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sábado, 29 de abril de 2017

Emmanuel Macron y la insurgencia del centro político

La primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas puso en el primer lugar a un centrista, Emmanuel Macron, con 24,01% de los votos, en una elección con alta tasa de participación: votó el 77,77% de los inscritos (el voto en Francia no es obligatorio).

La alegría y el optimismo que sentí en un primer momento se enfriaron en cuanto miré el resultado en la perspectiva de la segunda vuelta.

En el total suman más del 40% los votos emitidos a favor de las opciones extremas (Marine Le Pen 21,30% + Jean Luc Mélenchon 19,58%), y si sumamos a los que proponen abandonar la Unión Europea invocando un "soberanismo" rabioso, llegamos casi al 50%. Ellos incluyen a los mencionados Mélenchon y Le Pen, más la mayoría de los candidatos minoritarios.

Si alguien duda de que lo que llamo "opciones extremas" lo sean, fíjense: Marine Le Pen propone restablecer las fronteras (denunciar el tratado de Schengen), volver al franco y aplicar la "preferencia nacional" en empleos y beneficios sociales, y su partido es el refugio de la xenofobia, el negacionismo y la resistencia a los avances sociales; Mélenchon, por su parte, propone abandonar la UE en favor del ALBA, la alianza bolivariana de las Américas, un delirio basado en las fronteras que supuestamente tiene Francia con Brasil en la Guayana, y en la presencia en el Caribe de las islas francesas Guadalupe y Martinica, todos vestigios del imperio colonial francés.
Sí, y esas opciones extremas reunieron, sumadas, más del 40% de los votos.

El camino de Macron hacia la mayoría en la segunda vuelta pasa por conquistar una buena parte de los votos que en la primera fueron a François Fillon (derecha, conservador), Benoit Hamon (socialista), Jean-Luc Mélenchon (ultra izquierda), etc, todos más o menos incompatibles con su programa liberal social de centro. Los que votaron a esos candidatos por algo lo hicieron, ahora deberán reflexionar y elegir entre el populismo nacionalista de derecha y el sobrio programa centrista, que no resuelve rencores ni evoca revanchas. Y la abstención también es un gran enemigo de Emmanuel Macron.

La mayoría en la segunda vuelta es un milagro que una candidatura de centro puede operar, cosa que sería imposible para otra colocada más hacia la derecha o más hacia la izquierda en el espectro político. Ni Fillon ni Mélenchon, que estuvieron cerca de pasar a la segunda vuelta, podrían reunir los votos para derrotar a Marine Le Pen. Pero tampoco será fácil para Macron.

El extremismo populista tiene mucha fuerza, está con viento en popa internacionalmente, el Brexit y Trump mostraron que todo es posible, y lo fortalecen aún más los relatos dominantes de izquierda y de derecha. El relato de izquierda, que demoniza el libre comercio y lo acusa de ser el causante de la desocupación y de la desigualdad; el relato de derecha, que responsabiliza a la inmigración de la inseguridad y del desempleo. Ambos culpan a los tratados fundadores de la Unión Europea de instaurar esos males, el libre comercio y la inmigración. Juntos, extrema derecha y extrema izquierda, forman una muralla de prejuicios formidable y temible que el candidato Macron debe perforar para ganar.

Por cierto, los sondeos dan como favorito al candidato centrista, pero lo mismo ocurría dos semanas antes de las elecciones en EE.UU., Hillary aventajaba a Trump, y ya sabemos lo que pasó.

La esperanza radica en cómo Emmanuel Macron ganó la primera vuelta. Macron no ganó con casi un quinto de los votos emitidos por eliminación, por descarte, frente a los otros diez candidatos con los cuales competía. Es una figura nueva, es joven, es un recién llegado a la política, y conquistó positivamente el sufragio por sus propuestas inteligentes, equilibradas y novedosas. Basta estudiar cualquiera de ellas para notar cómo une la audacia con la ponderación, cómo casa la comprensión del problema a la búsqueda sin prejuicios de una solución. No es el lugar para entrar en el detalle de la reforma del mercado de trabajo o de la protección social de los trabajadores independientes, pero son medidas que encaran los problemas actuales de trabajadores y empresarios.

En esta coyuntura en la que se juega el destino de Francia, de Europa y del mundo, en este trance en el que apostamos todo al magnetismo y a la clarividencia de un líder centrista, me parece oportuno subrayar los rasgos del "centro político" y disipar algunos errores de lo que se concibe como tal.

