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martes, 19 de julio de 2022

Principales referencias mencionadas en los artículos "Izquierda - Derecha, una puesta en claro" y en "Anticapitalismo y teoría del valor".


Arendt, Hannah "The Origins of Totalitarianism" (1951). New edition with added prefaces 1967. A Harvest Book.

Bernstein, Eduard  "Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia" (1899)


Bobbio, Norberto "DESTRA E SINISTRA Ragioni e significati di una distinzione politica" Donzelli Editore, Roma 1994.

Escohotado, Antonio "Los enemigos del comercio -- Una historia moral de la propiedad", vol. I, (7a. edición), Espasa 2008. ("Una historia moral de la propiedad antes de Marx")
Escohotado, Antonio "Los enemigos del comercio -- Una historia moral de la propiedad", vol. II, (4a. edición), Espasa 2013.
Escohotado, Antonio "Los enemigos del comercio -- Una historia moral de la propiedad", vol. III, (2a. edición), Espasa 2016. ("De Lenin a nuestros días")

De Jouvenel, Bertrand “Du Pouvoir. Histoire naturelle de sa croissance” Hachette, 1972.

Furet, François "Le passé d'une illusion – Essai sur l'idée comuniste au XXe siècle" Robert Laffont/Calmann-Lévy Paris 1995

Koch, Stephen "Double Lives. Spies and writers in the secret soviet war of ideas against the West." The Free Press, Toronto 1994.

Kolakowski, Leszek "Le village introuvable" (en particular, "Les racines marxistes du stalinisme" pp. 47-73.) Editions Complexe, 1986.
Kolakowski, Leszek "L'esprit révolutionnaire (Articles 1970-74)" Préface de Jorge Semprún (1985) Ed. Denoël.
Kolakowski, Leszek "Main Currents of MARXISM - Three books: * The Founders * The Golden Age * The Breakdown*" (1976) Translated from the Polish by P.S. Falla
W. W. Norton & Company - New York - London (1978-2005)

Marx, Karl - "El Capital" t. 1 (1867) Editorial Cartago 1965 - Trad. de Wenceslao Roses.
Marx, Karl - "El Capital" t. 2 (1885) Editorial Cartago 1965 - Trad. de Wenceslao Roses.
Marx, Karl - "El Capital" t. 3 (1894) Editorial Cartago 1965 - Trad. de Wenceslao Roses.

Mill, John Stuart "Sobre la libertad" ("On liberty") 1859

Paxton, Robert O. - "Vichy Lives!—In a Way" - The New York Review of Books 24/4/2017  
https://www.nybooks.com/articles/2013/04/25/vichy-lives-in-a-way/

Popper, Karl - “La société ouverte et ses ennemis” (2 T.) Editions du Seuil, Paris, 1979.

Rawls, John "A Theory of Justice"

Rosselli, Carlo [L'unico suo libro pubblicato mentre era in vita è "Socialismo liberale", scritto durante il confino a Lipari, in una situazione di semi-prigionia. Questa opera si pone in una posizione eretica rispetto ai partiti della sinistra italiana del suo tempo (per i quali Il Capitale di Marx, variamente interpretato, era ancora considerato come la Bibbia).]

Sebreli, Juan José "EL asedio de la modernidad – crítica del relativismo cultural" Ed.DEBATE CABA 1991-2013
Sebreli, Juan José "Los deseos imaginarios del peronismo" Sudamericana CABA 2019
Sebreli, Juan José "Por qué soy un liberal de izquierda" Artículo en Seúl, 3 de octubre de 2021 seul.com.ar/liberalismo-de-izquierda/

Thompson, E.P. - "The Making of the English Working Class" (1963) - Pelican Books 1979.

Von Bohm-Bawerk, Eugen "Karl Marx and the Close of His System" (1896) Se encuentra disponible en la red, en Archive.org (https://archive.org/details/karlmarxandclos00macdgoog) o en Marxists Internet Archive (https://www.marxists.org/subject/economy/authors/bohm/index.htm)



 

Anticapitalismo y teoría marxista del valor

"The socialism of which Eric Hobsbawm dreamed is no longer an option, and the barbaric dictatorial deviation to which he devoted his life is very largely to blame. Communism defiled and despoiled the radical heritage. If today we face a world in which there is no grand narrative of social progress, no politically plausible project of social justice, it is in large measure because Lenin and his heirs poisoned the well."

Tony Judt - The Last Romantic - The New York Review of Books - 20/11/2003
Comentario del libro: "Interesting Times: A Twentieth-Century Life" by Eric Hobsbawm

[“El socialismo con el que soñaba Eric Hobsbawm no es más una opción, y la bárbara desviación dictatorial a la cual consagró su vida es responsable de ello. El comunismo manchó y saqueó la herencia radical. Si hoy enfrentamos un mundo en el que no existe un gran relato de progreso social, ningún proyecto plausible de justicia social, es en gran medida porque Lenin y sus herederos envenenaron la fuente”.]

Corren en yunta

Anticapitalismo y teoría del valor corren en yunta, o mejor dicho, el anticapitalismo va montado en la teoría del valor a la batalla contra la modernidad.
En lo que sigue nos concentramos en demostrar el vínculo profundo entre el anticapitalismo de la izquierda radical y la teoría marxiana del valor. Sin embargo, no se puede dejar de ver que la batalla contra el capitalismo es una contra toda la modernidad y sus libertades. Tema para la continuación.

El anticapitalismo

El anticapitalismo es muy antiguo y va mucho más allá de la mera denuncia y condena de la miseria de los trabajadores fabriles.

El anticapitalismo es el fondo común de la izquierda que se pretende radical.
No estamos hablando de la denuncia de la explotación de los trabajadores, de los salarios miserables, de las condiciones de vida de una clase de obreros fabriles, actuales o recordadas; injusticias e iniquidades que han sido enfrentadas, casi siempre, con la unión solidaria de las víctimas, la organización y la lucha de los trabajadores.
Nos referimos a la ideología, a la interpretación o relato que hace responsable de todo ello a una entidad llamada “el capitalismo”. Capitalismo, que es otro nombre de la sociedad mercantil.
Éste es acusado de ser el origen y la causa última de todos los males de la sociedad, incluidas la miseria, las crisis económicas y las guerras.
También hablamos de la postura que sostiene que sólo se puede terminar con esos males destruyendo a ese leviatán. Lo sostiene la izquierda radical, llamada radical justamente por eso, porque considera que hay que atacar la raíz del mal, el capitalismo.

Los enemigos del comercio

El anticapitalismo se entiende como la negación de la empresa orientada al mercado y a los beneficios, y también el rechazo y la condena de la sociedad mercantil, de la acumulación de dinero, de los préstamos a interés y de la propiedad privada. La idea es muy anterior a Marx; ya la encontramos en la prédica de los primeros cristianos cuando la “renuncia al mundo” en favor de una vida espiritual de devoción y penitencia se consideraba el camino de la santidad y del paraíso. El “mundo” es el lugar de la tentación del demonio; el “mundo” son los intercambios sociales, es decir, el sexo y el mercado, principalmente. Antonio Escohotado rastrea la historia muy antigua de esta corriente en su obra “Los enemigos del comercio”.
Dice Escohotado en la Introducción: "El objetivo era precisar tanto como fuese posible quiénes, y en qué contextos, han sostenido que la propiedad privada constituye un robo, y el comercio es su instrumento. Varios años más tarde [...] comprendí que su tesis era muy anterior, que había reinado largos siglos sin oposición y que esa zona del árbol genealógico comunista era pertinente [Los historiadores del socialismo] mencionan de pasada a una secta israelita que identificó la compraventa con un pecado de hurto, sin añadir que buena parte de sus miembros se transformaron en nazarenos o ebionitas —el grupo original de Juan Bautista y Jesús—, y que su enseñanza vertebra el Evangelio. El especialista en historia moderna de las ideas entiende que esto es religión, que lo propuesto por Fourier, Blanqui o Marx es política, y que el comunismo constituye una rama del pensamiento socialista.” (http://www.escohotado.com/losenemigosdelcomercio2008/00_introduccion.htm)
El anticapitalismo no se limita a condenar la explotación, se extiende a la condena y la vituperación de los agentes del capital, de los comerciantes, banqueros, inversores o empresarios, que son considerados parásitos y ladrones por su profesión y por su condición de ricos, poseedores de dinero. El anticapitalismo caminó a la par del antisemitismo, oficialmente durante toda la época en que a los cristianos se les prohibía ejercer esas profesiones, y extraoficialmente sigue apareciendo aún entre los enemigos del comercio bajo la forma de denuncias del “dominio judío” de la banca.
La corriente de los enemigos del comercio tiene brotes muy vivaces hoy en día. Puede constatarse tanto en las manifestaciones de los altermundistas en todo el mundo contra la globalización en ocasión de los cónclaves de las potencias mundiales, como localmente en Uruguay en la oposición cerrada a los tratados de libre comercio por una parte de la izquierda y por un cierto nacionalismo vernáculo.
El anticapitalismo está en el legado de los pensadores sociales anteriores a Marx, y es éste quien recoge y transforma su herencia.

Las utopías

El capitalismo es disuelto imaginariamente en obras de ficción que proponen sociedades ideales. Las llamamos utopías por la obra de Thomas More “Utopía” de 1516, paradigma de su clase.
Una lista de las obras que proponen utopías se encuentra en una página (en inglés) de Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_utopian_literature
Allí encontramos una multitud de títulos al lado de los más conocidos como “La república” de Platón (ca. 370-360 BC), “La ciudad del sol” de Tomaso Campanella (1602), “Gargantúa y Pantagruel” de François Rabelais (ca. 1653-1694) o “Una utopía moderna” de H.G.Wells (1905).
Las utopías –pero habría que mirarlas todas para estar seguros– describen sociedades que tienen en común su carácter estático; están en un estado de equilibrio por la ausencia en ellas de conflictos que reclamen o produzcan un cambio, sea este positivo o negativo. En ese estado ideal la sociedad utópica ha alcanzado un punto de perfección que no da cabida a más desarrollo. Las utopías tienen también en común un cierto igualitarismo, aunque no sé si todas postulan la desaparición del intercambio comercial y del dinero. La utopía se concibe como un punto de llegada, una estación terminal de la evolución de la humanidad.
Todos estos rasgos se encuentran en el “comunismo” de Marx, Engels y los marxistas, utopía que incluye la desaparición del mercado y del dinero y, por supuesto, del Estado. Hay que recordar que el comunismo de los marxistas no es clasificado por éstos dentro de las “utopías”, es decir como una ficción literaria; al contrario, lo proponen como una “predicción científica”, un resultado real e inevitable de la historia, a las buenas o a las malas, en paz o a golpes de revoluciones, guerras y masacres.

Teoría del valor marxiana y anticapitalismo

Sostengo que la visión reductiva de la sociedad que propone el anticapitalismo marxista tiene su raíz en la teoría del valor de “El Capital”.


Desde las primeras páginas del primer tomo del "El Capital", en el Capítulo 1 “La Mercancía”, Carlos Marx echó los cimientos del anticapitalismo, postulando que es el trabajo vivo, el ejecutado por el trabajador asalariado, la única fuente de la creación de valor. La polisemia de la palabra "valor" no es ajena a la carga ideológica del concepto marxiano.
El DRAE da 13 opciones para el significado de la palabra "valor", que incluyen "cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente". Esto deja pensar al incauto lector del "Capital" que el "valor" (en el sentido de Marx) de una cosa es lo que causa que tenga un precio. Veremos que en realidad el "valor" de Marx es más o menos ajeno al precio, que ese problema no supo resolverlo nunca y que fue causal de divorcio del marxismo y la economía.
"Valor" es también, siempre según el DRAE, la "cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables", de donde se deriva la carga afectiva que lleva la afirmación: "sólo el trabajo asalariado produce valor".
La cosa se presenta así en la prosa de Marx: “Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las mercancías éstas sólo conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo. [...] Al prescindir de su valor de uso, prescindimos también de de los elementos materiales y de las formas que los convierten en valor de uso. [...] estos trabajos [...] dejarán de distinguirse unos de otros para reducirse todos ellos al mismo trabajo humano abstracto, trabajo humano puro y simple. ¿Cúal es el residuo de los productos así considerados? Es la misma materialidad espectral, un simple coágulo de trabajo humano indistinto, es decir, de empleo de fuerza humana de trabajo [...] Pues bien, considerados como cristalización de esta substancia social común a todos ellos, estos objetos son valores, valores-mercancías. [...] Aquel algo común que toma cuerpo en la relación de cambio o valor de cambio de la mercancía es, por tanto, su valor.” (“El Capital”, capítulo 1, pág. 35. Edición Cartago 1965)
Valor, pues, solo crea el trabajador asalariado, el proletario. Durante su tiempo de trabajo crea más valor del que el capitalista paga por su tiempo, que es su salario; el valor que su trabajo crea durante ese tiempo es propiedad del capitalista.
En la teoría marxiana (y marxista), el capital se apropia del valor que no crea. El capital explota al trabajador que produce el valor al mismo tiempo que la plusvalía.
La versión marxista del capitalismo, aún hoy vigente en el espíritu de mucha gente de la izquierda, se describe en palabras del propio Marx así: “trabajo muerto que como un vampiro vive de chupar trabajo vivo, y más vive cuánto más trabajo chupa.” Una fórmula de impacto, y que refleja la teoría marxista del valor de las mercancías.
De la teoría de Marx se deduce directamente el carácter vampírico del capital. Con esta teoría, el anticapitalismo pasa de protesta reivindicativa por el salario y las condiciones de trabajo a cuerpo de ideas con pretensión científica.
Su predicción de la decadencia y el fin del capitalismo se basa en la “tasa decreciente de ganancia”, y ésta resulta directamente del creciente rol del trabajo acumulado (los medios de producción, valor muerto, que no produce valor) en el proceso productivo, en detrimento del “capital variable”, o sea los asalariados productores de plusvalía. Hay que tener presente que la “tasa decreciente de ganancia”, que es la enfermedad mortal y la condena a muerte del capitalismo según Marx, es una deducción directa, una consecuencia lógica de la teoría que, ella sí, es susceptible de una medida empírica. Es algo tangible y verificable. Pero resulta que no se verifica, que las cuentas no cierran. Esto en rigor ya alcanzaría para demostrar la falsedad de la teoría.

El “materialismo histórico” determinista de Marx

Subrayemos cuatro ideas centrales de la teoría de Marx-Engels y del marxismo, el llamado “materialismo histórico”: (1) Marx creía que las sociedades obedecen a leyes que permiten la predicción a largo plazo de su desarrollo, su concepción es determinista; (2) Marx sostiene que esas leyes son de carácter económico, que son las relaciones de producción lo que le da forma a la sociedad, incluida su cultura, sus ideas y su arte; (3) esas leyes se manifiestan por una lucha de clases sin cuartel hasta el triunfo de una de ellas o la ruina de toda las sociedad; y (4) al final de la historia, con el triunfo del proletariado, las clases y el Estado se disolverán en un régimen donde todo será justo y armonioso.
En la visión de Marx y del marxismo, la creación de valor es la base de la economía, y la economía lo determina todo en la sociedad, sus clases, su pensamiento y su evolución.

Un lugar para la acción voluntaria

El ciudadano no existe en la teoría de Marx, es simplemente alguien que no entendió, que no sabe quién es en realidad. Las ideas, en general, son ilusiones, emanaciones de la economía, de las relaciones de producción, lo que piensa la realidad es la conciencia de clase, y las clases se definen por la creación y la apropiación de valor.
En ese desarrollo determinista de la historia por las leyes de la economía, ¿qué lugar le queda a la acción revolucionaria consciente que pretende cambiar la sociedad?
Los revolucionarios marxistas se las vieron en figurillas para definir su rol, que parecía superfluo cuando afirmaban que el desarrollo fatal de la historia por la necesidad de las leyes económicas llevaba inevitablemente al socialismo y al comunismo.
El partido revolucionario de Lenin resolvió la cuestión proclamándose el agente de la necesidad histórica, la partera del nuevo tiempo. Los que se oponían a sus designios iban en contra de la Historia, con mayúscula. La Historia, concebida como algo que tenía un destino trazado, que marchaba inexorablemente por su camino según sus leyes, las que Marx había descubierto “científicamente”.

Esa abstracción primera, ese valor que se postula como fruto únicamente del trabajo asalariado, condiciona hoy a todos los que quieren "destruir el capitalismo" y ha vaciado de sentido social a todas las categorías que no son el obrero fabril. En esta teoría los otros no son más que vampiros, alimañas o residuos de un pasado que la Historia ha dejado atrás.
Ese virus de la negación de todo lo que no es ‘clase obrera’ infecta el pensamiento de la izquierda casi de manera inconsciente. La negación de la pequeño-burguesía y de los empresarios, reducidos respectivamente a vestigios del pasado condenados a desaparecer y a parásitos; el exigir de los pensadores, científicos, escritores y artistas que "sirvan a los intereses del proletariado", porque es la clase que “objetivamente” lleva en su naturaleza la emancipación de la humanidad, es un fondo que, a veces implícito e inconfeso, sigue formando el cimiento del pensamiento de los militantes de la izquierda radical.

Marx, el marxismo y las reformas sociales

Cuando hablamos de marxismo lo primero que pensamos es que las grandes reformas sociales que se operaron desde la segunda mitad del siglo XIX, y que cambiaron profundamente la vida de todos los trabajadores, asalariados o no, fueron obra de los partidos socialistas marxistas; es decir, de la vertiente reformista, no revolucionaria, de ellos.
Sí, pero la cuestión no es tan simple.
Primero, el capitalismo, lejos de hundirse y hundir en la miseria a los obreros como afirma la teoría marxista, prosperó. No solamente se extendió y abarcó al mundo, cosa reconocida por la teoría de Marx –porque por otra parte ocurría ante sus ojos– sino que su siempre anunciada crisis final se postergó cada vez más.
Ocurría como con la segunda venida de Jesucristo, con apocalipsis y fin del mundo, que los primeros cristianos esperaban que ocurriera de un momento a otro y que tuvieron que acostumbrarse a postergar, a diferir y finalmente a buscarle a ese final un significado alegórico y teológico. Los marxistas también tuvieron que vivir con el desarrollo y la prosperidad de la sociedad mercantil, mientras esperaban la revolución redentora anunciada por el Maestro.
Segundo, las luchas de obreros y artesanos son anteriores a los teóricos revolucionarios, ya sean marxistas u otros. Recordar, como ejemplo, a los luditas, cuya historia cuenta E.P Thompson en "The Making of the English Working Class". Ellos fueron capaces de organizarse y enfrentar al poder de empresarios, propietarios y gobernantes, destruyendo los telares que les hacían una competencia insostenible, por lo cual algunos fueron juzgados y condenados, pero cuya organización nunca fue totalmente descubierta.
Una vertiente de los intelectuales portadores de distintas narrativas de redención revolucionaria se incorporó a las luchas obreras y se puso a su cabeza. Los pensadores se pusieron al servicio de la fuerza que pensaban era capaz de cambiar la sociedad en el sentido que ellos deseaban.
Y tercero, la cosa no es tan simple porque la situación actual, el llamado "Estado del bienestar" (Welfare State), es decir, los beneficios y protecciones de las que disfrutan los trabajadores en la actualidad, construidos de manera variada en distintos países en más de un siglo de historia, no son obra exclusiva de los partidos socialdemócratas, marxistas o no. Y, contrariamente a lo que muchos creíamos, el Welfare State no es patrimonio político exclusivo de la izquierda.
Como lo explica Robert O. Paxton en su artículo "Vichy Lives! In a way" (The New York Review of Books 24/4/2017): (traduzco libremente)
"Una segunda categoría de supervivencias [del régimen] de Vichy consiste en los programas de asistencia médica y social. El régimen de Vichy era un Estado del Bienestar. La herencia de Vichy sirve como útil recordatorio de que el Estado del Bienestar no fue originalmente un proyecto socialista o comunista."
Continúa Paxton:
"Fue introducido en la vida política europea desde la derecha, primero por [Otto von] Bismarck [1815-1898, político conservador prusiano, unificador de Alemania], con seguros de accidente y enfermedad en la Alemania imperial en 1883-1884, y emulado por el Conde Eduard Von Taafe en el imperio austríaco en 1887. Bismarck acababa de ilegalizar el Partido Socialdemócrata Alemán, y su intención era eliminar su razón de ser, así como consolidar un orden social paternalista y estatista. Los marxistas de Europa continental se opusieron a las medidas fragmentarias de bienestar social por considerarlas disolventes de la militancia obrera, sin cambiar nada fundamental en la distribución de fortuna y de poder. [...]
En Gran Bretaña, la leyes fundacionales del Estado del Bienestar, la ley de pensiones a la vejez de 1908 y la ley nacional de seguros de 1911, no vinieron de arriba como en Alemania, sino por el amplio disgusto popular con la inadecuación y la arbitrariedad de la ley de pobres de 1834. Estas leyes resultaron del trabajo del Partido Liberal, y particularmente del Canciller del Exchequer David Lloyd George, [...]
Todos las dictaduras modernas de derecha europeas del siglo XX, tanto fascistas como autoritarias, fueron Estados del Bienestar. La actual agenda conservadora estadounidense sería anatema para ellos, [...] despreciable individualismo liberal [...]. Todos ellos proveían atención médica, pensiones, alojamiento barato y transporte como cosa normal, para mantener la productividad, la unidad nacional y la paz social.
Algunas, más innovadoras, hasta organizaron recreaciones para sus ciudadanos, a través, por ejemplo, del programa Kraft durch Freude (Fuerza por la alegría) del Partido Nazi y el Dopolavoro fascista. Lo hacían en tónica paternalista, eliminando toda veleidad de constituir un poder independiente de los trabajadores que fuera capaz de luchar por mejores salarios y menores horarios. Abolieron los sindicatos, pero crearon comités mixtos de patrones y obreros, etc."
En resumen, para poner solo dos ejemplos, tenemos al "canciller de hierro" Bismarck y al Mariscal Petain como promotores del Estado del Bienestar de derecha. Pero podríamos hablar también del Gral. Domingo Perón, un nacionalista argentino admirador de Benito Mussolini que introdujo una parte de las reformas sociales que siguen vigentes en la República Argentina. O de la jornada reducida de 8 horas, experimentada con éxito por el industrial Carl Zeiss desde 1864, el mismo año de la fundación de la Primera Internacional. Reformas sociales o Estado del Bienestar no son sinónimo ni de movimiento socialista ni de talante democrático.

Las reformas sociales fueron adoptadas por los socialistas y repercutieron a su vez sobre la doctrina

(Seguimos el relato de Escohotado, tomo II, pp.520 y ss., y las citas de Bernstein en pp. 569-574.)
Ante el fracaso de las previsiones de Marx, y la evolución de la condición obrera por obra de las reformas, el pensamiento marxista empezó a dividirse a finales del siglo XIX. Las previsiones de Marx fallaban. El capitalismo florecía, no había señales de la caída de la tasa de ganancia que debería ponerle fin, como había profetizado el Maestro. Los obreros fabriles estaban consiguiendo el voto, el Estado del Bienestar tomaba forma, las condiciones mejoraban en las fábricas y los salarios se elevaban por encima del nivel de mera subsistencia. Todo ello era contrario a las previsiones de Marx.
Eduard Bernstein (1850-1932) fue quien acometió la revisión de la doctrina.
La piedra del escándalo fue su obra "Evolutionary Socialism" publicada en 1899.
Bernstein fue desterrado a Zurich, desde 1878, y luego en Londres. Allí su relación con Engels se convierte en estrecha amistad, y frecuentando la biblioteca del Museo Británico se familiariza con Kant y con el desarrollo económico. El resultado de sus lecturas será dejar de pensar que los campesinos se hunden, que la clase media está desapareciendo, que las crisis se vuelven cada vez más profundas, que la miseria y la servidumbre aumentan. Lejos de ello, nota que los propietarios crecen tanto en números absolutos como relativos, y considera que las perspectivas del socialismo son directamente proporcionales a un incremento de la riqueza social. Da en pensar que, aunque la causa del trabajo se haya liado en una guerra contra todo tipo de emprendedores, el mundo civilizado está convirtiéndose en un sistema de economía mixta donde es tan insostenible excluir la intervención del Estado como vetar la de particulares.
Concluye que la única forma de evitar que el socialismo sea una nueva secta milenarista, dispuesta a esperar un cambio catastrófico inducido por la violencia, es dejar de oponerlo al liberalismo y, al contrario, derivarlo de él. En otras palabras: ver en el socialista al liberal comprometido incondicionalmente con la democracia.
Y Bernstein se atreve a criticar duramente a Marx: Afirma que el hecho de que Marx no llegara a la misma conclusión debe atribuirse a que "este gran espíritu científico fue al fin de cuentas el esclavo de cierta doctrina [mesiánica]". Que en vez de estudiar los hechos para aprender de ellos prefirió alterar unos y omitir otros, con tal de sostener un edificio sobre una idea jamás definida sobre las clases, un plusvalor no mensurable y el colérico despropósito de "suponer que el progreso depende del deterioro de las condiciones sociales". Prefirió confiar en resultados "repentinos y definitivos", empezando "por la idea del salto brusco del capitalismo al socialismo, un milagro tanto más sorprendente cuanto que el autor se declara ateo."
Como se ve en algunas frases, como "doctrina mesiánica", "idea jamás definida sobre las clases"y "un plusvalor no mensurable", Bernstein maneja en su libro el arsenal completo de la refutación de la teoría marxista, y ésta debió retirarse y refugiarse en la fe de los creyentes de la "secta mesiánica" en la que se convirtió cierto socialismo. Pero no lo hizo enseguida, sino de a poco.

El socialismo de Bernstein

Bernstein defiende otro socialismo. Como sus amigos Jaurès y Durkheim, entiende al socialismo como "idealismo ético" en lo que respecta al sentimiento, y como "liberalismo organizado" en lo que respecta a la estructura institucional, insistiendo en que "la democracia no es solo su instrumento, sino su substancia". "Antes de confundirlo con un apocalipsis vengador es preferible la racionalidad del capitalismo, [...] Pero no hay razón para abandonar el socialismo, que es la manera más segura de concentrar a quienes respetan la libertad y la compasión [...]".
Las diferencias de Bernstein con el socialismo que seguía siendo revolucionario se ahonda con la revolución de Lenin. En 1922, compara la revolución bolchevique con la alemana, dice que el golpe de Estado bolchevique se limitó a "sumir en esclavitud" a los trabajadores, mientras que los alemanes "no solo lograron plenos derechos políticos sino mejores condiciones sociales".
En Wikipedia se describe así el socialismo de Bernstein:
"[...] las predicciones del marxismo son erróneas. Los obreros ya viven mejor, el capitalismo es más fuerte y existe ya legislación social, lo que conduce a una revisión y corrección del pensamiento clásico marxista. Su pensamiento adopta algunos valores liberales como positivos para enriquecer el socialismo. La burguesía actual no es ya la que criticaban Marx y Engels: es mucho más fragmentaria (grande, pequeña y nuevas clases medias). Parte de ella es susceptible de adherirse al socialismo. Para ello el sufragio universal es el gran arma del proletariado. Donde existe, los obreros tienen más poder y pueden hacer más presión y nacionalizar industrias, hacer cambios sociales. No se ve en Bernstein el camino de la revolución sino un cambio gradual. El socialismo llega después de una serie de éxitos. Los socialistas han de ser el partido del proletariado pero no la dictadura del proletariado. No es precisa una revolución violenta para llegar al socialismo, sino una evolución por medio del sindicalismo y la acción política pacífica."
La izquierda marxista se dividió, como sabemos, en reformistas y revolucionarios, con varias subdivisiones en cada tendencia. Los reformistas sostenían que el capitalismo se podía hacer más humano y generoso. Los revolucionarios, que solamente una revolución que acabase con el capitalismo podría engendrar una sociedad justa, y que la teoría marxista debía adaptarse, pero siempre fiel a su carácter revolucionario. En esta división de la izquierda no se sabe de qué lado se hubiera alineado Marx; algunos, como Lenin, piensan que lo hubiera hecho del lado revolucionario, como lo sugiere alguna de sus frases. Estoy de acuerdo en esto con Lenin, y creo que su toma de partido arranca desde el enunciado de la teoría del valor-trabajo.

Los enemigos del comercio entre los luchadores sociales

La negación de la burguesía y de su mundo, incluyendo en él sin diferenciar a empresarios, inversores, banqueros, propietarios de la tierra, rentistas y dueños del capital, responde en espejo al desprecio de la sociedad poseedora por los que están al margen de ella, altanería a veces teñida de racismo. El “clasismo” de los trabajadores responde al de los patrones.
El gran trabajo de pensar un mundo distinto del existente, de concebir ideas que restauren la dignidad de los productores, de construir conceptos que abatan la arrogancia de los poseedores, y de organizar a los débiles para enfrentar a los fuertes socialmente, fue la obra de los reformadores, militantes y utopistas del siglo XVIII y XIX.
Sin ellos el mundo no sería lo que es hoy, la condición de los trabajadores cambió decisivamente en Europa y en América gracias a su compromiso y su labor.
Algunos de los que se comprometieron en la lucha contra los abusos soñaron un apocalipsis revolucionario que pariera una utopía comunista, un mundo solidario y armonioso que aboliera la pobreza al mismo tiempo que la riqueza. Ideas tomadas del acervo religioso que condenaban la posesión y el comercio, que demonizaban al dinero, que fueron recicladas y utilizadas por los pensadores laicos defensores de los trabajadores; muchos fueron enemigos de la propiedad privada, del dinero y del comercio.
El pensamiento social y el cuestionamiento de las miserias inducidas por el régimen mercantil y capitalista no se agota en Marx, que no es ni el principio ni el fin ni la cumbre. Pero es el más influyente en nuestra época, y el anticapitalismo se nutre de él.
El marxismo se inserta en la tradición de las luchas obreras, teórica y prácticamente. Republicanos, liberales y librepensadores se encontraban a gusto en el movimiento obrero, donde sus ideas eran hegemónicas. Como pensadores de esa veta, Kolakowski estudia a Gracchus Babeuf, Saint-Simon, Owen, Fourier, Proudhon, Weitling, Cobet, Blanqui, Blanc como precursores que Marx enfrentó y creyó superar.
El anticapitalismo alcanzó un nuevo estadio con la obra de Marx. De la dignificación del trabajo y la emancipación de los trabajadores en organizaciones propias, el marxismo pasó a la negación total del rol de capital como agente activo de la creación de valor de los productos, y lo redujo a la condición de puro apropiador. Pasó de la condena moral a la negación conceptual de su rol social, caracterizándolo como parásito de la producción, mero apropiador de valor por obra de su propiedad de los medios de producción.
El movimiento obrero supo superar, en parte, el dogma marxista y afirmarse como parte activa de la sociedad, aportando una parte decisiva de lo que es hoy nuestro modo de vida moderno y democrático. Tenemos instituciones estatales y privadas que se ocupan de la salud y de la educación fruto de esa lucha secular.

Crítica de la teoría marxiana del valor: su carácter excluyente y totalitario

Afirmo que el marxismo lleva el totalitarismo en sus genes.

El marxismo pegó el salto de la reivindicación obrera a la negación total del rol de capital como agente activo de la creación de valor de los productos, redujo al capital a la condición de puro apropiador y por el mismo movimiento, con la misma teoría, reivindicó el carácter científico de su visión.
Es claro que con lo “científico” viene lo compulsivo. Negar una verdad científica en el siglo XIX era exponerse al escarnio, pero en el siglo XX soviético negar el carácter “científico” del marxismo llevaba a la internación y al tratamiento psiquiátrico o peor, al gulag.
Las siguientes dos características de la teoría marxiana, que el marxismo conserva, le dan un carácter totalitario en potencia: (1) solamente los obreros producen valor, los pequeños campesinos y comerciantes son vestigios del pasado y capitalistas potenciales, y los capitalistas son parásitos sociales; y (2) la teoría no se puede contradecir porque tiene el valor de verdad que le da la ciencia. De lo cual se deduce que un estado "obrero", armado de la teoría marxista no admite contradicciones válidas. La clase es una, la teoría es una, y el partido en consecuencia es único también.

La fusión del individuo y la sociedad

A los ribetes totalitarios de la teoría del valor se suma la concepción del comunismo como fusión del individuo y la sociedad. Kolakowski (1976, Book One "The Founders", Chapter IX "Recapitulation", pp. 146-147) lo explica así:
“La trascendencia de la alienación es otro nombre para el comunismo: una transformación total de la existencia humana, la recuperación por parte del hombre de la esencia de su especie. El comunismo pone fin a la división de la vida en esferas públicas y privadas, y a la diferencia entre la sociedad civil y el estado; elimina la necesidad de las instituciones políticas, la autoridad política y los gobiernos, la propiedad privada y su fuente en la división del trabajo. Destruye el sistema de clases y la explotación; cura la división en la naturaleza del hombre y el desarrollo lisiado y unilateral del individuo. Contrariamente a la opinión de Hegel, la distinción entre el estado y la sociedad civil no es eterna. Al contrario de los puntos de vista de la Ilustración liberal, la armonía social debe buscarse no mediante una reforma legislativa que reconcilie el egoísmo de cada individuo con el interés colectivo, sino eliminando las causas del antagonismo. El individuo absorberá la sociedad en sí mismo: gracias a la desalienación, reconocerá a la humanidad como su propia naturaleza internalizada. La solidaridad voluntaria, no la compulsión o la regulación legal de intereses, garantizará la armonía de las relaciones humanas. La especie (véase Fichte) puede realizarse en el individuo. El comunismo destruye el poder de las relaciones objetivadas sobre los seres humanos, le da control nuevamente sobre sus propias obras, restaura el funcionamiento social de su mente y sus sentidos, y cierra el abismo entre la humanidad y la naturaleza. Es el cumplimiento del llamado humano, la reconciliación de la esencia y la existencia en la vida humana. También representa la conciencia del carácter práctico, humano y social que pertenece a toda actividad intelectual, y repudia la independencia falsa de las formas existentes de pensamiento social: filosofía, ley, religión. El comunismo convierte la filosofía en realidad, y al hacerlo, la anula.”
Subrayo: "The individual will absorb society into himself: thanks to de-alienation, he will recognize humanity as his own internalized nature." O sea, el individuo absorberá la sociedad en sí mismo: gracias a la de-alienación, reconocerá a la humanidad como su propia naturaleza interna. Es similar a lo que se llamó el “hombre nuevo” en la ideología revolucionaria de los años sesenta. El trabajador-militante que producía para el Estado “Proletario” impulsado por estímulos morales.

El totalitarismo en reiteración real

Ese carácter totalitario en potencia de la teoría de Marx y del marxismo pasó a ser en reiteración real en todos los regímenes proclamados socialistas o marxistas, en todos los climas y continentes, en todas las culturas y a partir de cualquier estadio de desarrollo económico, desde la Unión Soviética, pasando por Checoslovaquia, China, la Cuba de Fidel Castro, la Corea del Norte de los Kim, la Albania de Enver Hoxha, y terminando en la catástrofe venezolana de Chávez y Maduro.

Crítica de la teoría marxiana del valor. Inoperancia práctica – no explica el precio

La teoría del valor es empíricamente inútil para el cálculo económico y produce predicciones erróneas, proyecciones falsas. Eso alcanzaría para descartarla si su creencia no tuviera raíces religiosas.


Una teoría es algo distinto de una observación. Que la Tierra es redonda y gira sobre sí misma y alrededor del Sol no es evidente, pero explica bien las salidas del sol y los ciclos de las estaciones. Una teoría se considera válida si corresponde o explica los fenómenos observados; además, las predicciones que resultan de la teoría deben confirmarse en la realidad de las observaciones empíricas. De otro modo la teoría es descartada como inválida.
La coherencia interna de la teoría también es importante, eso lo tiene la teoría de Marx, pero no así las otras condiciones. Una teoría científica no es un teorema matemático.
En primer lugar, la teoría del valor-trabajo (la teoría del valor de Marx) no explica el precio de las mercancías. La divergencia entre el valor y el precio debería resolverse en el Tercer Libro de la obra.
El segundo y el tercer tomo del Capital son publicaciones póstumas de Marx. Engels editó sus notas y publicó ese trabajo. Cuando salió el Tercer Tomo en 1894 con la conclusión del trabajo de Marx, con el “cierre” de su sistema de ideas sobre el Capital, la decepción fue grande. El economista Bohm-Bawerk publicó en 1896 una crítica negando que se aportara en él una explicación satisfactoria a la conversión del valor (en el sentido de Marx) en precio constatado empíricamente, y siguió una polémica que no se apagó hasta hoy.
Escribió Kolakowski:
“La teoría del valor de Marx ha sido muy criticada desde varios puntos de vista, especialmente el de su inadecuación para el análisis empírico. La objeción fue expresada por Conrad Schmidt y después por Bohm-Bawerk [...], Sombart, Struve, Bernstein y Pareto, y en los últimos años por Joan Robinson y Raymond Aron. Mencionaremos los puntos principales.
[...] el valor en el sentido de Marx es inconmensurable [...]
Por esta razón, los economistas de un giro empírico consideran que la teoría del valor de Marx es inútil, ya que no puede aplicarse a la descripción empírica de los fenómenos. Su punto no es que Marx dio la respuesta incorrecta a la pregunta ¿Qué es el valor real? Sino que esta pregunta no tiene ningún significado en la ciencia económica si se refiere a algo más que a los factores que gobiernan los precios. Sobre esta base, la teoría de Marx ha sido criticada como metafísica en el sentido peyorativo dado a este término por los positivistas: es decir, pretende revelar la esencia escondida debajo de los fenómenos superficiales, pero no proporciona ninguna forma de confirmar empíricamente lo que dice.
[...]
Como interpretación de los fenómenos económicos, la teoría del valor de Marx no cumple con los requisitos normales de una hipótesis científica, especialmente la de la posible refutación [falsificabilidad].
[...]
La teoría del valor, entonces, no es una explicación de cómo funciona la economía capitalista, sino una crítica de la deshumanización del objeto, y por lo tanto del sujeto, en un sistema en el que todo está en venta. Desde este punto de vista, la teoría es parte del ataque romántico a una sociedad esclavizada por el poder del dinero.”

