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lunes, 9 de octubre de 2017

Se encontraron frente a frente nacionalismo y patriotismo


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El golpe secesionista

Hoy (8 de octubre 2017) se vio en Barcelona una gigantesca manifestación proclamando “recuperem el seny” o sea, recuperemos la sensatez, en la cual participó un millón de personas agitando banderas catalanas, españolas y europeas, que escuchó un discurso del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y del expresidente del parlamento europeo Josep Borrell, entre otros. Los catalanes no secesionistas se hicieron masivamente presentes y nadie podrá fingir que no existen.
Mientras media Cataluña manifestaba contra la secesión, las empresas con sede en Cataluña huían, tratando de poner a salvo los muebles de la furia independentista y de instalar su sedes en otros lados antes de quedar afuera de Europa y del euro. “Esta semana se ha dado uno de los mayores golpes al proceso independentista con la marcha de las sedes sociales del segundo y del quinto banco español, CaixaBank y Sabadell. El movimiento deja sin entidades relevantes radicadas en Cataluña, una comunidad que tenía 11 entidades domiciliadas en 2009”, se lee en El País de hoy.
La independencia perjudicará a Cataluña, y ya lo está haciendo, de muchas maneras distintas. Quedaría fuera de la Unión Europea, así como fuera de los tratados que le permiten hoy comerciar con las otras naciones de Europa y del mundo; fuera del euro, sin moneda, sin el paraguas del Banco Central Europeo (BCE); fuera del Espacio Schengen, que permite la libre circulación de personas. Una ruina, una catástrofe económica y política, que los secesionistas se empeñan en negar, sordos a las advertencias de las autoridades que les repiten que la ruptura con España es la ruptura con Europa, donde están porque son parte de un país miembro.
De lo que resulta que el proyecto nacionalista no solo ignora a más de la mitad de la ciudadanía que no votó a los partidos independentistas; no solo viola la ley constitucional que le da vida al estado autonómico catalán; sino que conduce Cataluña a la ruina, y le provoca grandes pérdidas al resto de España y de Europa.
Se ha visto más de una vez en la historia que los proyectos nacionalistas desangran y arruinan a los pueblos que los portan. Esperemos que esta vez “recuperem el seny”, prevalezca el buen sentido.

Nacionalismo y patriotismo

En Cataluña, en España y en Europa, se dan enfrentamientos, por ahora cívicos y no armados, entre corrientes nacionalistas excluyentes, etnicistas, particularistas contra corrientes políticas que defienden la unidad europea, las fronteras abiertas, el comercio libre, las uniones supranacionales y la libertad de movimiento, junto a la pertenencia a la UE y la apertura al mundo. Movimientos que se identifican con las instituciones que garantizan las libertades y el goce de los derechos.
Los primeros se pueden calificar de nacionalistas, a los segundos podemos llamarlos patrióticos.
A menudo se confunde “patriota” con “nacionalista”, pero no es lo mismo, como lo explica muy bien Maurizio Viroli en varios de sus libros, especialmente en “Per amore della patria. Patriottismo e nazionalismo nella storia.” (Laterza 1995). Una frase tomada del discurso de Emmanuel Macron en la noche de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas ilustra nuestra posición en este asunto: dijo "Je veux être le président des patriotes face à la menace de nationalistes".
Mario Vargas Llosa, en su discurso al acabar la manifestación ha advertido: el nacionalismo "ha llenado la historia de Europa, del mundo y de España de guerra, sangre y cadáveres".

La marcha sobre Roma de Benito Mussolini

Y esto me lleva a preguntarme: ¿Por qué el separatismo catalán, y los acontecimientos del 1º de octubre me recuerdan la marcha fascista sobre Roma y la toma del poder por Mussolini?
¡Son a primera vista tan distintos! Ni camisas pardas ni canciones imperiales, los separatistas catalanes no son un movimiento paramilitar, integrado por machos prepotentes y uniformados, es cierto.
Sin embargo, hay un tufillo fascista en el fanatismo secesionista catalán. La voluntad de una minoría bullanguera atiborrada de certezas, esgrimiendo agravios imaginarios, buscando su unidad en el odio; la voluntad, digo, de imponerse a la mayoría que no comulga con sus extremos, sí hace pensar en el precedente de 1922.
Persiguen, gritan, abuchean, escrachan. Los partidos no secesionistas son asediados, necesitan custodia policial para sus desplazamientos. Los no separatistas son insultados, tratados de “fachas” y de “franquistas”.
Los secesionistas son una minoría, y quieren imponerse a la mayoría que desea seguir siendo parte de España -- una parte autónoma y con sus propias instituciones, como lo es -- por los hechos consumados, utilizando las palancas que unas elecciones donde el secesionismo fue minoritario pusieron en sus manos, vía la ley constitucional que hoy violan.
Es un golpe de Estado y una violación de la Constitución española de 1978, gracias a la cual están en el gobierno de Cataluña, gobierno que hoy utilizan para declarar la “Independencia”.
Como en 1922, cuando Mussolini se hizo con el cargo de Premier del Reino de Italia, llevado en la cresta de la ola fascista de la Marcha sobre Roma, de una manera en apariencia legal, cargo desde el cual después ejerció la dictadura, ya sabemos con qué resultado. Y no nos engañemos, el fascismo también era muy popular, tenía muchos seguidores de todas las clases sociales, pero no era democrático, era nacionalista, imperialista, y no era mayoría. Era sí, el más organizado, el más violento, el más fanático.
Una minoría que se impone a una mayoría usando las instituciones (parlamento, gobierno autonómico, policía local), la calle y las manifestaciones multitudinarias, violando la ley, es un “pattern” que podemos reconocer, no es solamente el del fascismo de Mussolini, es también el de las “democracias populares” de Europa del Este de fines de los 40, en los países ocupados por el Ejército Rojo. El mismo método, conceptualmente.
La diferencia es que en el caso catalán se valen de las instituciones autonómicas utilizadas ilegalmente para los fines secesionistas.
Los fines son viles: cesar de sostener a los más pobres que ellos, es decir, lo mismo que querrían hacer los leguistas del norte de Italia, por ejemplo. Es también, aunque lo niegan, un ataque a las instituciones europeas. “Romper España es romper Europa” dijo Manuel Valls, y es así.


[Ya he escrito sobre nacionalismo y patriotismo en varias entradas del blog: