Buscar este blog

lunes, 26 de marzo de 2012

Lo que dijo Tabaré Vázquez: Uruguay se defiende con diplomacia, no con aviones

Causaron escándalo las palabras del ex presidente Tabaré Vázquez, pronunciadas frente a un auditorio de alumnos y ex alumnos del Colegio Monte VI, el 11 de octubre de 2011.
Ellas se pueden escuchar de su propia boca en Youtube -- “Guerra con Argentina” -- o leer en varios diarios de esos días. por ejemplo en “El Observador” del 12 de octubre de 2011.
Las reacciones fueron unánimes en la condena, con matices en los motivos. Desde el Partido Colorado, Bordaberry sugirió “que lo estaba alcanzando la biología”, en otras palabras, que estaba senil. En el Partido Nacional, Heber desenfundó la manida parábola de dejar a las gallinas al cuidado de la comadreja.

La izquierda reaccionó incómoda. Tabaré había insultado a sus dioses, como cuando propuso el TLC con EE.UU.. Ante las críticas y la falta total de apoyo de su partido, el ex presidente y declarado candidato a la reelección salió de escena dando un portazo. Se declaró “retirado de la actividad política pública”. Decisión que provocó en la izquierda reacciones mezcladas de incredulidad: no se está yendo de veras, ¿no?; y de desesperación: ¿a quién vamos a poner de candidato? ¡seguro que marchamos!

Pero eso no es nada. Faltaba el carnaval.
No hubo murga que no ordeñara la anécdota. Lo más suave que se dijo es que debería haberse callado la boca, que “se fue de boca”, en lenguaje murguero. Lo más duro fue el cuplé que le dedicó la Catalina, bastante largo, en el que, luego de quemar a las dos Cámaras (sí, el Senado y los Diputados), queman o se meten por detrás los papeles de la reelección, endilgándole, sin ningún humor, que ensució el nombre de la izquierda.
A distancia de varios meses, cuando se acerca, creemos, el momento en que Tabaré retorne a la política y a su candidatura, nos parece oportuno volver sobre sus declaraciones y analizarlas fríamente desde otra óptica.
De las afirmaciones de Tabaré fue cuestionado: 1 - la hipótesis de conflicto con Argentina; 2 - el pedido de apoyo a Bush; y 3 - que hubieran sido hechas en un colegio privado vinculado al Opus Dei, como lo es el Monte VI. Veámoslas una por una.

Empiezo por la última, porque es indefendible. Para un anticlerical como yo, firmemente convencido de la equidad de las medidas de José Batlle y Ordónez que separan al clero de la funciones docentes y curativas, es imposible de tragar. Ya habíamos encajado el traslado de la estatua de Juan Pablo II para colocarla al pie de la “Cruz del Papa”, operación que le costó la condena de los cristianos de otras obediencias, expropiados del símbolo de la cruz en beneficio exclusivo de la Iglesia Católica; habíamos sufrido el veto presidencial a la despenalización del aborto. Esto nos parece que revuelve el puñal en aquellas llagas. Pero no es una novedad. Tabaré tiene una indudable simpatía por las tesis centrales defendidas por la Iglesia Romana, y cualquier día de estos aparece condenando el divorcio.

El primer punto, la hipótesis de conflicto armado con Argentina, es decir, la intervención de fuerzas armadas argentinas en el diferendo por Botnia (ahora UPM), es más complejo. La opinión más común es que Tabaré exageró la amenaza. Las murgas del carnaval 2012, por ejemplo La Catalina, son de ese bando. Dicen que unas pobres viejas, que tomaban mate recostadas en sus perezosos, no representaban peligro alguno. Ridiculizan la hipótesis de conflicto, que consideran totalmente tirada de los pelos. Pero eso es olvidar las circunstancias concretas que se vivían en ese momento, primero, y, segundo, la historia de nuestras relaciones con la República Argentina.

Las circunstancias del diferendo sobre la instalación de la planta de fabricación de pulpa de celulosa Botnia (hoy UPM) en Fray Bentos, eran muy ásperas. Los planteos de la Asamblea de Gualeguaychú eran extremos (“defendemos la vida contra la muerte”), postulaban una amenaza letal por parte de la industria pastera, que solamente más tarde se demostró ser totalmente infundada. Esa deriva extremista de la Asamblea de Gualeguaychú, que justificaba a priori cualquier reacción, fue refrendada por el presidente argentino Néstor Kirchner. Él declaró la causa de Gualeguaychú “causa nacional”, es decir, el gobierno asumió como propios los argumentos y los motivos de la Asamblea. Sin olvidar que la movilización de la población de Gualeguaychú, su corte del puente a Fray Bentos, estaba subvencionada por gobiernos provinciales, cosa de la que nos enteramos cuando la suspendieron y se oyeron las protestas.

El corte del puente en sí mismo era una agresión, una presión sobre el gobierno uruguayo, un deliberado intento de hacer mermar los ingresos turísticos y el paso de veraneantes, así como un intento de perjudicar al comercio y a la industria. El apoyo de Néstor Kirchner, que al contrario debió haber abierto el puente en cumplimiento de sus obligaciones internacionales con nuestro país, le dio un carácter de causa nacional que ponía todo el peso del estado detrás de la Asamblea. El peso del estado incluye a las Fuerzas Armadas, que no tardaron en realizar maniobras militares inhabituales frente al liltoral uruguayo.

La amenaza era muy real. Pero también, la historia de nuestras relaciones con la República Argentina pesa en cómo se la aprecia. Por lo menos dos veces en el curso del siglo XX la Argentina proyectó una intervención armada contra Uruguay. Una primera vez, durante la guerra civil de 1904, cuando la Argentina pensó en terciar y fue disuadida por gestos diplomático-militares de Brasil. Una segunda vez en 1955, cuando Montevideo y Colonia eran polos de la oposición a Juan Perón y refugio de los desertores golpistas de las FF.AA. y de los periodistas y políticos perseguidos por el régimen. Esta amenaza fue disuelta por el golpe militar que derrocó a Perón.

Frente a la ameneza de agresión, que podía asumir múltiples formas -- los servicios de inteligencia uruguayos estaban a oscuras sobre lo que se tramaba o bien no trascendió lo que sabían -- el presidente Tabaré tenía el cometido de pensar en cómo se paraba ese golpe. Eso lo dijo en el Monte VI, y estoy de acuerdo. Descartó la respuesta militar, y también estoy de acuerdo. Queda el juego diplomático, el que le dio existencia a nuestro país en un delicado balance de fuerzas, donde un débil puede existir al lado de dos fuertes que se equilibran. En este caso, Brasil no estaba interesado en defender a Uruguay, como lo había hecho otras veces, quizás porque tampoco tenía interés en que prosperara la industria pastera fuera de sus fronteras. Quedaba el otro poderoso vecino del norte. No se le pidió apoyo ni intervención militar, tan solo un espaldarazo de amistad, cosa que Tabaré obtuvo, y fue suficiente.

La lección de Tabaré Vázquez es que Uruguay no se defiende ni con aviones ni con ejércitos, sino con una hábil y consecuente diplomacia. Y por ello es tan importante el cumplimiento de los tratados internacionales, por ejemplo el que nos vincula a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Por eso también, Mujica hizo muy bien en respetar escrupulosamente ese fallo, más allá del fondo de justicia del asunto, del derecho legítimo de las víctimas.

Queda el problema:
¿Es válido recurrir a la amistad del agresor Bush, el de los vuelos secretos, el de la prisión de Guantánamo, el de la tortura banalizada, el de los negocios de armas y petróleo, el de la invasión a Irak y el de la mentira? Yendo al origen de las cosas, más atrás: ¿Era legítimo recurrir al apoyo del Brasil esclavista para existir? ¿Y al caudillo latifundista Urquiza?

Esa cuestión nos lleva a dos temas relacionados. Uno, los principios de la diplomacia de un país pequeño, sin peso militar. Dos, nuestro derecho a existir. Pero eso es tema para otro artículo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario