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miércoles, 28 de junio de 2017

Macron: la moderación revolucionaria y los nuevos clivajes

La de Emmanuel Macron, nuevo presidente de Francia, es una moderación revolucionaria, sostiene Jean François Kahn (en adelante: JFK) en su artículo “Macron: superar los clivajes, pero hasta el fondo”. (1)
Parece una paradoja, un oxímoron, una contradicción. Pero en la actual coyuntura política uruguaya, que nos tiene arrinconados entre el agotamiento del Frente Amplio y la ausencia de propuestas de los demás partidos, el tema merece reflexión. El planteo de JFK es, al mismo tiempo (“au même temps”, como le gusta decir a Emmanuel Macron), un elogio de la moderación y un llamado a la radicalidad.

Preconizo, dice JFK, una superación de los clivajes obsoletos, dinamitar la bipolaridad asfixiante. (“[...] je préconise [...] une recomposition idéologico-politique, un dépassement des clivages obsolètes, le dynamitage d'une bipolarité asphyxiante.” )

La superación de la bipolaridad izquierda-derecha, representada por la sucesión de naufragios presidenciales,  primero el de Nicolás Sarkozy por la derecha, y luego el de François Hollande por la izquierda, es una necesidad, sí, sostiene JFK, pero pone condiciones para que esa superación resulte en una mejora de la sociedad. La condición es que se ataquen todos los falsos clivajes y se pegue fuerte en el más importante, en el verdadero, según él: el que existe entre el liberalismo y el neoliberalismo.

Elogio de la moderación

La historia nos enseña que son los moderados quienes empiezan las revoluciones. Eso es lógico, dice JFK, porque los moderados son, por definición, quienes se rebelan contra los excesos: exceso de opresión, exceso de injusticia, exceso de malgoverno, exceso de endeudamiento, de déficits, de desocupación, de división nacional. Y abunda en ejemplos convincentes: Mirabeau (1789), Thiers (1830), Lamartine (1848), Gambetta (1870), Washington (colonias británicas 1777), revolucionarios ingleses de 1688, Francisco Madero (México, 1911). [Yo agregaría a Sun Yat-sen en China, 1911, y el Fidel Castro de 1958-59. Etc.]
Los revolucionarios, en cambio, llegan después y siempre lo estropean todo. Los ejemplos históricos abundan también. Como Lenín, el ejemplo paradigmático, que dio el golpe de estado de octubre de 1917, después que la revolución rusa de febrero de ese año depuso al Zar e instauró una República. Lenín sentó las bases del estado totalitario estalinista, y formuló la ideología que dominaría los movimientos totalitarios comunistas del siglo XX hasta nuestros días. Hoy, en nuestro país, un grupo político del FA nombra a su lista en memoria de aquel golpe de estado nefasto, que en el calendario gregoriano fue el 7 de noviembre de 1917 (711).
Que los moderados estén en el origen de las revoluciones es un hecho que puede aparecer paradojal, sin embargo recordemos los nombres contemporáneos que refuerzan esta afirmación: Vaclav Havel, Lech Walesa, Spinola, Adolfo Suárez, Cory Aquino, Violeta Chamorro.
Para JFK, la irrupción del moderado Macron es revolucionaria en el paisaje político francés, porque implosionó el Partido Socialista, dividió a la derecha y frenó el avance del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, superó radicalmente la bipolaridad que había bloqueado durante años la vida política de la sociedad francesa.

Convergencias que desbloquean

Para JFK, el antagonismo derecha-izquierda en las vivencias sociales y en la sensibilidad es un invariante, y no desaparecerá, forma parte del ADN social y político francés. Pero en su forma mentirosa, inadecuada, fraudulenta y paralizante que había alcanzado, se hizo trizas. Esto me lleva a pensar en el país nuestro. ¿Qué le queda de izquierda al FA, que apoya a las dictaduras de Maduro y de los Castro? Pero, ¿cómo se sale de ese bloqueo, sin caer en los viejos esquemas conservadores de los partidos que se creen “fundacionales” o en minorías testimoniales?

La solución, JFK la sugiere por el lado de las convergencias interclasistas o interpartidarias, y pone como ejemplos franceses a De Gaulle, al Conseil Nationale de la Résistance durante la Segunda Guerra Mundial con Francia ocupada, a la alianza en 1789 del Tercer Estado y la fracción progresista de la  nobleza, la convergencia en 1830 de monárquicos liberales y republicanos. Recuerda la acción de Pierre Mendès-France, que en los años 50 sacó a su país de Indochina, preparó la independencia de Túnez y cayó por sus intentos anti colonialistas. El bloque contra bloque del Frente Popular de 1936, en cambio, aunque permitió algunos avances, desembocó en la infame capitulación de Munich y en el colaboracionismo derechista de Pétain.

Cuidarse de las falsas oposiciones, dualismos y clivajes

Para salir del bloqueo actual derecha-izquierda (en nuestro país pensamos con consternación en encontrarnos de nuevo ante la alternativa Mujica-Lacalle) hay que evitar caer en nuevas falsas oposiciones, fáciles de formular, pero que no resisten un análisis.
Para algunos, el clivaje derecha-izquierda ha estallado, pero ha sido sustituido por otros, como apertura-cerramiento, Europa-Nación, los de arriba y los de abajo, o los que aceptan la mundialización y los que la rechazan.
Falsos dualismos o clivajes, dice JFK. Al analizar cada una de ellas, comprendemos que no podemos ni fiarnos ni entregarnos a ninguno de los polos de esas dualidades, entendemos que el buen sentido no cabe entero en ninguno de los extremos de estas disyuntivas.
Por ejemplo la falsa dualidad Europa o Nación, la que plantea Marine Le Pen, adversaria de la Unión Europea, que opone a la nación francesa. Dice JFK que la Unión Europea no puede ser más que la unión de naciones, que la Unión se construye con las naciones, no disolviéndolas, que la verdadera unión engrandecerá a las naciones, que no las disolverá. La oposición ‘conservador-progresista’ no es menos engañosa. Porque en algunos casos la conservación es la opción deseable, en otros casos es el progreso. Queremos conservar las instituciones republicanas y la armazón solidaria de la sociedad, queremos evitar las catástrofes potenciales del progreso, como la contaminación ambiental, el cambio climático, la destrucción atómica, el arrasamiento de la privacidad o la vigilancia universal con las nuevas tecnologías. Somos conscientes de que el progreso engendra peligros y que hay valores e instituciones que debemos luchar para conservar. Y el progreso tiene sus promesas de avances en salud y conocimientos, que no podemos ni queremos descartar o subestimar. El progreso puede ser salvar al Planeta, y también puede ser perderlo. La ingenuidad “progresista” ya no es de recibo, las cosas son más complejas y el de “conservador-progresista” es un falso clivaje.
JFK refuta igualmente la opción modernidad-arcaísmo, afirmando que un sinnúmero de valores de nuestras tradiciones deben ser cultivados y defendidos, y que todo lo viejo no es para tirar.
La oposición entre seguridad y libertad, otro falso clivaje. La seguridad es una condición de la libertad, sin seguridad no hay libertad. Ni queremos ni podemos renunciar a ninguna de las dos.
Sí son válidos los clivajes básicos: verdadero o falso, justo o injusto, y a ellos debemos remitirnos siempre.

El clivaje verdadero: liberalismo contra neoliberalismo

El clivaje liberal - antiliberal es uno al que una cierta izquierda suele hacer referencia constante. Como sabemos, “liberal” es un calificativo denigratorio que la izquierda del FA dirige a sus adversarios, con pertinencia o sin ella.
Otra equivocación, el verdadero clivaje es otro. Para JFK, la oposición, el clivaje fundamental no es entre el liberalismo y el antiliberalismo, sino entre el liberalismo y el neoliberalismo. “Es decir [la oposición] entre la pluralidad creadora del libre mercado y un modo de dictadura oligárquico-financiera de hecho; la oposición entre la verdadera libertad de emprender y el derecho concedido al gran capital de ahogar la libertad de emprender (para controlar los mercados). El neoliberalismo es, de alguna manera, al liberalismo lo que el leninismo fue al socialismo democrático: [...] una reinvención del comunismo sobre la base de la privatización universal.”
Dice JFK:
“Nada, de hecho, sería más liberal que la promulgación de una ley antitrust, una lucha contra los abusos de posición dominante y de los acuerdos ilícitos; una restauración de la competencia en los sectores en los que ha sido ahogada; una protección de los productores, [...] Pregunta: ¿rehusar estas formas de auténticas liberalizaciones sería un gesto de izquierda? ”
En otras palabras, la izquierda democrática debe ser auténticamente liberal, contra los empujes neoliberales que llevan a una dictadura monopolística del gran capital. Para ello puede encontrar aliados en la derecha para llevar adelante un política de centro radicalmente reformadora. Es lo que, a los ojos de JFK, encarna Macron.


Ahora o nunca


Para terminar, JFK explica que esta oportunidad de reformar la sociedad y la política francesas es la última, que en Francia se está llegando al combate decisivo, pero eso es tema para otro día, para otro artículo.



2 comentarios:

  1. Es muy interesante el planteo ,es triste tomar conciencia de la inmovilidad ideológica y la mediocridad en la que estamos inmersos.
    Recomiendo leer un artículo de Jaime Secco que salio en UY Ptess ayer sobre la enseñanza. Es en base a una tesis académica.

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  2. Así a bote pronto más razón que un santo. Creo que si no salimos de izquierda derecha no vamos a ningún sitio. Ambas tuvieron sus demonios afortunadamente casi aplastados comunismos y análogos y fascismos y análogos. El camino de Francia nos puede dar la salida. Alemania no va mal ambos pueden conducir la Unión Europea a unos Estados Unidos de Europa, democráticos poderosos y vanguardistas. A ver si crecen movimientos similares como ciudadanos en España y se apagan los neofascistas. JFK olvida un pequeño problema el Islam radical

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