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domingo, 18 de julio de 2010

Carta de Octavio Paz a Carlos Franqui

La madura lucidez de Octavio Paz (Premio Nóbel de Literatura 1990) se paladea en esta misiva enviada a Carlos Franqui en 1980, para invitarlo a integrar la redacción de su revista Vuelta.

[Extraída del libro de Carlos Franqui "CUBA, LA REVOLUCIóN: ¿MITO O REALIDAD? MEMORIAS DE UN FANTASMA SOCIALISTA" Editorial Península 2006, pp. 402-405]

Paseo de la Reforma nº 389-104

México 5, D.F.

22 de mayo de 1980

Querido Carlos:

Estoy en deuda contigo. Desde hace mucho tiempo quería escribirte pero, como quería hacerlo largamente, no encontraba nunca el momento propicio. Después pensé que te vería en la reunión del Pen Club en Nueva York; por desgracia, a última hora, tuve que renunciar a mi viaje. En fin, ahora me decido a enviarte estas líneas tardías. Perdóname.

Tienes razón en pensar que "los premios dañan". Pero no podemos evitarlos - son parte de los riesgos del escritor moderno - , y el único remedio contra ellos es aceptarlos con escepticismo, como una vacuna contra peores infecciones. También tienes razón en pensar que "la política es el fracaso de la literatura", sólo que, de nuevo, no hay manera de evitarla: la política es nuestro destino de hombres modernos. Tal vez "destino" sea una palabra con una carga bárbara, homérica; así, agrego que la política es un destino que, para cumplirse, reclama nuestra libertad. O sea: hay que asumir la política. Pero asumirla implica no identificarse enteramente con ella, preservar nuestra alma en plena lucha. Esto es lo que tú hiciste y por esto, al perder el poder, ganaste la estimación y el respeto de todos nosotros. Y ésta es, creo, la diferencia entre ellos y nosotros. Para ellos, la política es un absoluto al que todo y todos - hombres, obras y cosas - deben someterse. Su exigencia es la misma de los antiguos cristianos que tanto escandalizó a los paganos. Sólo que el nuevo absoluto, además de ser más feroz que los antiguos, es grotesco: no es un dios, sino una abstracción sin cara.

Una de mis grandes aficiones es la poesía china. Entre mis poetas, hay tres o cuatro contemplativos chinos. Al principio, me turbó saber que aquellos poetas abstraídos en la contemplación de un paisaje sin historia y cuyos poemas eran himnos a la vacuidad, también habían sido funcionarios y que algunos habían sido, incluso, ministros y gobernadores. Después comprendí que en ellos las dos actitudes - la renuncia a este mundo y la acción sobre este mundo - eran complementarias. En las últimas semanas he leído y releído traducciones de poetas griegos y latinos, una tradición de poesía más activa que la china y más directamente enlazada a la historia, y otra vez me ha impresionado ver en todos estos poemas la presencia constante de la política con su cortejo de príncipes, demagogos, caudillos, masas enloquecidas y engañadas, tratados violados y, siempre, la guerra. Tu frase, quizás, podría invertirse, con una leve corrección: "La literatura es el fracaso de la revolución". Quiero decir: la literatura es la venganza de la imaginación contra el fracaso de la justicia. La literatura es asumir la condición a un tiempo insignificante y trágica de los hombres - comenzando por la de cada uno de nosotros -. La literatura es la crítica de la política convertida en absoluto, la afirmación de lo singular frente a la totalidad. En este sentido me siento, como tú, más cerca de Kundera que de Solzhenitzin. Quizás el ruso es un profeta, pero con frecuencia los profetas terminan en inquisidores. Solzhenitzin es un personaje religioso y a medida que pasan los años mi ambivalencia frente a las religiones - todas - es más violenta: me atrae su sed de totalidad, me repugnan sus iglesias y sus sistemas teológicos. Me defiendo de sus absolutos con la duda y la ironía. Mis modelos son Sócrates y Lao She, que sabían sonreír.

