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lunes, 2 de agosto de 2010

Wikileaks: la militancia 2.0

La palabra militancia ha adquirido, a nuestro pesar, una connotación de fanatismo milenarista, de entrega absoluta a alguna variedad de apocalipsis, fin de mundo, revolución, utopía, rapture o juicio final. Se llama hoy militantes a los soldados de causas que van desde la realización del perfecto comunismo, punto de llegada y final de la historia, hasta el triunfo absoluto de la ley islámica, se aplica a gente más dispuesta a morir que a vivir.
Hay, sin embargo, militantes en el sentido que dábamos antes a esa palabra: el trabajador voluntario de una empresa social, el que contribuye por vocación a un colectivo que realiza un proyecto, que puede ser casa, camino o comedor infantil, que puede también ser Wikileaks o soft libre.
Justamente, de Wikileaks queremos hablar.
Cientos de voluntarios y una ingeniería sagaz montaron una organización que se dedica a publicar documentos comprometedores y a poner en aprietos a instituciones poderosas, desde estados a ejércitos o bancos.
Estos voluntarios o militantes no se reúnen en un galpón ni hacen asambleas de cuerpo presente. Se conocen por la web y comunican entre sí por su intermedio.
Empezaron en 2006 y tienen ya varios trofeos colgados en su pared virtual, donde exhiben la cabeza de varios grandes depredadores de la sociedad globalizada del siglo XXI. Por ejemplo los bancos islandeses y el Ejército estadounidense en Afganistán.
La hazaña más reciente es la revelación de seis años de informes militares estadounidenses hechos desde el teatro de la guerra en Afganistán, una carpeta de 92 mil documentos secretos.
Esos archivos fueron puestos a disposición de varios diarios y fueron revisados y publicados coordinadamente por Der Spiegel, The Guardian y el New York Times el lunes 26 de julio.

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