Se acerca el momento de tomar una decisión. Se dice que un voto no pesa gran cosa y que no cambia nada. Creo que no es así, que es una ocasión de influir con ese voto en el curso de los acontecimientos.
Todos los sondeos pronostican que las del 26 de octubre 2014 serán elecciones parlamentarias, en las cuales se elegirán diputados, senadores y ... los contendientes del balotaje presidencial.
Las ideas y las prácticas que yo estimo de izquierda -- tal como yo entiendo que debe ser -- no están encarnadas en ningún partido ni en ningún grupo o fracción, o bien lo están de manera muy parcial. Sin embargo, todo sumado, en la primera vuelta de las elecciones, el 26 de octubre, me inclino por poner mi voto por el Frente Líber Seregni, en mérito a sus ideas sobre la conducción de la economía y de las reformas democráticas.
Pero hay algo más, y muy importante, en juego: la reforma constitucional regresiva y bárbara, propuesta por Bordaberry (y apoyada por Lacalle Pou), de bajar la edad de imputabilidad de los menores infractores. Para ser aprobada necesita más del 50% de los votos emitidos.
NO a la Baja
Hay que mirar más allá del texto para ver por qué camino quieren llevarnos aquellos que proponen esta reforma. Dicen, sin vergüenza, que quieren proteger la seguridad de los ciudadanos que pagan impuestos. Que quieren encerrar a los infractores para enseñarles a respetar la sociedad.
No entienden que los infractores también son parte de la sociedad, y que se trata de enseñarles a respetarse a sí mismos, y de hacer que eso valga la pena.
La “sociedad”, para la gente que propone la reforma, es una clase y un grupo de edad.
Para entender las intenciones que abriga esta propuesta de la Baja, podemos mirar a otros países que tratan a los menores como mayores, para ciertos delitos.
EE.UU. es uno, donde los menores homicidas son tratados como mayores. Hay menores que tienen 12 años condenados a cadena perpetua (!). A una niña de 5 años, que había apuntado a un compañerito con un lápiz y gritado ¡bum!, le hicieron firmar un contrato donde se comprometía a no matar ni suicidarse. Un contrato sin validez, que escandalizó a padres y familiares, pero que muestra una mentalidad.
Es la mentalidad de la gente encerrada en relaciones mercantiles, que no se relaciona con los demás sino a través del mercado. La sociedad no es solamente el mercado. Para contener a la deriva criminal hay que recurrir a las relaciones entre humanos, no al arsenal represivo, cárceles, calabozos, machetes, submarinos y cuelgues. No cabe duda que Bordaberry se educó en una mentalidad represiva, esta propuesta no reniega de sus orígenes.
La histeria represiva, el miedo, la desconfianza, la criminalización de un sector de la población, los menores, que serán sometidos a leyes especiales, sólo lleva a más represión, a más cárcel, a más violencia. Cada vez seremos más una sociedad de viejos que encierran a los jóvenes.
La delincuencia infanto-juvenil es un problema de la integracioń social. Hay una fractura afectiva en la sociedad, una parte siente a la otra como enemiga, de cada lado se ve al otro como una amenaza, unos roban y matan, otros meten en prisión.
Esta reforma es un mensaje equivocado, es una declaración de guerra contra los niños y los jóvenes, no uno de reconciliación e integración.
Ya existen prisiones y leyes. Quizás sea necesario hacer ajustes, sin duda lo es, tanto en las leyes como en las medidas cautelares, pero sobre todo es necesario mucho más desarrollo de las acciones tendientes a restaurar la integración social mediante las relaciones humanas. Hay que proteger a ese sector de la infancia que deriva hacia la delincuencia proponiéndole otros caminos, ya sea en el saber, en el deporte o en las profesiones. Esto, no solo en las cárceles y los centros de detención, donde hay que eliminar el hacinamiento e introducir el estudio y el juego, sino especialmente en las escuelas de todos los niveles. Y esto hay que hacerlo realmente, a fondo y por todos lados, no bastan las buenas intenciones ni los comienzos.
En todo caso, lo que NO se necesita es una reforma constitucional, un cambio que contamina nuestra Ley Fundamental con las pesadillas persecutorias y los delirios represivos de los pitucos de Carrasco.
Para votar NO. ¡Cuidado al votar!
Hay que saber que CUALQUIER VOTO, QUE NO CONTENGA LA PAPELETA DE LA BAJA, ES UN NO. Fíjense que su sobre no contenga la papeleta de la Baja, deslizada por algún zelote.
[Es un corrección del post anterior: consultada la Constitución, resulta que la adopción de la reforma requiere mayoría de votos emitidos, es decir, incluidos los anulados].