1 - "El centro no tiene luz propia, es izquierda o es derecha" dicen los que están bajo la influencia de la ideología marxista, que mira al centro político como la prenda de la pequeño-burguesía. Abundan los ejemplos históricos de líderes transformadores que deben ser considerados de centro, como Lázaro Cárdenas, Pierre Mendès-France, Olof Palme, y en nuestro país José Batlle y Ordóñez, Zelmar Michelini o Wilson Ferreira, y ahora en Francia quizás Emmanuel Macron, que demuestran lo contrario, que el centro político dinamiza la sociedad e impulsa las transformaciones políticas en el sentido de la justicia y la libertad.

2 - El centro es moderado, pero algunos ven la moderación como tibieza. La moderación del centro político consiste en rehusar los extremos utópicos, las soluciones súbitas y violentas, la revolución, la expropiación general, el régimen autoritario para imponer el "nuevo orden". La pasión del centro político por generar los cambios no es extremista, puede y debe ser moderada, en el sentido de reconocer límites. Una política llevada al extremo puede ser contra productivo. No se trata de demolición ni de cirugía social cruenta, se trata de producir cambios consensuados y democráticos.

3 - La disyuntiva "revolucionario o reformista" que antes subyacía a nuestros análisis, se ha transformado en "reformador o conservador". Los izquierdistas se suman muchas veces a las fuerzas conservadoras vía el corporatismo de algunas clases de trabajadores.

4 - Se confunde "patriota" con "nacionalista". El nacionalismo infecta a la izquierda tanto como a la derecha, y nadie está libre. En cambio, el lugar del patriotismo es el centro, y este se opone al nacionalismo. Esta frase tomada del discurso de Macron en la noche de la primera vuelta retrata nuestra posición en este asunto: "Je veux être le président des patriotes face à la menace de nationalistes".Es la idea que el filósofo italiano Maurizio Viroli desarrolla en varios de sus libros, especialmente en "Per amore della patria. Patriottismo e nazionalismo nella storia." (Laterza, 1995), idea muy bien explicada por Fernando Savater en un artículo "Vivere Libero", y por el propio Viroli en una entrevista ("Maquiavelo y el patriotismo republicano"). En Francia, la oposición patriotismo-nacionalismo se expresa en las posiciones pro o contra la Unión Europea.

5 - Ciertos izquierdistas transforman el combate contra la pobreza en la llamada "distribución de la riqueza", estilo Chávez, Maduro o Perón. El "centro político" lo piensa distinto:
En ciertas coyunturas, sin duda, es necesario habilitar a los más desfavorecidos, como sucedió con el "Plan de Emergencia", al principio del primer gobierno de Tabaré Vázquez, cuando en el país se vivían todavía las secuelas de la crisis del 2002. Es un paliativo necesario, a veces. Pero esa no es la solución de fondo para el problema de la pobreza, como tampoco lo es la "destrucción del capitalismo". La "distribución de la riqueza" es, en realidad, la destrucción de la riqueza, un beneficio efímero y contra productivo; en eso el ejemplo de la Venezuela de Chávez y Maduro, o de la Cuba de los Castro, países arruinados y pobres, que fueron ricos, es elocuente.

En materia de combate a la pobreza, si se descarta la "destrucción del capitalismo" y las estrategias abrasivas de la matriz productiva, desde el Estado el foco debe ponerse en la producción de riqueza, en la igualdad de oportunidades, en la cultura, en la formación profesional, en la amortiguación de la desigualdad que espontáneamente genera el mercado, y en la cohesión social. Hay que acercar los beneficios de la modernidad a la mayor cantidad de gente posible (ejemplo Plan Ceibal), unir a la sociedad, tender puentes y abrir espacios de expresión, para que se dialogue y se elabore en un espíritu solidario. El rol del Estado es de promoción y de acompañamiento, a veces de ayuda, a veces de construcción de espacios, de protección contra las mafias y los superpoderes del capital financiero. Pero los emprendimientos privados tienen un rol protagónico, y deben tenerlo.

Esta es la visión del centro político, del centro-izquierda debería decir, pero de una izquierda que toma otro rumbo, un rumbo más sustancial, más con los pies en la tierra, superando las utopías decimonónicas, pero no menos cargado de futuro. Es la visión que hoy encarna Emmanuel Macron en Francia, en un combate difícil y decisivo por la Unión Europea, contra el nacionalismo retrógrado, una confrontación cuesta arriba por los prejuicios y los relatos negativos que lastran a una buena parte de los votantes, tanto de izquierda como de derecha.

Faltan pocos días.


(*) Me inspiró el título de un artículo de El País español:
"La hora de los insurgentes del centro: Con Macron puede comenzar el rearme republicano frente a los extremismos populistas", de José Ignacio Torreblanca, recomendable.