Durante
la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se produjo una mutación
histórica, un cambio epocal en la configuración geopolítica del mundo.
Fue
una guerra que comenzó en territorio europeo entre estados europeos.
Alemania invadió Polonia en setiembre de 1939, y Francia y el Reino
Unido se alinearon con Polonia. La guerra se transformó, en tres o
cuatro años, en guerra mundial entre grandes potencias extra europeas.
Alemania atacó a la URSS el 22 de junio de 1941. Japón atacó a EE.UU. el
7 de diciembre del mismo año.
Pero
Europa fue el principal teatro de operaciones de esa guerra, en lo que
concierne la guerra terrestre. Y a su término, se halla a dos
grandes potencias, EE.UU. y la U.R.S.S. ocupando y repartiéndose el
continente Europeo. Una de ellas es americana, la otra es europea, pero
solo en parte y teóricamente. Invaden, bombardean, ocupan y controlan
los países claves del continente. Salvo España, Portugal, el Reino
Unido, Suiza y Suecia, todos los demás países europeos sufrieron la
ocupación y la dominación de estas grandes potencias no europeas.
La
Unión Europea se concibió en los campos de prisioneros y en las
batallas de la Segunda Guerra Mundial. Los padres que impulsaron la
Confederación del Carbón y del Acero, que después fue el Mercado Común y
luego la Unión Europea, comprendieron que una Europa dividida y en
conflictos intestinos era fácil presa de las potencias exteriores. A
pesar de estar destruida y en ruinas al salir de la Guerra, era la presa
más codiciada del mundo, y lo seguiría siendo, y lo es aún hoy con más
razón, por su acumulación de riqueza y de conocimiento.
Y
su desunión la pone en peligro, como ayer, más que ayer, pues hoy las
potencias exteriores han crecido, son potencias industriales, nucleares,
con recursos enormes. No existe solamente EE.UU. y Rusia, existen
también la India, China, que son potencias mayores y nucleares, y también
potencias menores: Japón, Brasil, Pakistán, etc., algunas de ellas con
el arma nuclear.
Una
Europa dividida es débil, se puede jugar a un país contra otro, Europa
unida es fuerte, puede jugar en la escena mundial de igual a igual con
las demás potencias.
Eso
es lo que está en juego en la crisis del euro. La dinámica de la Unión,
contrariada por el fracaso en el 2006 del proyecto de constitución
europea, que hubiera puesto las bases de una unión política con cesión
parcial de soberanía, y permitido la unión bancaria y fiscal, vive ahora
una prueba mayor. Su existencia misma está en juego.
Muchas
fuerzas juegan en contra del euro, que es jugar contra la UE. Los
soberanistas y los especuladores, desde extremos opuestos, lo hacen.
Si
Europa retrocede en la Unión, en dos generaciones o aún antes,
tendremos una guerra en Europa y por Europa, una guerra de rapiña, por
apropiarse de su riqueza o para eliminar a un rival. ¡Que esto no
ocurra, que la Unión Europea se consolide y crezca! La paz del mundo
está en juego.
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