Crítica de la teoría del valor: Marx insatisfecho, Engels asume

Se afirma que Marx no estaba satisfecho con su teoría y es por eso que no publicó los tomos siguientes de su obra. Dice Escohotado que después del fallecimiento de Marx, Engels se impone el "esfuerzo de proporciones grandiosas" de terminar la obra inconclusa del Maestro y reconciliar el valor-trabajo con el precio, publicando el volumen II del Capital en 1885 y el tercero en 1894, compuestos a partir de un acervo de notas y cuadernos difíciles de descifrar, y en el caso de algún capítulo, escrito directamente por él. Engels dedicó ocho horas por día durante casi una década a la composición de este último volumen. Esfuerzo conmovedor, considerando que Marx abandonó su plan expositivo original algo antes de que se lo impusiera su salud, y coincidiendo con el momento en que el principio del valor/trabajo fue desalojado por el de la utilidad marginal. (Escohotado - Tomo II, pp. 365 y sig.)
La divergencia entre valor-trabajo y precio de las mercancías es reconocida explícitamente por Marx en una nota del Tomo I,14 divergencia de la cual, según él, pretende sacar partido la “economía vulgar”.

Crítica de la teoría del valor. Fracaso teórico

Esto despacha lo que respecta a la utilidad empírica de la teoría de Marx, porque entonces el valor, como condición separada y distinta del precio, resulta una propiedad que podríamos llamar metafísica de las mercancías, algo completamente indiferente a la economía, como así también la plusvalía, y todo lo demás.
En la vida de los negocios, en el día a día de los capitales, se sabe y se espera que los beneficios (identificados por Marx a la plusvalía) sean proporcionales al tamaño del capital (medido en unidades monetarias), pero en la teoría de Marx la plusvalía sería proporcional al “capital variable”, es decir a la parte invertida en salarios. Esa es una divergencia crucial entre la teoría de Marx y la realidad empírica, que el Tercer Libro del Capital intenta salvar, pero no lo consigue.
Además, y paralelamente a su fracaso empírico en el cálculo del precio, la teoría prevé una tasa decreciente de ganancia que llevará a la ruina del sistema capitalista. Esa predicción se reveló falsa, y el capital siguió prosperando cada vez más. Este es uno de los criterios principales de confirmación o invalidación de una teoría: sus predicciones confirmadas o invalidadas.
El sistema económico mundial será destruido quizás por la guerra nuclear, por la contaminación ambiental, por el cambio climático y/o por las fracturas sociales generadas por las desigualdades abismales fomentadas al abrigo de la conducción neoliberal predominante, pero no por lo que Marx predijo.
La teoría del valor, una vez despojada de su pretensión científica, queda reducida a una opción ideológica, a una creencia de raíz religiosa bien descrita por los historiadores citados, y es defendida desde posiciones partidarias por militantes de la revolución proletaria; es una toma de partido anticapitalista. Es una creencia, una opción como puede serlo cualquier religión. En responsabilidades de gobierno, esta ideología lleva a políticas discriminatorias y ruinosas, porque es una religión de odio que niega a una parte importante de la sociedad.

Crítica de la teoría del valor. Fracaso histórico de los regímenes marxistas

La teoría del valor de Marx está en el origen del fracaso histórico de todos los regímenes que se amparan en esa idea. El “socialismo real” es la cristalización de la teoría marxista y es sinónimo de ruina económica y opresión política. El responsable intelectual no es ni Stalin ni Lenin, sino Marx.

La teoría del valor de Marx es la base del “análisis de clase” que informa las políticas de todos los países que quisieron o quieren “construir el socialismo”. Analizan la sociedad en obreros fabriles (considerados proletarios), campesinos pobres (aliados asimilables al proletariado), comerciantes (asignados a la pequeño burguesía que aspira a devenir capitalista), campesinos medios y ricos (burguesía o pequeña burguesía rural), empresarios de todo tipo (burguesía capitalista), intelectuales (clasificados según su ideología, es decir en función de su adhesión al partido se considerarán aliados del proletariado o sus enemigos), etc. Todas estas clases se destruirán salvo la de obreros fabriles, que será encuadrada estrechamente por el Partido. El Estado “proletario” tomará el rol de todas las clases, es decir, todas las empresas y las explotaciones rurales serán dirigidas por funcionarios del Partido Único, el Estado “proletario” será el único propietario.
En la teoría de Marx, y en la práctica comunista, se ignora al empresario, al inventor y al inversor como factor productivo, aunque la historia enseñe lo contrario, a saber: que el pronóstico pesimista de rendimientos decrecientes y salarios declinantes se incumple justamente gracias a la inventiva, a la libertad y al estímulo de la libertad de comercio.
Esto que describo no es una ficción distópica, una pesadilla orwelliana, es lo que sucedió y sucede en los países socialistas. En Cuba, hasta hace poco, no podía haber ni un kiosko propiedad de un empresario privado. No había un chacarero que cultivara su parcela, porque la pequeño-burguesía genera capitalismo y hay que erradicarla, ya lo dijo Lenin. El Estado “proletario” toma todos los roles, salvo el de obrero, y elimina a los demás.
Esto ocurre y ocurrió realmente. Explica la ruina del socialismo en todos los lugares en que se dió, en las latitudes más diversas, en distintos continentes, con distintas lenguas y culturas de origen. En Cuba, Corea del Norte, Vietnam, Checoslovaquia, Hungría, Ucrania, y un largo etcétera. El Estado “proletario” es propietario de todo, intenta dirigir la producción mediante una planificación central, ignorando la demanda, bloqueando la creatividad y aniquilando a todo tipo de empresario y empresa privada. Durante algunos años, gracias al Sputnik y al poderío militar soviético, se creyó en la planificación central como en la panacea para curar el subdesarrollo. La experiencia fue concluyente y negativa.
Con el sistema socialista inspirado en el análisis de clase marxista el campo no produce y las fábricas son ineficientes, solamente marcha bien la industria militar, que no se fija en costos y no tiene competencia. Sin empresarios, sin comerciantes, sin libertad de asociación y de empresa, sin mercado, solamente con burócratas del partido único al frente de todo, impera el estancamiento y la rigidez, sin hablar de la corrupción inevitable y endémica. La URSS de Brejnev es el ejemplo, pero la Cuba de los Castro no es menos demostrativa.
Esto explica el fracaso histórico del socialismo y tiene su origen en la teoría del valor de Marx.

Costo humano del fracaso marxista

Me he referido arriba al fracaso histórico en su aspecto económico, pero no puedo dejar de recordar el costo humano de ese fracaso, las hambrunas y los campos de concentración, el estado de vigilancia cotidiana, la omnipresencia de la policía política, rasgo común y terrible de todos estos regímenes.
Creo que es necesario mencionar aquí, aunque sea al pasar, el Holodomor y Gran Hambruna China:
Holodomor o Golodomor (en ucraniano, Голодомор, “matar de hambre”), también llamado Genocidio ucraniano u Holocausto ucraniano, es el nombre de la hambruna que asoló el territorio de la República Socialista Soviética de Ucrania, en el contexto del proceso de colectivización emprendida por la URSS, durante los años de 1932-1933, en la cual habrían muerto de hambre entre 1,5 y 10 millones de personas. No fue una catástrofe natural. Fue provocada por Stalin para someter a los campesinos ucranianos que resistían la colectivización.
La Gran Hambruna China, oficialmente conocida como los Tres Años de Desastres Naturales, fue el período de la República Popular de China entre 1958 y 1961, caracterizado por una hambruna generalizada. Según las estadísticas del gobierno, provocó 15 millones de muertos en este período. Las estimaciones no oficiales varían, pero son a menudo bastante más altas. Yang Jisheng, un ex reportero de la Xinhua News Agency que pasó más de diez años reuniendo información de la que no disponían otros investigadores, estima un balance de 36 millones de vidas.

Conclusión

El anticapitalismo distrae de lo importante y desvía la política de izquierda de sus objetivos.


La cuestión de saber qué habría pensado Marx del estalinismo no se puede resolver, obviamente, ni tiene tanta importancia. Hubo partidos marxistas que condenaron el golpe de estado de Lenin contra el gobierno provisional (la llamada “revolución de octubre”), y otros que adhirieron a la IIIª Internacional; unos que demostraron que Lenin se apartaba de la teoría de Marx, y otros que sostuvieron que solamente Lenin le era fiel, ambos con citas y textos del Maestro en apoyo de sus respectivas tesis. Como en cualquier disputa teológica.
Sin duda el comunismo en China, Vietnam, Camboya, etc., impulsó y produjo cambios profundos, cuando no hecatombes. Son los cambios que la teoría marxista constata y predice que opera y operará el capitalismo: la modernización, la disolución de la sociedad tradicional, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo. Es más, el comunismo impulsó estos cambios a sabiendas de que operaba la revolución burguesa, premisa del socialismo y del comunismo en su teoría. De modo que no cabe duda de que el comunismo hizo obra: hizo obra capitalista, y de la más despiadada.
Otra cosa: es obvio que el comunismo es una religión sin dios, que promete el paraíso en la Tierra, y de ahí su gran debilidad, porque ese paraíso lo podemos evaluar. El comunismo fue y es una religión global, secular. En su ridícula pretensión de ser "científico" no se diferencia de otras religiones que también se consideran hijas de la ciencia.
Sin embargo, los partidos socialistas de occidente, no comunistas, socialdemócratas, siguieron durante mucho tiempo a la vez adhiriendo a la doctrina marxista y posponiendo el apocalípsis revolucionario, mientras desarrollaban sus actividades de organización y protección social de los trabajadores, enfrentados a los partidos comunistas y en competencia con ellos en los sindicatos por el favor de los trabajadores. Acusados siempre de colaborar con el capitalismo y de oponerse a la emancipación definitiva de la clase obrera, algunos partidos socialistas terminaron por abandonar la referencia marxista. Fue en el Congreso de Bad Godesberg de 1959 que el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) dio el paso, 42 años después de 1917. En esa ciudad, que es hoy un distrito de Bonn, la ex capital de la República Federal de Alemania, “El SPD abandonó formalmente el marxismo, renunciando a «proclamar últimas verdades», e identificando completamente socialismo con democracia. Así el SPD se propuso crear un «nuevo orden económico y social» conforme con «los valores fundamentales del pensamiento socialista» —«la libertad, la justicia, la solidaridad y la mutua obligación derivada de la común solidaridad»— y que no se consideraba incompatible con la economía de mercado y la propiedad privada.”
El SPD se comprometió a reformar el capitalismo sobre principios éticos y rechazó las nacionalizaciones como principio básico del socialismo.
El Partido Socialista Francés, que no se distanció explícitamente del marxismo, ganó las elecciones en 1981 en alianza con el Partido Comunista Francés, y emprendió un ambicioso programa de nacionalizaciones, del cual tuvo que dar precipitadamente marcha atrás dos años después, ante el descalabro económico que había provocado.

La izquierda que yo quiero

Entonces: ¿Qué pasa si la izquierda renuncia a actuar el apocalípsis comunista? ¿Qué queda de la izquierda si se despoja del marxismo y de la “revolución”?
Mi respuesta es: queda todo lo importante, la defensa de los débiles, la organización de la solidaridad, la lucha contra la injusticia, por mejores leyes y por más libertad y democracia. Afirmar la trascendencia del individuo quien, más allá de su rol en las estructuras sociales, ya sea trabajador asalariado, empresario, músico vagabundo, actor, técnico, artesano o malabarista, merece respeto y lugar, forma parte de la riqueza humana de la sociedad y se debe tratar como tal.
En 2014, frente al proceso electoral uruguayo, escribí en mi blog:
"Yo quiero “otra” izquierda. Para mí la disyuntiva no es [un candidato u otro del FA]. Quiero una izquierda que postule la defensa de los débiles, especialmente los niños, los minusválidos, los enfermos y los viejos, que se plantee como objetivo social la equidad y la igualdad de oportunidades, la regulación de un libre mercado sano y la defensa de la libertad de expresión y de las libertades individuales, incluidas la libertad de asociación y de empresa. Justamente por eso quiero una izquierda que no hable más ni de socialismo ni de marxismo ni de revolución, que entierre el cadáver del comunismo a tres metros bajo tierra sin dejar ninguna garra afuera. Una izquierda que no apoye a ningún régimen autoritario, ni el de los Castro ni el de los Chávez ni el de los Ortega, que no defienda a los represores, ni a los de hoy en Venezuela ni a los de ayer en Uruguay. Una izquierda que, en el gobierno, sepa tener relaciones con todos los países, con los supuestos buenos y los supuestos malos, pero que en el llano sepa distinguirlos. Una izquierda que no sea una federación de corporatismos.
Todo eso quiero y no lo tengo."

Valor mercantil y valor humano, el mérito y la remuneración

Queda mucho por decir sobre el valor que no es mercantil y sobre el mérito que no es eficiencia.
El valor humano, es decir, lo que amamos de los seres, lo que los distingue positivamente, lo que estimamos, admiramos o emulamos de los demás, no es medible en dinero, aunque a veces tenga repercusiones mercantiles.
Para empezar por lo más obvio, la vida amorosa y familiar, el desarrollo de los niños, la biología misma de la especie y, por lo tanto, de la sociedad, depende del vínculo afectivo. Sin él no es posible la existencia y el crecimiento de los individuos. Sin amistades y relaciones sociales no hay personas.
Un cantante que tiene éxito puede ganar mucho dinero, y su arte no deja de ser un valor que no se mide en dinero. Se puede ser un gran pintor o un gran músico sin éxito comercial. El mérito y el valor artístico se distribuyen de manera separada (aunque vinculada) al éxito comercial.
El trabajo solidario y voluntario, la organización de empresas que no persiguen fines de lucro inmediato, son valores que a veces sí y a veces no se traducen en actividades mercantiles redituables y dinero, pero que muy a menudo crean recursos esenciales para el resto de la sociedad.
Pienso en el soft libre, desarrollado y mantenido por trabajo voluntario y continuado, que hoy está incorporado a la actividad industrial en todo el mundo –los servidores Apache son mayoritarios en la red– y forma parte de la infraestructura informática del mundo moderno. La World Wide Web es en realidad un proyecto literario de híper texto, y si bien cambió al mundo, no hizo rico a su inventor.
Sin duda, el ejemplo más elocuente del poder actual del trabajo solidario (o generoso) es la enciclopedia Wikipedia, recurso cotidiano sin el cual ya no sabríamos trabajar.
Hacer del valor monetario y del mercado el único juez del valor humano y del mérito no es ni justo ni inteligente ni viable. Arruina a la sociedad y la vacía de sentido tanto como lo hace su contrario, la ausencia de estímulos materiales en el trabajo, la esclavitud o la condición de súbdito de un sistema totalitario comunista, que reseca la creatividad y la productividad.
Tenemos que vivir en una multiplicidad de referencias, no podemos contentarnos con una sola medida de todo. Las relaciones mercantiles son sólo una parte de las relaciones en las que viven inmersos los individuos.

Apunte sobre los problemas y las tendencias actuales, y los horizontes de fuga de los modelos

Las tendencias manifiestas de la sociedad globalizada son la desigualdad extrema, la vigilancia generalizada y el régimen plutocrático, es decir, los muy ricos, que ya tienen los bienes, tendrán también el poder político. Rechazo del “materialismo histórico” y del determinismo marxista.

Los problemas como los veíamos antes

Hace algunos años, pongamos 40 o 50, la preocupación dominante era que los dos tercios de la población del mundo pasaba hambre, era pobre y subalimentada, y se temía que el crecimiento demográfico explosivo agravara esa situación hasta el colapso de todo el sistema. El Tercer Mundo, oprimido por el imperialismo de los países desarrollados, explotado por el neo-colonialismo, no podría salir de su condición subdesarrollada sin una revolución que lo liberara; entre líneas se lee: que pasaran al régimen de planificación socialista y al campo liderado por la URSS o la RPCh. Se pueden consultar los manifiestos de la Conferencia Tricontinental (Asia, África y América Latina) de 1965 para ilustrarse al respecto. En esa época, el Che Guevara proponía crear “uno, dos, tres, muchos Vietnam”, e intentó hacerlo en Bolivia (sin consultar a los bolivianos, naturalmente).
La visión catastrofista y plañidera sobre el Tercer Mundo se fue disolviendo a medida que varios países de ese Mundo pasaron a ocupar lugares de relieve en la industria y en las exportaciones mundiales, cosas que en los años sesenta considerábamos imposible, porque era contraria a los “intereses imperialistas”.
Pero las cosas no anduvieron como pensábamos
Es interesante mirar un gráfico de la evolución de ciertos parámetros en los últimos 200 años porque contradice y desmiente el discurso de que todo anda mal y cada vez peor:




De este cuadro se concluye que la extrema pobreza disminuyó, así como la mortalidad infantil y el analfabetismo, y aumentaron la educación básica, la democracia y la vacunación.

Los problemas como se ven en la actualidad

De estas cifras, y de otras que se conocen, me parece importante destacar tres cosas:
1 – Tuvo lugar un prodigioso aumento de la población mundial y de la esperanza de vida promedio en todo el mundo. La población se ha multiplicado y los bienes disponibles aún más. La pobreza ha bajado globalmente y el acceso a los conocimientos se ha hecho posible a mucha más gente. Los cuadros de miseria y pobreza están lejos de desaparecer, pero se han reducido de manera constante, su tendencia es claramente a la baja. Hay una mejora innegable, que descansa en una expansión de la producción de todo tipo de bienes, la cual a su vez depende de la expansión del comercio mundial.
2 – La actividad humana multiplicada, la misma expansión de la producción que alimenta ese consumo creciente, pesa de manera negativa sobre el medio ambiente. Está en tela de juicio la sustentabilidad de la presencia humana en el Planeta. Están al orden del día la contaminación, el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y de los combustibles fósiles sobre utilizados: estamos provocando alteraciones en los equilibrios globales de la atmósfera y de los océanos que pueden tener consecuencias dramáticas y que ponen en peligro la supervivencia de nuestra especie, y la de muchas otras.
3 – En lo interno de las sociedades y los estados nacionales independientes, que hoy son la regla en todo el mundo, se avanza creando, no más pobreza, pero sí más desigualdad, tanto en los ingresos como en la influencia sobre el sistema político. Las migraciones agravan esta tendencia. Es decir, se polarizan los ingresos, y con ello se polariza la influencia política sobre el gobierno. Vemos surgir las alternativas de gobiernos plutocráticos o populistas, cuando no gobiernos que reúnen ambas características, como el de Trump.
Con la desigualdad extrema aparecen las fracturas sociales y los riesgos para la democracia. Se crean ghettos para ricos y ghettos para pobres, los polos se miran y no se conocen más, la sociedad está fracturada.
Los ricos protegen sus bienes y su modo de vida en enclaves aislados de los riesgos que se viven en los barrios menos pudientes, se crean barrios privados, countries cercados y recorridos por patrullas de personal de seguridad. Entre los excluidos crece la extrañeza ante un mundo de lujo y de riqueza que los medios de comunicación ponen en escena como modelo de vida, fascinante e inalcanzable. El terreno es propicio para que medren los demagogos de izquierda o de derecha.
A mi ver, estos dos son los problemas actuales más agudos: la contaminación ambiental con cambio climático asociado, y la desigualdad, con riesgos populistas para la democracia y una naciente plutocracia, que ocurren sobre el telón de fondo permanente y secular del fortalecimiento y expansión del Estado.

Las cosas se complican aún más con las nuevas tecnologías

La ecuación de la proyección social hacia el futuro de nuestras sociedades se complica con el agregado del desarrollo de las bases de datos, que registran y procesan hasta los detalles más mínimos de la vida de cada individuo, y con ello hacen posible una vigilancia y un control que la humanidad no había conocido nunca, junto al de la inteligencia artificial, que permite la explotación para diversos fines, tanto comerciales como policiales, de esas bases de datos; y que también automatiza tareas, sustituye personas por robots, cambiando el panorama laboral de todos.
No podrá existir una democracia real sin transparencia de los algoritmos que procesan las bases de datos, porque debemos saber con qué criterios nos evalúan y prevén, ni sin formación accesible para los puestos de trabajo de la nueva economía, así como una amplia red que amortigüe los rezagos. Software libre, de código abierto, revisable por el público, estándares públicos, algoritmos conocidos, centros de formación técnica, científica y artística accesibles para todos. Son las condiciones de una verdadera democracia en el contexto de la nueva economía transformada por la revolución de las comunicaciones y la tecnología digital y biológica.

Convergencia de los distintos modelos

Varios y muy distintos partidos proponen sin embargo modelos que convergen, por distintos caminos, hacia una sociedad vigilada, plutocrática, polarizada, fracturada, burocrática y oligárquica.
Los polos ideológicos, o propuestas, y sus horizontes de fuga, son:
• El camino “neo-liberal”, cuyo horizonte de fuga es el régimen plutocrático. El endiosamiento del mercado, definitorio del neo-liberalismo, sacraliza los resultados aleatorios del intercambio mercantil como dictados divinos, y estos resultados son siempre la polarización extrema de la riqueza, y la consiguiente polarización en espejo de la influencia sobre el poder político (lo que llamamos la plutocracia), que a su vez fija y perpetúa la fractura social.    
• El polo estatista, anti capitalista o socialista; su horizonte de fuga es la constitución de una “nueva clase” (Milovan Djilas): la burocracia, que desarrolla un espíritu de casta, privilegios hereditarios, y un mundo separado donde desarrolla su vida. Esto ocurre y ocurrió en todos los países socialistas, y también en algunos que no se llaman tales.
• El camino desarrollista-capitalista de capital controlado por un Estado omnipresente, que hace de la influencia sobre el Estado un factor decisivo en el éxito en los negocios; esto da existencia a un régimen mercantilista que no dice jamás su nombre. Es el régimen predominante en América Latina, y que toma siempre, a la postre, uno de los dos caminos mencionados anteriormente.
Todos estos modelos o caminos conducen, convergen hacia una sociedad fracturada en oligarquía-súbditos. En algunos casos, la libertad de comercio no existe, en otros muere como resultado paradojal de su ejercicio, junto a las demás libertades.
Como alternativa real, verdadera, efectiva, a la fractura o polarización de la sociedad en amos y esclavos es necesaria una propuesta liberal-social, que proteja el desarrollo de una clase media profesional dinámica, industrial y comercial, de trabajadores, empresarios y profesionales libres, y adaptar los recursos públicos a la protección de las condiciones de precariedad y de los riesgos del emprendimiento y la inversión, inherentes a esa configuración.
Hoy la precariedad es el lote de los intelectuales, dirigentes de empresa, técnicos e inversores, y de la mayoría de los empleados trabajadores. Las instituciones no están adaptadas a ella, a pesar de que es el rasgo más saliente de la nueva economía.


lunes, 18 de julio de 2022

Izquierda, derecha: una puesta en claro

Introducción

Este ensayo intenta restaurar un significado coherente de las nociones de “izquierda política” y “derecha política” que suelo manejar; es una clarificación que necesito para poder usarlas. También para ubicarme en el mapa político según mis creencias y mis ideales.
Queda dicho pues que este trabajo es autorreferencial, es un hito de mi historia. No pretende descubrir algo nuevo, sino poner en orden mis ideas. Quizás le sirva a alguien para poner en orden las suyas.
Una segunda parte, en texto separado, está dedicada a la crítica del marxismo, y especialmente de la teoría del valor-trabajo, que a mi ver es la piedra angular del anticapitalismo, persistente en la izquierda.
El marxismo fue mi religión política durante muchos años y su estudio consumió una buena parte de mi tiempo. Intento distinguir el anticapitalismo de la izquierda.
Tampoco aquí hay novedades, todo está dicho y escrito en algún lado, pero pongo un énfasis personal en denunciar a la teoría del valor-trabajo como el origen de las catástrofes ocasionadas por la doctrina.
En esa segunda parte incluyo un análisis de las perspectivas de futuro. Allí trato de identificar los problemas más importantes que a mi juicio debemos enfrentar en la actualidad como colectivo humano.

Las palabras, campos de batalla

La complejidad de los términos políticos es producto de la historia, tanto de la historia universal como de la local y reciente.
El siglo XX, con la descolonización, el estalinismo, el cambio profundo de la sociedad, la degradación del medio ambiente, sin olvidar las guerras y las revoluciones, ha desfigurado el esquema binario izquierda-derecha. Las palabras, izquierda, derecha, fascismo, democracia, libertad, se han convertido en campos de batalla donde se enfrentan concepciones opuestas.
El filósofo italiano Norberto Bobbio (1909-2004), en su ensayo “Destra e sinistra” (1996) intentó desenmarañar la madeja y salvar la noción de izquierda, tanto para hacerse entender, como para seguir adhiriendo a algo que consideraba esencial de su existencia social: su militancia por equidad y justicia. Sigo su huella, así como la de otros autores que me inspiran, como Antonio Escohotado, François Furet y Leszek Kolakowski. La lista de las deudas intelectuales es larga y la pondré en otro lado.

Confusión. Izquierda y antiimperialismo

Desde hace un siglo, por lo menos, se ha desplazado el centro de gravedad de la izquierda de la lucha obrera y por las libertades institucionales a las reivindicaciones nacionales.
El Risorgimento Italiano del siglo XIX, que llevó de frente la aspiración a un estado nacional unificado con el reclamo de un régimen constitucional, fue una fusión lógica y armoniosa del patriotismo con la izquierda.
La historia agridulce de las repúblicas americanas es un drama inconcluso de aspiraciones y frustraciones.
Luego, en el siglo XX, la emancipación de las colonias, la descolonización en África y Asia también alineó a los nacionalismos nacientes con los reclamos universalistas e igualitarios de la izquierda.
Como resultado esto lleva a que se confundan antiimperialismo e izquierda y a que se reemplace uno por otro. Cuando el antiimperialismo muta en nacionalismo excluyente o étnico encarna valores que están en el polo opuesto a la izquierda, por lo que se produce una inversión maligna al confundirlos. El ejemplo paradigmático en Argentina es el desprendimiento del movimiento católico, peronista y de extrema derecha Tacuara, acaudillado por Joe Baxter, que por vía de su antiimperialismo pasó del nacionalismo de extrema derecha a formar parte de los movimientos armados de extrema izquierda; recordemos que este grupo participó en la fundación del MLN Tupamaros; que una parte de él fue a dar a Montoneros, otra al ERP, y que Baxter mismo terminó en el trotskismo. Otro caso ejemplar y sugestivo es la evolución de los partidos comunistas serbio y ruso postsoviéticos hacia el ultra nacionalismo autoritario, como el encabezado por Milosevic.