Te confío todo esto porque tus reflexiones sobre lo que ocurre en el mundo me han impresionado. Creo que el peligro no es el poderío del imperio ruso, con ser tanto, como la debilidad moral, la miopía y el egoísmo de sus adversarios. Las democracias burguesas no han podido - no han querido - ganarse la amistad de los pueblos pobres. Tampoco han sido capaces de recobrar el temple, la entereza y la lucidez. Pero vivimos el fin de un período, no de nuestra civilización. Los imperios "socialistas" llevan en la sangre la tiranía en el interior y la guerra en el exterior: se destruirán unos a otros. ¿Seremos capaces de impedir que, antes, nos destruyan a nosotros? Si Occidente desapareciese, desaparecería por un siglo o más la posibilidad de cambio. Mi generación y la tuya se enfrentan a un gigantesco equívoco histórico: el "socialismo" no ha sido la solución, la respuesta creadora frente a la crisis del capitalismo, como creían los fundadores en el siglo pasado, sino al contrario, ha sido el tiro por la culata, la respuesta regresiva. Los regímenes marxistas-leninistas no han curado a las sociedades modernas de sus males: no sólo no han extirpado la explotación de los trabajadores, sino que han trasformado la sociedad de clases del capitalismo liberal en la sociedad de castas del capitalismo burocrático totalitario. No hay nada paralelo a esta regresión salvo, quizás, el derrumbe del mundo antiguo: la caída del Imperio Romano de Occidente - Bizancio es otro tema - significó una vuelta a la barbarie, a esa edad oscura de la que hablaron los historiadores del siglo pasado. Pero el "socialismo" totalitario es una regresión más profunda aún que la que fueron los reinos bárbaros que sustituyeron en Occidente al Imperio Romano, entre los siglos V y VII. Si por un milagro histórico, el imperialismo yanqui desapareciese de pronto y en su lugar surgieran regímenes "socialistas" en nuestros países, esos regímenes se harían inmediatamente la guerra entre ellos y se devorarían los unos a los otros. El triunfo de cada "socialismo" no significa la paz, sino la guerra santa universal y permanente - la guerra ideológica.

Lo más triste de todo es que mientras en Europa la "inteligencia" sale, así sea a medias, de su letargo marxista-leninista, en América Latina la realidad atroz del "socialismo real" - por ejemplo Cuba y su "boat people" - no sólo no conmueve a nuestras pensantes cabezas de chorlito, sino que fortalece su devoción hacia Castro. Los García Márquez y los Cortázar no son excepciones, sino legión. En México, además, cuentan con el apoyo del gobierno que, como en los tiempos de Echeverría, se inclina más y más hacia un demagógico pro castrismo, doblado ahora de un pro sandinismo igualmente demagógico. En esta actitud, se juntan un antiamericanismo irracional y populachero con un maquiavelismo no menos irracional y miope. Nuestro gobernantes - sobre todo el Ministerio de Relaciones Exteriores - creen que con esta política pueden neutralizar y comprar a la izquierda nativa - no se equivocan quizás - y también conjurar el peligro que viene de Centroamérica - en lo cual se equivocan burdamente -. En México, como sabes, desde hace más de medio siglo ser "de izquierda" es una profesión burocrática.

Vuelta se ha vuelto - valga el inepto juego de palabras - una isla. Estamos rodeados tanto por las eternas envidias literarias como por el odio teológico de la izquierda, no curada aún de su antiguo estalinismo ni de su más reciente y virulento castrismo. Pero seguimos y persistimos. Naturalmente, no abdicaremos: la literatura y el arte son y seguirán siendo el centro de nuestra revista. Pero continuaremos nuestra razonada crítica política y quisiéramos ampliarla. Ojalá que tú pudieses ayudarnos. Te necesitamos. Tenemos una sección que se llama "Letras, letrillas y letrones". A mí me gustaría mucho que tu colaborases en ella con cierta frecuencia, por ejemplo, cada dos meses, con notas sobre temas de política internacional y política cultural. En general, las notas de "Letrillas" son pequeños artículos con una extensión de entre cuatro y ocho páginas escritas a máquina a doble espacio. Por supuesto, tú podrías escribir sobre todos los temas que se te ocurran, ya sean de política o de arte, de moral o de literatura. Nuestros honorarios son modestos: entre 100 y 120 dólares por nota. Además, claro está, con menos frecuencia, podríamos publicar un ensayo largo, de unas veinte a treinta cuartillas. Los honorarios: entre 250 y 350 dólares. Por correo aparte y aéreo te envío los últimos números de la revista.

Con la esperanza de que aceptes esta invitación, te envío

Un gran abrazo

Octavio Paz

P.D. Estaré en Europa en junio, en Alemania y unos días en París. Puedes escribirle, durante mi ausencia, a Enrique Krauze, secretario de Vuelta: Leonardo da Vinci, 17 bis, México 19, D.F.

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