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viernes, 30 de octubre de 2015

Una apuesta por Europa

Una afluencia excepcional de refugiados de la guerra en Medio Oriente asalta el flanco sur de la Unión Europea. Cientos de miles de personas de toda edad y condición intentan huir de la destrucción y la muerte que siembra el avance del Estado Islámico (ISIS, Islamic State of Irak and Syria, o Daech, por su sigla en árabe) y de la guerra civil siria por derrocar a Bachar Al Asaad, dos guerras que se entrecruzan y superponen en una región surcada por una red compleja de alianzas y antagonismos nacionales y religiosos.
La crisis presiona sobre las fracturas políticas e ideológicas en cada país de la UE y solicita un posicionamiento de cada partido y corriente de pensamiento.
Comento tres artículos relacionados con esto:
1 - De Arturo Pérez Reverte: "Los godos del emperador Valente", 13 de setiembre 2015.
2 - Del sociológo Alain Touraine “Le souveranisme haineux équivaut au djihadisme”, 21 octobre 2015.
2 - De un anónimo: "The mystery of ISIS" New York Review of Books, Aug 13, 2015.

Pérez Reverte y la nostalgia conservadora

El artículo de Arturo Pérez Reverte "Los godos del emperador Valente", empieza así:
"En el año 376 después de Cristo, en la frontera del Danubio se presentó una masa enorme de hombres, mujeres y niños. Eran refugiados godos que buscaban asilo, presionados por el avance de las hordas de Atila." Sigue relatando Pérez Reverte que aquellos refugiados comprobaron que el Imperio era débil y corrupto; dos años después mataron al emperador y destrozaron su ejército; noventa y ocho años después depusieron al último emperador.

Es fácil imaginar adónde apunta y cuál es la moraleja de la fábula histórica.
Pérez Reverte mira con pesimismo la crisis actual, la compara con el fin del Imperio Romano, predice la derrota, nuestra derrota: "estas batallas, esta guerra, no se van a ganar, ya no se puede." Porque, considera, nuestra civilización no tolera las atrocidades que serían necesarias para detener la invasión de migrantes, y ellos vienen a matarnos, necesariamente a matarnos, a matar nuestra civilización, nuestro "imperio". Predice un futuro "caótico, violento y peligroso", y quiere educar a la juventud para hacerle frente.

No hay que ser extralúcido para percibir la violencia y el caos en nuestra sociedad actual. Miles de jóvenes europeos se alistan en las filas djihadistas, otros incendian automóviles o hacen cosas peores. Esa violencia nace de las fracturas internas actuantes en las sociedades. En América, del sur, del norte y del centro proliferan las bandas, las maras, los narcotraficantes, los delincuentes, las guerrillas.
El primer gran error de Pérez Reverte es considerar a Europa como una civilización aislada, un "imperio", como él lo llama, en decadencia.
Pero ni es un imperio ni está aislada. Comparte la civilización y los problemas con un vasto mundo, que incluye toda América y algunos países de Asia y Oceanía.
Los inmigrantes en Europa son un desafío y una oportunidad. Europa es capaz de hacer frente a la actual ola de candidatos al asilo. Alemania afrontó y triunfó en el desafío de la reunificación, más vasto y más costoso que la actual crisis.
En esta situación los actos de Angela Merkel, François Hollande y Matteo Renzi muestran a dirigentes decididos, a la altura de las circunstancias, encarnando los valores que le dan sentido a la Unión Europea.

Pérez Reverte sí tiene razón en afirmar que la Unión Europea no puede reaccionar como lo haría un imperio, pero no porque esté en decadencia, sino porque no es un imperio. Hace mucho tiempo que no lo es. La UE es una república, una unión de repúblicas, no un imperio. La comparación con el Imperio Romano es completamente inapropiada, como lo es la comparación con el Imperio Británico o Español. No ser un imperio no significa "estar en decadencia". El Imperio se terminó, no hay imperios en el mundo de hoy, ni siquiera Estados Unidos se puede considerar uno, y no actúa como tal. La hegemonía militar no alcanza para constituir un imperio. El hecho de que EE.UU. no actúe como un imperio contribuyó a sembrar el caos en la periferia de Europa, pero ese es otro tema. (Ver en mi blog: Imperios de antes y de ahora.) Esto, nos guste o no, y a mi me gusta, es un hecho.

La UE es un conjunto de repúblicas con una integración plural, mayormente laicas, pluralistas y democráticas. La política interna es complicada y contradictoria, y una intervención militar para masacrar a civiles desarmados o simplemente dejarlos hundirse y ahogarse en el Mediterráneo es impensable. Pero no porque esté en decadencia, sino todo lo contrario.
Lo que puede matar a la civilización europea, a todo el "imperio", a toda la civilización democrática, laica, mercantil, industrial, literaria, científica, artística de Europa, América y Asia, no es la ola de inmigrantes, sino los propios conflictos internos y la falta de fe en los valores fundadores. Cerrar la puerta a los migrantes es más peligroso para Europa que abrirla, porque seria traicionar sus principios. Hay que levantar el desafío y resolverlo. No aceptarlo sí que pondría en peligro a Europa, al "imperio", como dice tan pérfidamente Pérez Reverte.

El verdadero peligro viene de adentro

El sociólogo francés Alain Touraine lo dice sin ambages en el segundo artículo que quiero comentar: el soberanismo xenófobo equivale al djihadismo.
Hay un peligro y una amenaza reales, pero no vienen de los que buscan refugio, o una vida mejor, en Europa. La mayor amenaza a la Unión Europea es el egoísmo nacional y la xenofobia en ascenso en distintos países, junto con el progreso electoral de la extrema derecha. La amenaza rampante es el estancamiento de la unión política, sin la cual el euro cojea y cojeará siempre. La unión política sufrió un revés mayor con el fracaso del tratado constitucional de 2005, por el resultado negativo del voto francés. Los artífices de esa derrota, de ese fracaso, fueron los soberanismos de izquierda y de derecha. En Francia presenciamos una confluencia de la extrema derecha y de la extrema izquierda que se pusieron de acuerdo para torpedear el avance de la Unión. La extrema derecha xenófoba es una fuerza en ascenso también en otros países, como Polonia o Hungría.
En Francia concretamente, la opinión es reticente respecto a la solidaridad europea, un sondeo lo muestra: Francia es más reacia que otros países a recibir inmigrantes.
La amenaza toma cuerpo en la falta de solidaridad entre los países de la Unión para afrontar esta emergencia de los refugiados de guerra, cada uno quiere salir por la suya, dejando el problema a otros, a los mismos a quienes después piden ayuda y colaboración económica.
En Hungría, el gobierno parece creer que el problema se soluciona erigiendo un muro para que los migrantes no entren, dejando que los demás países se las arreglen con los que llegan a sus costas. Hay miles acampados en Calais, en el norte de Francia, esperando para pasar a las Islas Británicas, llegan decenas de miles a las costas italianas o son rescatados en el mar, se agolpan en Grecia, intentando llegar a Alemania.
Estoy de acuerdo con Alain Touraine, el djihadismo y la xenofobia son simétricos, comparten una misma ánima, se equivalen y complementan, se necesitan mutuamente.

El Odio

El tercer artículo que quiero comentar es :"The mystery of ISIS" NYRB Aug 13, 2015. por Anonymous, (una persona que no quiere revelar su nombre). Tiene que ver con lo anterior, es otra crisis que se empalma con la de los migrantes.
Luego de leer este artículo sobre el Estado Islámico (ISIS, Islamic State of Irak and Syria o Daech, por sus iniciales en árabe) que pinta un cuadro escalofriante del estado de cosas, queda flotando una pregunta: ¿cómo se explica el ascenso y el atractivo del ISIS? ¿Cómo pudo atraer veinte mil voluntarios djihadistas venidos de todo el mundo entre 2012 y 2014, originarios de todo tipo de países y sectores sociales?
Los hechos nos ponen en presencia de la ferocidad y el tesón de un lado, el de los djihadistas, y la ausencia dramática de voluntad de combatir del otro, el del ejército de Baghdad.
La insurgencia del ISIS contradice los principios estratégicos clásicos de la ‘Guerra Prolongada’ de Mao: el ISIS controla territorio y acepta, qué digo, busca la batalla frontal con el ejército regular del enemigo, y además lo hace con éxito, todo lo contrario de lo que Mao aconseja en sus libros y de lo que él mismo practicó en las distintas etapas de sus guerras contra los caudillos militares, los japoneses y el Kuomintang. En las ciudades y territorios que controla, lejos de tratar de ganarse el favor de la gente, Daech oprime y aterroriza a la población, provoca éxodos, comete masacres, multiplica el horror a extremos que repugnan hasta a los talibanes, restablece la esclavitud y la violación de menores. "Engendros satánicos" denunciados por los doctores del Islam, pero con un vigor asombroso.
El articulista anónimo no encuentra la explicación de este ascenso, de esta victoria, de esta epidemia de odio, y confieso que yo tampoco. Simplemente me veo obligado a constatar que la sociedad mercantil moderna es una inmensa fábrica de odio, donde impera el desprecio y el ninguneo.
No encuentro la explicación de esto, puedo solamente especular sobre el origen y la causa:
Se puede atribuir la generación de odio a la desigualdad abismal de ingresos, polarización creciente, o a la actitud de arrogancia, al frío desprecio egoísta de los ricos, de los exitosos en el sistema, quienes se han autoconvencido de que sus privilegios y su éxito son merecidos, de que su superioridad social es natural e inherente a sus personas, cuando es, en realidad, el resultado del juego de dados del mercado, el producto de la vida en nuestra sociedad, cuyas jerarquías se sortean casi siempre por el azar del nacimiento. La suerte en nuestra sociedad recuerda el cuento ‘La lotería de Babel’, de Jorge Luis Borges.
Puedo especular también que en la feroz obsesión anti femenina del radicalismo islámico, así como en la creciente ola de feminicidios y de violencia doméstica en nuestro país (otra expresión de odio), se reconoce la ‘peste emocional’ que describía el psicoanalista Wilhelm Reich, el teórico de la “revolución sexual”: un Complejo de Edipo no encarado, una pequeñez rencorosa y vengativa, que suscita violencia y ‘sublimación’ religiosa. Pido perdón por la salida freudiana.
Por último, quizás el odio djihadista sea pariente del odio revolucionario. Hay quien ve en el odio la fuerza que mueve la Revolución, es decir, la destrucción total del orden y del régimen imperante, y de la Redención (con mayúscula) de la sociedad. Hay un tufillo religioso en la fe revolucionaria. Creen que si hacemos la Revolución todos los odios se verán saciados, la bolsa de odio se habrá vaciado y podremos vivir felices para siempre en un mundo de paz y amor. La prédica revolucionaria es una justificación de la guerra, En eso se parece al djihadismo.

