.