Buscar este blog

martes, 2 de abril de 2013

Hablemos de totalitarismo (II): los peligros actuales

Y hablando de totalitarismo y de siglo XXI, hay que poner los relojes en hora. Los tiempos son propicios a los discursos encomiásticos de la democracia y de la libertad que brinda el mercado y la circulación del dinero. Se describe un sistema que mantiene en equilibrio el poder del estado y el control que sobre él ejercen los ciudadanos, mediante la prensa y los medios de libre expresión, un contrapoder que neutraliza los excesos del primero y tiende a depurarlo de la corrupción y los abusos. Es un relato muy lindo, que me gusta creer, pero que está todavía muy lejos de la realidad que vivimos.
El problema es que estamos presenciando el desarrollo de un proceso que puede muy bien llegar a sofocar a ese sistema tan bello que nos describen, desviarlo y frustrarlo definitivamente, reduciéndolo a una cáscara ideológica vacía y un cínico discurso justificatorio: es el ascenso de la plutocracia.

Tenemos aquí, por un lado, la acusación lanzada por los blancos: “¡totalitarios!”, por el otro a la izquierda, levantando los brazos al cielo y clamando inocencia. Pero nadie habla de fenómeno totalitario, de la importancia de la libertad y de los peligros actuales. No es el viejo totalitarismo hitleriano o stalinista el peligro que se cierne sobre nuestras sociedades.

Son otros los procesos tenebrosos que amenazan nuestra libertad:  El control y monitoreo de  nuestras comunicaciones, la invasión de nuestra reflexión privada (que tiene lugar en gran parte sobre los medios electrónicos de comunicación), las restricciones a la libertad en nombre de la “lucha contra el narcotráfico”, la piratería y el terrorismo. Y las abismales desigualdades generadas por el desarrollo económico, que extreman la concentración de la riqueza en un polo reducido de adinerados, que crean las condiciones para el triunfo de la plutocracia.
Las democracias industrializadas, los países ex comunistas y la China convergen por distintos caminos hacia una plutocracia, es decir, el dominio del estado por un pequeño grupo de gente muy rica, que aspira a servirse del poder estatal para mantener y aumentar su riqueza. El camino hacia el reino de la plutocracia en EE.UU., Rusia y China no puede ser más diferente y específico, pero parecen converger a un modelo con rasgos comunes -- abismales desigualdades sociales, limitación de libertades, concetración de riqueza y de poder estatal, con poderes discrecionales para los servicios de seguridad. (El Presidente de EE.UU. puede mandar matar a quién decida, por ejemplo.) Decir desigualdad no es decir pobreza, atención, sino pobreza relativa.
Valdría la pena detenerse un momento a reflexionar en estas cosas, antes de lanzar fuegos griegos con figurines del siglo XX. Estamos frente al desarrollo de una aberración del siglo XXI que se edifica, en algunos casos, dentro de las reglas de la democracia y sirviéndose de ellas. No sirve oponerle el totalitarismo del siglo XX, ni para remplazarlo ni para criticarlo. Es un fenómeno en desarrollo, que cambia las reglas de juego en la sociedad para convertirla en el teatro del reino del dinero como patrón único y descarnado de las relaciones sociales. Es la muerte de todos los valores que nos permiten vivir, el pensamiento, la ciencia, el arte, el amor,
absorbidos y hegemonizados por la riqueza material, es decir, por lo que el dinero puede comprar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario