Buscar este blog

jueves, 26 de enero de 2012

Adiós al sesentismo *

Algunos de los que fuimos jóvenes en Aquella Época, que seguimos vivos y que profesábamos lo que hoy llamamos “sesentismo”, es decir, la creencia de que el mundo se podía cambiar para mejor con una revolución armada como la cubana, hemos cambiado. Es un cambio que les propongo a aquellos que creen que no cambiaron, que piensan que solamente envejecieron.

Para empezar a cambiar, desembarazarnos de la idea de que la “razón de Estado”, el “bien supremo de la Nación” o la “Revolución” puede justificar todo, porque eso nos conduce derecho a aceptar los campos de concentración y los goulags, nazis o soviéticos, o de Isla de Pinos. Rechazar todo eso sin miramientos.

Para seguir, ampliar la biblioteca, visitar a otros pensadores que nos proponen ideas ni tan simples ni tan abarcadoras y sistemáticas como las que nos inspiraron en aquellos tiempos. Pensamientos diversos, que atienden realidades, y que tienen la virtud de estar abiertos al debate y a la reflexión, de estar dispuestos a la confrontación con los textos y la experiencia.

Sugiero, primero de todos, a Baruch Spinoza en su “Tratado teológico-político”, quien concibe el “reino de Dios” como el imperio de la ley, igual para todos, y de la caridad, junto a la libertad para cada uno de pensar lo que quiera y de decir lo que piensa.

Luego a Karl Popper, quien refuta el determinismo histórico (en particular el marxiano) y nos habla de sociedades de futuro abierto y de libertad; el mismo Popper, que rechaza las soluciones globales y propone una ingeniería social de problemas puntuales.

Hannah Arendt, quien explica la profunda identidad de los totalitarismos nazi y soviético, su andamiento y la naturaleza de los partidos que los construyen; John Rawls, quien se pregunta por las características requeridas por una sociedad para ser considerada justa, más allá del reparto igualitario estricto.

La vida, ¿no es una oportunidad para cambiar? Para los que tenemos la suerte de no estar bajo tierra, el cambio ¿es una tentación que hay que resistir o una necesidad para adaptar nuestras ideas a la experiencia histórica?

¿Se pueden seguir pronunciando palabras como “liberación nacional”, “imperialismo”, “tercer mundo”, “violencia liberadora”, e via dicendo, sin que nos importe su vacío de significado actual?

¿Es tan grave llamar a las cosas por su nombre? ¿Denunciar la prepotencia de un gran país, sin ponerle el mote de “imperialista”? ¿Llamar a los retrógrados en materia social con ese nombre, en vez de “fascistas”? ¿Imprecar a los piratas ladrones que navegan en la anarquía financiera llamándolos piratas y ladrones, en vez de “capitalistas salvajes”?

¿Qué queda de la izquierda si le sacamos el sesgo ideológico “anticapitalista” y “socialista”?

Pues, ¡lo principal!

Ninguna de nuestras ideas de los años sesenta tiene vigencia, salvo una: existe la injusticia, existe la opresión, hay que ponerles coto, hay que cambiar. Esa es la fidelidad que observo con mis ideas de aquellos años, con mi juventud sesentista. Si nos equivocamos en las soluciones - la revolución armada estilo cubano - en cambio, no le erramos en la identificación de los problemas.

*(Reflexiones en ocasión de un acto en memoria de los “fusilados de Soca”: Graciela Estefanel, Floreal García, Mirtha Hernández, Héctor Brum y María de los Ángeles Corbo, un 17 de diciembre de 2011. Ver el artículo de Roger Rodríguez en La República.)

2 comentarios:

  1. Sugiero también a Herbert Marcuse que en su “Hombre unidimensional” nos dice que “la independencia de pensamiento, la autonomía, y el derecho a la oposición política son privados de su función básica fundamental en una sociedad que parece cada vez más capaz de satisfacer las necesidades de los individuos a través de la forma en que se organiza”

    ResponderEliminar
  2. sorprende ver tanta sinceridad.
    no caben mas comentarios

    ResponderEliminar