Buscar este blog

domingo, 5 de julio de 2015

La guerra por los senos desnudos

“L’Ouest a gagné la guerre froide par le jazz, les Beatles et les seins nus autant que par la force financière et militaire.” (El Oeste ganó la guerra fría por el jazz, los Beatles y los senos desnudos tanto como por la fuerza financiera y militar)
Régis Debray en una entrevista, 17 de julio de 2014.

La_libertad_guiando_al_pueblo_(1830).jpg
Eugène Delacroix La libertad guiando al pueblo (1830)

Una amiga, angustiada por el avance del fanatismo religioso, me escribía: “Da la impresión de que el mundo civilizado, que incluye a los musulmanes y a los judíos, está mirando impotente un fenómeno más extraño que una invasión de marcianos. ¿Dónde estuvo el huevo de esta serpiente? ¿Cómo y por qué se incubó y nació con tanto poder de hacer daño?”.
Yo respondí: “La bandera negra en torno a la cual se agrupan los bárbaros es el odio de la mujer, la voluntad de esclavizarla y rebajarla. Creo que es por la libertad de la mujer en la sociedad moderna que se libra la guerra en curso.”
Ella manifestó sus dudas : “Sí, en parte es el odio a la mujer. [...] No es lo único, pero es algo que empuja a las bestias de EI”.

Pero yo insisto.
Lo que molesta de la modernidad a los fanáticos religiosos del mundo entero no es la tecnología, de la cual usan y abusan bajo la forma de celulares, televisores, videocámaras, vehículos todoterreno, aviones y armas de todo tipo, cuanto más sofisticadas mejor, lo que les molesta, digo, de la “cultura occidental”, concepto que abarca algo muy vago y muy amplio, que cubre desde la producción de Hollywood hasta el Quijote, desde los fármacos y las drogas hasta el cante flamenco y el alpinismo, es el rol y la importancia creciente del personal femenino, que se viste más o menos como quiere, que hace más o menos lo que quiere. Digo “más o menos” porque ya sabemos el rol preponderante que juega la moda y la imagen en lo que hacemos. En todo caso, lo que decide del atuendo y la conducta de las mujeres (y de los varones) no es el código religioso, sino otro código, variable y cambiante, arbitrado por cada persona, y en absoluto sagrado. Digamos en una palabra, libre.

La moral ha dejado el terreno de la conducta sexual y se ha concentrado en la ética de las relaciones interpersonales. Es inmoral robar y mentir, pero no lo es tener relaciones sexuales consentidas con una persona de paso. Un vestido puede ser calificado como “de mal gusto” o “pasado de moda”, pero no de “blasfemo” o “inmoral”. Lo sagrado es la persona humana, y sus derechos son intangibles, pero no son sagrados ni intangibles los textos religiosos, que están sujetos a libre examen.
Y, muy importante, somos universalistas. Esto quiere decir que los Derechos Humanos son de todos, sin distinción de raza, sexo, edad, lengua, religión y país de origen. La mutilación y la tortura están mal en todos lados, no me importa que sea Somalia o Pocitos. El universalismo es una herencia preciosa que nos queda de la Ilustración, aunque hayamos puesto muchos bemoles al fatalismo del progreso.

A los fanáticos les molesta la laicidad del Estado, pero aún más la laicidad de las costumbres. La laicidad de las costumbres y del Estado vienen del brazo de la laicidad del pensamiento, es decir sometido a un criterio de verdad que no es (más) religioso; una afirmación tendrá que ser demostrada (de alguna manera), y no será verdadera simplemente por la autoridad de quien la dijo, un Padre de la Iglesia, un Papa, un Ayatollah o un Imam. La verdad salió del dominio de la religión. Es lo que reconocemos como parte indisociable de la modernidad.
La libertad individual, y sobre todo la libertad individual de las mujeres, es lo que molesta a los fanáticos religiosos. Los creímos derrotados, desbandados y en vía de desaparición, pero hoy se han levantado como zombis asesinos, sembrando el terror.

¿Y el petróleo, no es el verdadero motivo, la puesta en juego en esta guerra? El petróleo es el nervio de ella en ambos sentidos, uno, el de ser la energía que la mueve y anima, y dos, el de ser lo que la repercute y refleja (*). Es decir que las fuerzas militares en presencia necesitan vitalmente del petróleo para moverse y para financiarse, y también que los vaivenes de la lucha se sienten en los precios y en el abastecimiento de los mercados.
Pero el motivo, el alma de la guerra en curso es la oposición a la emancipación femenina, es el horror que provocan en los fanáticos los senos desnudos de las mujeres libres.

(*) Si alguien duda de esto que lea la página de ASPO (Association for the study of Peak Oil & Gas) o el informe semanal, la Newsletter de ASPO-USA.

2 comentarios:

  1. Me encanto, una mirada más que interesante sobre el fanatismo musulman

    ResponderEliminar
  2. Como bien escribe Mariani, esta grave epidemia de fanatismo islámico no es producto del berretín grupos de mujeres musulmanas por pasearse con los senos al aire, pero también es producto de aparentes detalles irrelevantes como el del ejemplo, que contienen mensajes de las mujeres de ciertos grupos, reivindicando el derecho a ser ciudadamas de primera categoría.
    L.G.

    ResponderEliminar