Entrevero. El bolchevismo y la izquierda

El bolchevismo (o leninismo) nació de la izquierda, surgió en el partido socialdemócrata ruso, e intentó apoderarse de ella con exclusividad, condenando a su matriz socialdemócrata como “traidora”, “social fascista”, etc. En ese intento tuvo éxito, en cierta medida, durante mucho tiempo.
El principal exponente y el heredero del bolchevismo en nuestro continente es el régimen cubano, que se apoderó de Venezuela a través del régimen de Chávez y Maduro, infiltró sus instituciones y sus empresas, le extrajo miles de millones de dólares, y pretende extenderse a otros países. En el FA uruguayo el régimen cubano es artículo de fe, ni se lo critica ni se lo condena, así como se hace silencio sobre el régimen chavista, haga lo que haga. En el monopolio de la izquierda política en Uruguay no se puede atacar ni al bolchevismo ni al régimen cubano.
El fascismo mussoliniano, un nacionalismo militarista, imperialista y excluyente, nacido del movimiento socialista italiano, en su fase final también antisemita, se opuso al bolchevismo y al socialismo, y en cierto momento intentó monopolizar a la derecha.
Fascismo y bolchevismo ponen en escena su antagonismo, y pretenden que esta oposición domine las opciones políticas: el que no está con uno tiene que estar con el otro.
Como la historia enseña, esa enemistad aparente es complicidad real contra los regímenes democráticos. Lo demostró la experiencia del antifascismo en Europa en la década del 30, cuyos hilos movía Stalin, que condujo al pacto germano-soviético de 1939.
Siguiendo con los ejemplos, el nacionalismo vasco racista-esencialista de ETA es considerado de izquierda porque adhiere al marxismo-leninismo, aunque su origen sea de extrema derecha (en el Carlismo).

El camino recorrido

Mi camino por las ideas comenzó por un antiimperialismo primario, el rechazo a la invasión de Guatemala en 1954 por un ejército mercenario pagado por la CIA, que derrocó al gobierno reformista y democrático de Jacobo Arbenz (con una secuela sangrienta que todavía perdura). La invasión en sí y la versión mentirosa que dio la prensa del hecho me marcaron para siempre. Fue perpetrado en nombre de la democracia por la primera democracia liberal del mundo, y manchó durablemente su imagen (la imagen del país y la de la democracia) a los ojos de los jóvenes de mi generación.
El golpe de Guatemala fue casi paralelo a la represión soviética de la revolución húngara en 1956, que cimentó el “tercerismo” muy en la línea del semanario “Marcha”, es decir, no nos alineamos ni con el bloque soviético ni con Estados Unidos.
Viví luego el entusiasmo con la Revolución Cubana de 1959. De allí evolucioné con la polémica chino-soviética de 1963 a un maoísmo anarquizante que me llevó a confundir la Revolución Cultural china de 1966 con una revuelta anti burocrática, consternante ingenuidad que cometí en la buena compañía de una parte de la intelligenza francesa e italiana.
En esa senda se alternaron la experiencia (militancia estudiantil, política y sindical en Uruguay, viaje a la China de Mao, vida en el Chile de Allende y en la Francia de Mitterrand) y el estudio, con especial énfasis en “El Capital” de Karl Marx. Mis intereses filosóficos a partir de 1973 se abrieron a otros autores, natural y afortunadamente. Mis intereses literarios hacía tiempo que corrían por otro carril.
Si entendemos “ideología” como “religión política”, siempre intenté someter creencias y opiniones a la razón y a los hechos de la historia: para conservar los valores y descartar los relatos ficcionales y facciosos.
Por eso mis ideas han ido cambiando. No es un motivo de vergüenza, al contrario, para mí lo es de orgullo. Pues las ideas existen para ser objetos del pensamiento, para comunicar y discutir entre seres pensantes, por oposición a los dogmas que nos aíslan en sectas estancas. Los dogmas nos estrellan contra el muro de la realidad y de la razón.

Izquierda, Derecha: origen histórico de los términos

En la Revolución Francesa

Los términos izquierda y derecha, usados para calificar a una tendencia o idea política, nacieron en la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa, como lo explica el siguiente extracto del artículo “Izquierda política” de la Wikipedia:
“El término Izquierda política, como el de Derecha, tiene su origen en la votación que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa en la que se discutía la propuesta de un artículo de la nueva Constitución en la que se establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea Legislativa. Los diputados que estaban a favor de la propuesta, que suponía el mantenimiento de hecho del poder absoluto del monarca, se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea. Los que estaban en contra, y defendían que el rey sólo tuviera derecho a un veto suspensivo y limitado en el tiempo poniendo por tanto la soberanía nacional por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda del presidente. Así el término "izquierda" quedó asociado a las opciones políticas que propugnaban el cambio político y social, mientras que el término "derecha" quedó asociado a las que se oponían a dichos cambios.”
En esta figura paradigmática, inaugural de la significación de los términos derecha e izquierda, hay ya por lo menos dos dimensiones que volvemos a encontrar una y otra vez: igualdad y libertad, los temas eternos que dividen las aguas de nuestras ideas políticas. Primero la cuestión de la autoridad absoluta del Rey, por encima de la libertad de la Asamblea; y segundo la cuestión de la igualdad, si el Rey es uno más, con iguales derechos.
La historia de la Revolución Francesa también dio origen a otros clivajes: “una izquierda liberal que rechaza el Terror del ‘93 a favor del ‘89 de los derechos; una izquierda jacobina centrada sobre el estado y su poderío renovado por la Revolución y el Imperio; una izquierda colectivista que llama a ir más allá de la Revolución y la República en el Socialismo; una izquierda libertaria, finalmente, que defiende, contra el poder y las élites, el rol de las clases populares en la búsqueda de la igualdad.” (Tomado del comentario en Le Monde fechado 28/09/2012 del libro de Jacques Julliard “Les gauches françaises 1762-2012 Histoire, politique et imaginaire”.)

El Renacimiento, la Ilustración

Más allá de los términos, derecha e izquierda, las ideas mismas que se agrupan bajo esas etiquetas son un conjunto variopinto de diverso origen histórico, con raíces en el desarrollo de la civilización europea occidental y en la historia americana.
Me resulta necesario distinguir en ese conjunto las ideas comunistas de las liberales.
El comunismo está bien estudiado por Antonio Escohotado en su monumental obra “Los enemigos del comercio”, indispensable.
Las ideas liberales, republicanas, democráticas, por su parte, también tienen su historia, que empieza en Grecia antigua, y que fueron siempre (no sólo ahora) antagonistas de las de la vertiente comunista. Dice Escohotado:
"...la expresión más brillante de escándalo es una República platónica concentrada en oponer seguridad y libertad. Allí, junto a la propuesta de regresar a la severidad del ayer, encontramos también por primera vez la de reconvertir lo privado en común.
"Desatendido políticamente por sus compatriotas, Platón se convirtió más tarde en el principal inspirador de la teología, la pedagogía y la ética cristiana.
"Su crítica de la democracia como demagogia triunfó y, sin embargo, la aspiración al autogobierno no pudo erradicarse. Por caminos casi siempre sinuosos acabó imponiéndose una libertad inseparable de innovación, y Europa se convertiría en foco de una cultura occidental llamada a ser política y económicamente hegemónica.” (Antonio Escohotado. Introducción a “Los enemigos del comercio”.)
Subrayo del texto de Escohotado la frase: “la aspiración al autogobierno no pudo erradicarse”. Esa aspiración reaparece en las repúblicas italianas del Renacimiento, en las ciudades comerciantes de la Liga Hanseática, en la Holanda protestante. Inspira la pluma de muchos filósofos de la Ilustración. En la República de Holanda gobernada por el liberal De Witte vive, piensa y escribe Baruch Spinoza.
Triunfa con los Founding Fathers de la Revolución Norteamericana. Produce la llamarada de la Revolución Francesa. Inspira a José Gervasio Artigas.

La izquierda ¿es comunista o liberal?

No intento hacer una historia de las ideas liberales, sino explicar qué entiendo por ideas de izquierda. Pero eso no se puede hacer mencionando una sola raíz. Y la doble naturaleza de la izquierda, liberal y comunista no puede negarse, aunque el comunismo pretenda relegar al liberalismo a las tinieblas exteriores, o bien mantenerlo controlado en una alianza donde es hegemónico.
Me parece decisivo y fundador, en la formación del espíritu de izquierda liberal, el intento de crítica racional de las ideas establecidas. La creencia en la razón es lo que llevó a Baruch Spinoza, David Hume, Montesquieu y otros filósofos a someter a la crítica a las instituciones del Estado, a la Monarquía y a la Biblia; lo que permitió pergeñar la idea de progreso y la aceptación de novedades, lo que fundó la esperanza en la ciencia y la creencia de que con los cambios se podrían mejorar la vida de los individuos y a la sociedad toda.
Por eso, para mí, lo digo sin ambages, la verdadera izquierda es liberal.

Izquierda y derecha políticas

Right & Left in a nutshell

La cita de Stuart Mill dice todo lo esencial sobre la izquierda y la derecha puras, entendiendo "party" no como "partido" sino como "partidarios":
“A party of order or stability, and a party of progress or reform, are both necessary elements of a healthy state of political life.” (John Stuart Mill "On Liberty" 1859)
La cita de Enriques Krauze en cambio, lo dice todo sobre nuestra confusión (en Letras Libres, junio de 2020): "Un senador de la república me interpeló ... con una cita de Octavio Paz: ‘Hay que repetirlo: nuestra obtusa derecha no tiene ideas sino intereses’. Le respondí completando la cita: ‘La izquierda está paralizada por una tradición dogmática y por su pasado estalinista’. ".
¿Es la derecha algo más que sus intereses egoístas, es la izquierda algo más que su dogmatismo comunista?
Entonces, he aquí mi propuesta positiva: la derecha considera que lo que es, está bien, y debe perdurar. Es un estado de satisfacción en lo que respecta al orden social, de respeto de la tradición y de resistencia a los cambios; y la izquierda cuestiona los dogmas religiosos y las jerarquías, pone a la razón y la ciencia al frente de sus prioridades, toma partido y la palabra por los menores y los relegados, es un estado de insatisfacción y de deseo de cambio.
La derecha es la conservación de la tradición y el orden social.
La izquierda es la innovación, el progreso a través de lo nuevo, las nuevas ideas superando a las antiguas. Es el cuestionamiento de la autoridad, es el David con la honda de ła crítica derribando al Goliath de los dogmas

La libertad y la verdad

Verdad y libertad: son territorios en disputa, sin duda. Deliberadamente sitúo el tema “libertad” fuera de “izquierda” y de “derecha”, porque no pertenece de derecho a ninguno de las dos, como tampoco la “verdad”. Ni la libertad ni la verdad son valores de izquierda o de derecha. Son valores en disputa, de los que unos y otros quieren apropiarse y exhibir como propios.
La derecha mercantilista y la izquierda comunista rechazan la libertad de comercio, como la derecha autoritaria, el oscurantismo religioso y la izquierda comunista aborrecen la libertad de pensamiento. Pero ello no compromete ni a todas las izquierdas ni a todas las derechas.
Durante todo el siglo XX una buena parte de la izquierda estuvo asociada al comunismo, y éste a la represión y al dogmatismo, en cumplimiento de un supuesto destino proletario. La bandera de la libertad de pensamiento y de creación quedó en manos de la derecha liberal y del socialismo democrático. Libertad y verdad son criterios para juzgar tanto a la izquierda como a la derecha, me refiero a la verdad histórica sobre todo.
Y quiero aclarar que aquí no estoy hablando de libertad en el sentido de aquella compleja relación del individuo con su propia finitud, por un lado, y con la infinitud de su potencial creativo, por el otro.
Hablo de libertad política individual. Es decir, de qué restricciones hacen pesar la familia, la sociedad y el poder del Estado sobre el individuo; qué límites se imponen a su conducta, a su pensamiento y a su expresión, a su búsqueda, a sus desplazamientos, a su actividad productiva, comercial o intelectual, a su asociación con otros, a su vida sexual y amorosa. A qué leyes está sometido, quién las dicta, quién las hace respetar, y cómo se asignan las responsabilidades correspondientes.
La respuesta a esas preguntas define el régimen político imperante, que puede ser más o menos libre o autoritario.

