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miércoles, 16 de mayo de 2012

Cerrar la fábrica de delincuentes

Hay una emergencia nacional de violencia y de rapiña.

Si algo puede demostrar la intensidad de la alarma pública es la presencia en una plaza, al mismo tiempo y por el mismo motivo, de dirigentes sindicales y políticos de distintos partidos, y hasta de la esposa del ministro del interior, diputada del partido de gobierno.

Una gota que desborda el vaso, después de tantos asaltos y disparos a quemarropa sin motivo, de ejecuciones a mansalva, de asesinatos por dos pesos. Una gota, de sangre de un padre de cinco hijos.

La alarma se justifica, pero no parece haber solución milagrosa y drástica para un fenómeno que brota de una profundidad histórica, que tiene raíces en largos años de dar la espalda a problemas que ulceran.

Y no estoy pensando ni en la injusticia social ni las pocas oportunidades que se abren a los jóvenes por el retraso en el desarrollo de las instituciones educativas. Que también, por supuesto, son parte importante del problema. Las instituciones del Estado, higiene, seguridad, educación, salud, deberían llegar a todos y a todas partes, pero no llegan. La desigual distribución del ingreso, en aumento, se refleja en una muy desigual distribución de los beneficios del progreso.

Pienso sobre todo en las cárceles.

Pienso en el código penal aberrante que ignora la presunción de inocencia y atiborra los centros de detención a troche y moche, amontonando gente de todos los horizontes delictivos en mazmorras indignas, verdaderas fábricas de delincuentes.

Eso es lo que son nuestras cárceles: fábricas de delincuentes.
E incluyo, obviamente, los centros de detención para menores, que pueden catalogarse como cámaras de tortura. Está dicho negro sobre blanco en informes internacionales, no estoy revelando nada.


La educación, la acción social en barrios desfavorecidos, la ayuda a muchachos de familias desintegradas, etc., son acciones importantes con efecto a largo plazo. Emprendimientos del tipo "efecto Medellín", como el del Complejo Cultural "Sacude", en Manga, Casavalle y Villa Española, que no se pueden abandonar, al contrario, que hay que multiplicar.

"Hay que tirar para que te respeten"
Pero es indispensable y urgente cambiar las cárceles, porque son atentatorias de los derechos humanos de los detenidos y porque son fábricas de delincuentes, incubadoras de violencia.
Allí, el que entra por un homicidio está mejor visto que el simple ladrón, y cuantos más haya matado, mejor es. "Hay que tirar para que te respeten", dijo el muchacho que mató al planchero de La Pasiva. Es un mundo de anti-valores, de la negación de la vida productiva en sociedad, un universo de excluidos, que hemos creado y que estamos manteniendo.

Restablecer la presunción de inocencia
Hay que terminar con el procesamiento con prisión injustificado que se practica hoy, decidido en el desconocimiento de la presunción de inocencia, y según la pena que correspondería en caso de verificarse la culpa del reo. A prisión habría que enviar solamente a aquellos que sean peligrosos, que podrían corromper las pruebas o comprometer a los testigos; si no, que queden libres hasta que culmine el proceso. Como se hace en otros países, que no son paraísos de delincuentes.

Habilitar centros de detención diferenciados y decentes (además de seguros), quiere decir escalonados según el tipo de delito y la carrera delictiva, con profundidad de penas, donde nadie, jamás, "esté jugado", que siempre tenga algo que perder con una nueva violencia.


Y cambiar el código penal.


YA
Eso puede hacerse sin esperar una o dos generaciones. Eso puede y debe hacerse rápido, drásticamente, como se usa decir ahora.

1 comentario:

  1. carceles seguras y sanas para todos
    carceles seguras segurisimas y sanas sanisimas para los delincuentes presuntos, salvo excepciones (los que tienes que incomunicar y aún así lo mas santas que se pueda)
    palo duro al delincuente doloso, sin piedad, sin escape, vale que no pena de muerte pero si cadena perpetua. El hijo puta noruego ni loco ni cuerdo puede salir a la calle, solo una sociedad de una disciplica enfermiza como la noruega puede permitir que un bicho así siga vivo, en cualquier carcel española o uruguaya "decente" lo hubieran matado los propios presos con la complicidad de todos

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