Derecha

Entiendo que la “derecha” es la corriente política que da preeminencia al mantenimiento del orden social y a la conservación de las tradiciones. Defensa y restablecimiento del orden, transmisión de las tradiciones, allí está, creo yo, el corazón legítimo de la derecha y su verdadera razón de ser, las fuentes de su fuerza y de la adhesión que suscita, la explicación de su continuidad y de la vigencia política permanente de sus ideas.
Conservar el orden social es, casi siempre, perpetuar la posición social de las personas, ya sean estas propietarios, siervos, obreros fabriles, etc, según los casos y las sociedades; la reproducción del orden social por la herencia es crucial. La movilidad social, el cambio de estamento, ya sea durante la vida de los individuos o de su progenie, puede ser tolerada por la derecha, pero es mirada con desconfianza como un peligro, un factor disolvente de las costumbres y de los valores a conservar.

Rituales y costumbres

Los rituales y las costumbres de la vida cotidiana son parte integrante de las tradiciones, expresan la estructura social y, al ejecutarse, la conservan y la reproducen. El casamiento, por ejemplo, pero también la obtención de diplomas, la comunión, la circuncisión, la fiesta de quince, la bar-mitzvah, etc.
Sin duda el orden social también está representado en ciertos rituales banales y cotidianos, diferentes según la sociedad de que se trate; entre nosotros puede ser el uso de corbata en ciertas ocasiones, los protocolos de saludo, de precedencia, de trato.

Orden social

Más importante aún: el orden social es también lo que nos preserva de la rapiña, de la violación, del asalto a mano armada, es lo que hace que nuestros depósitos bancarios estén seguros, es lo que garantiza la propiedad de nuestra casa, e via dicendo.
Se entiende, pues, que el orden social es un valor que la mayoría comparte, y que es un gran bastión político de la derecha. La izquierda tiene que pensarlo muy bien antes de atacarlo, y debe respetarlo si quiere tener vigencia electoral y amplia adhesión popular.
Incluso cuando el orden es desbaratado por un levantamiento revolucionario, generalmente considerado de izquierda justamente porque rompe el orden existente, la nueva autoridad constituida tiene como primera preocupación el restablecimiento de la vigencia y el respeto de la ley, sea de la antigua ley o de la nueva, la antigua si la revolución es derrotada, la nueva si triunfa.
Cuando un movimiento político transformador intenta analizar el orden social vigente para determinar qué partes se pueden cambiar sin peligro de caos y cuáles hay que preservar, es porque sabe que no se puede jugar con ello de manera irresponsable.

La huelga

La huelga fue mirada por la izquierda revolucionaria del siglo XIX (en particular por los anarco-sindicalistas) como la expresión y la herramienta de la subversión total del derecho de propiedad, capaz de conducir y de alumbrar un nuevo orden social.
Pero las luchas sindicales y obreras condujeron a otro equilibrio entre clases sociales. La codificación del derecho de huelga es un recurso para abrir, en el orden social imperante, una puerta que permita la reivindicación obrera, articular un espacio de protesta y de cambio, sin desarmar la estructura general. La introducción del derecho de huelga es considerado, con razón, obra de la izquierda, y fue en su momento denunciado como subversivo, pero hoy forma parte, a partir de su adopción en el marco legal, de las reglas del orden social. Hoy, la huelga y los sindicatos son vistos como un factor de equilibrio. Tan solo una derecha extrema sigue soñando con la supresión total del derecho de agremiación y de huelga.

La tradición

La tradición es otro de los bastiones de la derecha. La tradición incluye las creencias religiosas, el rol canónico de la mujer y del varón, ciertos valores y anti valores, como ser el rechazo de la homosexualidad y la admiración del coraje guerrero. La tradición se transmite de generación en generación sin que la política intervenga, casi, en ello. Pero la política de derecha hace de ella una bandera, mejor dicho, hace de su conservación una bandera. Las tradiciones se transmiten de una manera que es imperceptible desde el escenario político, salvo cuando alguna de ellas es cuestionada o atacada, por ejemplo por el movimiento feminista o el de gays y lesbianas reclamando el derecho de adopción. Entonces se produce un enfrentamiento en el que los defensores del bando tradicional, el statu quo, son casi siempre actores políticos de la derecha.
Pero, por supuesto, los valores tradicionales y las tradiciones tienen la adhesión de la mayoría, y su abandono supone un desgarramiento mayor en la sociedad, que no ocurre sin conflicto.

La defensa de los ricos

La derecha ha tenido siempre el rol principal en la defensa de los ricos y los poderosos. Estos financian sus partidos políticos, sus asociaciones y sus ateneos. Esto deriva de aquello: los ricos y los poderosos son las personas mejor instaladas en el orden vigente, que les conviene preservar.
Pero esto solo no podría explicar la fuerza de sus partidos, ni podemos creer que la mayoría de la gente, que no es ni rica ni poderosa, está engañada y es ciega a la realidad, aunque algo de esto puede haber. El fondo de la cuestión es, sin embargo, que la derecha cuenta con dos palancas de mucho coeficiente, que son el orden y la tradición, porque estos son aceptados por la mayoría como una necesidad y un bien social. Que en general lo son, sin duda.

La derecha paternalista

El “estado del bienestar”, que es hoy prenda de los gobiernos socialdemócratas, fue en sus comienzos una táctica ideada por la derecha para preservar el orden social y quitar aire a sus adversarios socializantes. Antes aún, existieron las iniciativas de las parroquias en ayuda de los pobres, de los indigentes, de los huérfanos y los enfermos. Esto no tiene origen en ideas de izquierda, sino en una sensibilidad especial frente a las dificultades de las personas desfavorecidas o desgraciadas.
Hablaremos de esto más adelante, ahora basta recordar que los Estados nazis y fascistas fueron Estados de Bienestar, proveían salud, alojamiento, transporte y diversión, acompañadas de su propaganda, y lo hacían de una manera paternalista, sin permitir una organización independiente de los objetos de esas políticas.
La derecha más autoritaria es también paternalista.

Izquierda

La izquierda pura – la igualdad

Me refiero así a la izquierda como pensamiento libre, sin los compromisos ni las responsabilidades del gobierno o del poder político, porque siento la necesidad de distinguir la izquierda como orientación de gobierno (o que se prepara para gobernar) y la izquierda como sensibilidad social movilizada por fuera del Estado, independiente de él.
Así como la derecha pura es la tradición y el orden, la izquierda pura es la palabra de los disconformes, es el cuestionamiento del orden imperante, la puesta en tela de juicio de los valores tradicionales, y es la aspiración de igualdad, de justicia y de libertad.
Norberto Bobbio se pronuncia por la aspiración a la igualdad como criterio para distinguir izquierda y derecha: "[...] me resulta que el criterio [...] para distinguir la derecha de la izquierda es la distinta actitud que los hombres [...] asumen frente al ideal de la igualdad, que es, junto al de la libertad y el de la paz, uno de los fines últimos que se proponen de alcanzar y por los cuales están dispuestos a luchar."(Cap. VI - Eguaglianza e libertà pp.71-82)
Son también estos unos valores muy apreciados y, por lo menos de palabra, reconocidos por una amplia mayoría. Las diferencias empiezan cuando se llega a los casos concretos, quién tiene derecho a qué según su condición.
Pero las dudas van más allá de la casuística pues la igualdad, la libertad y la justicia son conceptualizadas de modos muy distintos según las corrientes políticas y filosóficas.
Por igualdad algunos entienden la absoluta igualdad de bienes materiales. La experiencia de los kibbutz es un ejemplo de intento de llevar a la práctica social el ideal de la igualdad, pero en condiciones acotadas. Algunas comunidades religiosas, y quizás los saint-simonianos, también lo intentaron o lo intentan. En nuestro medio existieron (¿existen?) experiencias como la Comunidad del Sur, y otras. El ideal o meta final del comunismo expresa esa creencia. “A cada cual según sus necesidades” reza el principio, lo cual supone una abundancia ilimitada de bienes y/o una restricción de las “necesidades”. Pero este ideal no conoció nunca ni siquiera un comienzo de aplicación a escala de una sociedad compleja. La experiencia de los Jemeres Rojos en Camboya en 1978 fue quizás una, y terminó en genocidio. Sólo hay experiencia de reparto de bienes limitados según distintos criterios, pero siempre mediando en el reparto o bien un mercado comercial o bien una burocracia omnipotente.
La igualdad como concepto tropieza con la desigualdad inherente a la especie humana, pues siempre habrá diferencias de sexo, de edad y de salud, por lo menos. Es imposible que no haya, además, diferencias de aptitud para tal o cual actividad, diferencias de facilidad de aprendizaje, diferencias de gustos y de vocación. Todo concepto de igualdad debe lidiar con estas desigualdades que no se pueden borrar en ninguna sociedad, ni real ni imaginaria.
El tema de la igualdad es central y muy problemático. Lo menciono sin pretender resolverlo.
Creo que John Rawls, que en “A Theory of Justice” reflexiona sobre la desigualdad, y sobre qué desigualdad puede ser aceptable en una sociedad para ser considerada “justa”, se acerca a una solución y propone un criterio teórico.
A propósito de igualdad no podemos dejar de citar a Hume:
“Dividamos las posesiones de un modo igualitario, y veremos inmediatamente cómo los distintos grados del arte, esmero y aplicación de cada hombre rompen la igualdad. Y si se pone coto a esas virtudes, reduciremos la sociedad a la más extrema indigencia. En vez de impedir la carestía y la mendicidad de unos pocos, éstas afectarán inevitablemente a todo el cuerpo social. También se precisa la inquisición más rigurosa para vigilar toda desigualdad, tan pronto como aparezca por primera vez, no menos que la más severa jurisdicción para castigarla y enmendarla. Pero tanta autoridad habrá de degenerar pronto en una tiranía, ejercida con grandes favoritismos.”
Según Antonio Escohotado, que lo cita en "Los enemigos del comercio" Tomo 1, pág. 385,  “Lúcido y premonitorio, fue dirigido a los levellers, primigenios comunistas, y es válido para todas las experiencias realizadas hasta hoy”.
La igualdad que defiende y caracteriza a la izquierda liberal (ya no es la izquierda pura) es la igualdad ante la ley que, recordemos, se ilustra en la abolición de la servidumbre y de la esclavitud, de modo que la “igualdad ante la ley” tiene mucho que ver, en su origen, con la lucha por la libertad política. O, más simplemente, como lo dice Antonio Escohotado, la búsqueda de “una sociedad sin superiores e inferiores por nacimiento.” (T1, pág 222) Es la negación tanto de los privilegios aristocráticos como de condiciones de inferioridad hereditarias. La igualdad que quiere la izquierda liberal comprende la igualdad de oportunidades, de acceso a la ciencia, al conocimiento del mundo, a la experiencia artística, a la información. Y es una igualdad universalista, para todos, sin distinción de origen étnico, sexo o religión.

La justicia

La justicia es aún más difícil de aprehender. Es la aspiración a la plena vigencia de un estado de derecho, con la aplicación de leyes “justas” (las comillas indican que hay una disputa en cuanto a cuáles serían las leyes justas). Esta aspiración incluye el juzgamiento y la condena de los crímenes impunes de los poderosos de una época, por ejemplo de los crímenes de la dictadura en Argentina y de las torturas, de las desapariciones y los robos de bebés. En esto muchas corrientes de derecha democrática van a concordar. Pero la justicia que quiere la izquierda no es simplemente la vigencia del estado de derecho, sino también la eliminación de las injusticias sociales, como la pobreza hereditaria, con su cortejo de déficits educativo y sanitario, y la extrema polarizacioń de la distribución de los bienes y de los beneficios del desarrollo industrial y científico. No es lo mismo que la igualdad, pero converge con ella a una sociedad donde se moderan las diferencias sociales.

El orden social y la tradición

La izquierda se opone al orden establecido. Lo considera injusto.
Se opone a la tradición, por lo menos a algunos de los valores que son aceptados como religión por la sociedad.

La Ilustración

La crítica, la reflexión, la razón, la ciencia, son valores que la izquierda hace flamear en sus estandartes, y es legítimo porque históricamente ellos socavaron la autoridad de la tradición religiosa, la de los doctores de la iglesia y el orden de los señores feudales.
Sin embargo, la libertad de comercio, decisiva en el trabajo de zapa del orden feudal, y la base de la prosperidad actual del mundo, no es defendida por la izquierda de manera unánime: la vertiente social democrática marxista la cuestiona, (sin hablar de la comunista, que la rechaza de plano, como también rechaza todas las demás libertades).
La ciencia (el espíritu científico, y sus logros) es hermana de la Ilustración.
El tema de la libertad de crítica y de pensamiento toca el de las libertades en general, y es territorio en disputa entre la corriente comunista y la corriente liberal en la izquierda. El dogmatismo marxista, con su pretensión a la verdad única “científica”, es todavía hoy un formidable enemigo de la libertad, tanto de pensamiento como de comercio.

La izquierda en el gobierno

Vimos, en el apartado anterior, la izquierda “pura”. Sin embargo, cuando llega al gobierno a la izquierda le toca asegurar el mantenimiento del orden y el respeto de la tradición, por lo menos de algunas tradiciones, como ser las que conforman la identidad nacional. Si no se ha separado la Iglesia del Estado, como en Argentina o el Reino Unido, el gobierno de izquierda tiene la obligación de hacer respetar las tradiciones religiosas. Menuda contradicción.
Cuando gobierna, tiene que hacerlo para todos, no solamente para quienes están de acuerdo con sus ideas; avanzar con leyes y consensos, si quiere mantenerse dentro de la institucionalidad democrática. En el gobierno debe dirigir la policía y las fuerzas armadas, administrar las cárceles, proceder según las leyes anteriores, mientras que no consiga cambiar algunas. Ya no puede ser la izquierda “pura”, sin compromisos. Eso, sin contar los casos en que cae directamente en los vicios que criticaba desde la oposición.

El espíritu revolucionario y los extremos autoritarios

La extrema izquierda

La izquierda extrema es la izquierda revolucionaria, la que busca el triunfo definitivo y absoluto de sus ideas, de su concepto de la justicia y de la igualdad, la victoria final de su modelo de sociedad, por los medios que sean. El fin es tan alto, tan absoluto, que justifica cualquier sacrificio (vidas, generaciones, valores). El parecido con el fanatismo religioso (católico, islámico, etc.) no es mera coincidencia.
El problema de las revoluciones izquierdistas triunfantes es que pretenden suprimir al orden injusto y también a sus defensores. Suprimen los partidos de derecha y luego tienen que asumir su función, pues es necesario defender el orden y preservar las tradiciones, ya sean estos las nuevas tradiciones y el nuevo orden. Un solo partido, una sola tendencia, ocupando todas las funciones, actuando en todos los roles.
La Revolución goza de un inmenso prestigio. Revolucionario es un adjetivo poderoso, su mención suscita entusiasmo o temor, pero emociona siempre al extremo. Ha sido el fondo de comercio del régimen cubano de Fidel Castro, que lo explota hace más de medio siglo, sin que dé señales de agotamiento, a pesar de haber arruinado a su país y de haberlo hecho vivir bajo un despotismo paralizante. Es como lo que en otra época puede haber sido el prestigio de la palabra divina, de un profeta o de un rey taumaturgo. ¿Por qué?
Es (creo) que la Revolución evoca el acceso a la utopía. No es simplemente el derrocamiento de un régimen político, de un gobierno o de un monarca, es el pasaje intentado al reino celestial, a la edad de oro; “revolución” significa justamente eso, vuelta completa de 360 grados, el retorno al comienzo, al paraíso perdido, a la mítica armonía que, se cree, existió al alba de la sociedad humana, el “comunismo primitivo” de Engels, o cosa similar. En nuestra América, de raigambre guaraní, el espíritu revolucionario atisba desde las profundidades de la “tierra sin mal”, meta de las migraciones emprendidas por poblaciones enteras bajo la conducción de un karaí.
Esta revolución reivindica y utiliza para sus fines la violencia del oprimido. Los mujiks que incendian el castillo de los señores, los esclavos que matan a sus amos, esto es, el “odio justo” contra el cual nos prevenía Nina Berberova, la violencia que, según Franz Fanon, transforma al oprimido en libre. Franz Fanon teoriza la función redentora de la violencia. Pero luego del estallido revolucionario, de la rebelión, hay que hacer entrar en cintura a los insurrectos, hay que poner orden. La izquierda revolucionaria que es primero violenta, es después represiva.
La Revolución es, sin duda, una prenda de la izquierda, pero la desborda por todos lados. Tiene de la izquierda el cuestionamiento del orden establecido y de las tradiciones instaladas, pero le suma el dogmatismo de sus objetivos, –en el polo opuesto a la libertad de pensamiento y a la duda científica–, y la defensa a ultranza del futuro nuevo orden, en lo cual se identifica con la derecha más absoluta. Stalin y Hitler pueden ser equiparados como expresión de poder totalitario, revolucionario y absoluto, subvirtiendo el orden y las tradiciones que los precedían, e instaurando otras que convirtieron en intangibles, absolutas, incuestionables.
Se podría decir que la izquierda es compañera de ruta de la revolución, pero que esta última la supera, la desborda, y finalmente la derrota.
Vale la pena escuchar a Leszek Kolakowski sobre el “Espíritu Revolucionario”:
"En general, la mentalidad revolucionaria es la actitud espiritual que se caracteriza por la creencia particularmente intensa en la posibilidad de una salvación total del hombre en oposición absoluta con su situación actual de esclavitud, de manera que entre las dos no habría ni continuidad ni mediación; más aún, que la salvación total sería el único fin verdadero de la humanidad al cual todos los valores deberían estar subordinados como medios. No existiría más que un solo valor que sería la negación total del mundo existente."(Leszek Kolakowski "L'esprit révolutionnaire" Denoël 1985)
También a George Orwell:
"Es el sueño de una sociedad justa que parece poblar la imaginación humana en todas las edades, sea que se llame el Reino de los Cielos o la sociedad sin clases, o bien que sea concebida como una Edad de Oro que existió alguna vez en el pasado y de la cual degeneramos. Innecesario decirlo, los esclavos fracasan en alcanzarla. En cuanto se establecen como una comunidad su modo de vida resulta tan injusto, laborioso y lleno de miedo como cualquier otro." (George Orwell (1944) "Arthur Koestler")

La libertad divisoria de aguas

Si la actitud ante la igualdad divide las aguas entre la izquierda y la derecha, la libertad (política) lo hace tanto en el seno de la derecha como en el de la izquierda. Otra vez recurrimos a Norberto Bobbio:
“Hay doctrinas y movimientos autoritarios tanto en la derecha como en la izquierda. [...] porque el criterio de la libertad sirve para distinguir el universo político no tanto respecto a los fines sino en cuanto a los medios para alcanzarlos: se refiere, esto es, a la aceptación o al rechazo del método democrático, entendido como el conjunto de reglas que permiten de tomar decisiones colectivas a través de debates libres y de libres elecciones, sin recurrir a la violencia. El contraste respecto al método permite distinguir en el ámbito de la derecha y de la izquierda el ala moderada del ala extremista.” (“Destra e sinistra” pág. 80)
La disposición frente a la libertad y a la violencia divide las aguas tanto en la izquierda como en la derecha.

Otras revoluciones, que no son LA Revolución

Quiero dejar constancia de que en la historia hay muchas revoluciones que no responden a la descripción esbozada más arriba, es decir, la del apocalipsis emancipador: la Revolución Francesa del comienzo hasta el Terror Jacobino; la revolución china de 1911 que derrocó a los emperadores y fundó la República presidida por Sun Yat-Sen; la revolución rusa de febrero de 1917 que derribó al Zar y fundó una república parlamentaria, aniquilada por Lenin y Trotsky en octubre de ese mismo año; la revolución “de los claveles” de 1974 en Portugal que derribó a la dictadura salazarista; la revolución “de terciopelo” checa que sacudió el yugo comunista; las primaveras árabes; la Transición española después de la muerte de Franco, que desembocó en la Constitución de 1978; etc. Generalmente son las revoluciones que alcanzan sus objetivos cuando obtienen la victoria, cuando consiguen derribar al poder despótico, instaurar una república, una monarquía constitucional o un régimen religioso (pensar también en la Revolución Inglesa de Cromwell, en la de Calvino en Ginebra).
El leninismo distinguía estos dos tipos de revolución llamándole a una “proletaria” y a la otra “burguesa”. Y si no encajaban en la burguesa eran “insurrecciones” o “revueltas”. Yo prefiero llamar a la primera “totalitaria (de intención)” y a las segundas dejarlas sin denominación común, porque su diversidad es grande y hay que ir caso por caso.

La derecha extrema

La derecha extrema es la derecha revolucionaria. Según esta corriente, las reglas vigentes acarrean una decadencia del orden y de las tradiciones y es necesario cambiarlas radicalmente, inclusive por la violencia, para no seguir deslizándose barranca abajo en la pendiente de la degeneración y de la corrupción de las buenas costumbres, para no perder totalmente la sustancia única del (imaginario, ficcional, mítico) ser nacional. Discurso similar ligeramente cambiado, pero igualmente apocalíptico en la variante religiosa de lo mismo. No es conservadora de las reglas, sino que propone un cambio radical de ellas, pero siempre en nombre de un orden y de una tradición, que necesitan de un remedio draconiano para sobrevivir.
Un ejemplo de este concepto puede ser el movimiento insurreccional de Francisco Franco, que enfrentó a la República Española.
El totalitarismo
La derecha totalitaria, nazi o fascista, es también revolucionaria, pero es algo aparte. El totalitarismo, fascista o comunista, es el tema del libro de Hannah Arendt, al cual me remito. Arendt osó meter en la misma bolsa al hitlerismo, al estalinismo y al fascismo, para gran escándalo de los comunistas, que se creían los enemigos mortales del nazismo. Arendt mostró el carácter propio del totalitarismo, que no puede considerarse ni de izquierda ni de derecha, aunque venga de esos lugares. El estudio de Arendt hace época, y no intentaré resumirlo aquí.

El populismo

El populismo no encaja en los perfiles que he diseñado, ni el de la izquierda ni el de la derecha.
El odio de los ricos y la agitación contra las élites se encuentra en todas las formas de populismo, aunque algunos pondrían eso en el rubro "izquierda".
Se constituye en torno a un líder y propone un discurso que toma temas de la izquierda y de la derecha según la coyuntura.
Remito a un artículo de mi blog:
https://eduardomariani.blogspot.com/2018/07/apuntes-sobre-el-populismo.html

El centro político

(fragmento de mi artículo “La destrucción del centro”)
Por centro político entendemos los sectores reformistas auténticamente democráticos y moderados. Reformistas en el sentido más amplio, porque es claro que desde el centro se pretende cambiar cantidad de cosas, todo lo que no anda bien, todo lo que es injusto para la mayoría o dañino para el país. Democráticos porque su acción se desarrolla dentro las instituciones y en uso legítimo de los derechos constitucionales; son instituciones que el centro defiende por principios republicanos, y no en función de una cierta realpolitik. Son moderados porque se mantienen a distancia de las visiones apocalípticas que pretenden arreglar los vicios e injusticias de la sociedad con cambios súbitos y draconianos, generalmente mediante revoluciones armadas o regímenes autoritarios. El centro es considerado centro izquierda o centro derecha según hacia qué lado incline sus alianzas (para llegar al poder) o sus arbitrajes (una vez en él). [...] No puede ser marxista-leninista (es decir endiosar al partido y al Estado) ni neoliberal (o sea, endiosar al mercado), aunque puntualmente promueva medidas estatistas o liberalizadoras. [...]
Se debe insistir sobre el calificativo de auténtico. Muchas fuerzas políticas intentan aparecer como de centro, ostentan carátula y pose de centristas, pero esconden la pezuña violenta y autoritaria. El tema de la impostura, de la demagogia, es fundamental porque es el modo de volver la democracia y la libertad contra sí misma, de usar la libertad para destruirla, de valerse de los recursos de la democracia para socavarla. Eso hacen los demagogos, los Perón, los Chávez. Cuando la democracia se vuelve sagrada e inatacable, llegan los populistas a continuar la obra de los fascistas.

Notas para un programa de gobierno de centro izquierda en Uruguay

La primera conquista que debe plantearse el Centro es su independencia política, cosa desesperadamente ausente en el Frente Amplio uruguayo, donde el PCU y el MPP dominan y condicionan las opciones. La independencia política del Centro (uruguayo) fue asesinada junto a Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz en Buenos Aires en 1976.
Hay que proponerse reforzar el Estado de derecho y acometer la reforma del Estado (que incluye Verdad y Justicia, naturalmente, pero muy especialmente transparencia, reducción, simplificación y agilización de la burocracia, que asfixia a las familias y a las empresas).
La reforma del Estado incluye la de las empresas del Estado, para acercarlas al derecho privado. Inversiones, control, productividad. Algunos lo llamarán privatización, pero no lo es. El Estado puede (y debe en el caso de Uruguay) conservar el paquete mayoritario de algunas. El personal empleado debe perder sus privilegios, que dividen a la sociedad uruguaya. Esto vale también para los gobiernos departamentales.
Reforma del derecho penal y de las cárceles, seguridad en los barrios, etc.
Integración social, que incluye con énfasis, pero no se agota en: protección de la infancia y de la maternidad. También: educación básica, científica y profesional, deportes, artes, música, urbanística, vivienda, etc.
Inversión en materia gris, transformación de la estructura productiva del país en ese sentido.
Desarrollo: atacar los problemas seculares de caminería, transportes, energía e integración regional, lo cual implica replantearse el famoso puerto de aguas profundas.