Nacionalismo versus patriotismo

En contrapunto, en oposición con todos los odios está la falta de amor y el pánico conservador y pesimista de Pérez Reverte, quien machaca con las 'raíces judeo-cristianas', a las cuales agrega las del islam para que quede lindo, llama 'imperio' a la Unión Europea y clama que nos invaden, que estamos terminados, que el mundo de los DD.HH., de la prosperidad y el bienestar se hunde, se hundirá seguramente bajo el peso de las invasiones bárbaras, como sucedió con el Imperio Romano.
Lo que me preocupa de Pérez Reverte no es su ataque de pánico. No me preocupa que profetice catástrofes desde las alturas de su conocimiento de la historia ni que confunda a la UE con un imperio ni que limite la civilización cuestionada a Europa occidental, cuando la misma se extiende también por América y Asia. Lo que sí me preocupa es su falta de amor por la civilización real en la que vivimos, amor que reserva para un pasado imaginario de gloria, mientras considera al presente pura decadencia y desencanto. Le falta un amor que yo llamo patriotismo, o sea el orgullo y la disposición a luchar por las instituciones que nos hacen libres. Le llamo patriotismo a ese amor, a ese orgullo y a esa disposición combativa, por oposición al nacionalismo, que es otra cosa, como muy bien lo explica Maurizio Viroli en su libro “Per amore della patria”.
Lo que me preocupa es la carencia de patriotismo frente al odio djihadista, al odio que niega todo, vitupera y denuesta, califica con adjetivos hirientes, desprecia y mata con la palabra y la espada la realidad de nuestra civilización, trabajosamente alumbrada por los siglos. Falta de amor a las instituciones que nos hacen libres, libres en el pensamiento, libres en la palabra, libres en la opción sexual. Falta de orgullo patriótico por las conquistas de los últimos 50 años.
No es del pasado de guerras, de conquistas y clarines de lo que hay que estar orgullosos, hay que ufanarse de nuestros logros recientes. En 1945 Europa estaba en ruinas, empobrecida, hambrienta, surcada por multitudes sin hogar, herida por las masacres y los rencores nacionales, dividida por el encono de la batalla que terminaba, y sin embargo se levantó, se unió, dio ejemplo de paz y convivencia. De eso hay que estar orgullosos, eso hay que defender, incluso recibiendo e integrando las multitudes que huyen de la guerra en Medio Oriente.
Hace treinta años América del Sur estaba cubierta de dictaduras, hoy tenemos gobiernos que responden a las aspiraciones de los pueblos. Hay que estar orgullosos de cómo hemos restablecido el imperio del derecho en Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Perú, Bolivia, etc., y de haber derrotado al terrorismo de estado, aunque la tarea no esté terminada (y tengamos a Fernández Huidobro al frente del Ministerio de Defensa).
Creo que hay que tener presente, no la historia del Imperio Romano y su derrumbe, sino la de la inmensa capacidad que tienen nuestras sociedades, las europeas, pero también las americanas, del norte, sur y centro, de crear instituciones democráticas y de integrar (no sin dolor) a inmigrantes.

Otros verdaderos peligros

El odio djihadista, el odio revolucionario, el nacionalismo xenófobo, no son los únicos peligros que nos amenazan.
PIenso que puedo ser optimista frente a la actual crisis, que puedo esperar que la superemos, apuesto a que esta civilización, este "imperio", no será destruido por un enemigo o circunstancia externos. Europa logrará integrar positivamente la nueva ola inmigratoria de refugiados y se verá mejorada y fortalecida por ella, económica, demográfica y socialmente, surgirá más próspera, más poblada, más unida y sobre todo más justa.
Estoy menos confiado en que nuestra civilización, es decir, las instituciones que nos hacen libres, no sea destruida por su propia lógica interna incontrolable. Porque, con mucha suerte, el desarrollo se puede guiar u orientar, pero no se puede ni detener ni fijar en un estadio ni volver a una situación anterior. Los nostálgicos y los conservadores no dan en la solución.

Creo y apuesto a que vamos a superar la ola de refugiados, las guerras de religión, la agresión rusa, la crisis del euro, los gobiernos cleptocráticos, la deuda griega, la estupidez de Berlusconi y Putin, los abrazos de Fidel con el Papa, pero no sé si superaremos el espionaje generalizado, el colapso de la privacidad, la inteligencia artificial creativa, los objetos conectados y la exacerbación de las desigualdades. La modernidad absorberá todo, el problema es esa modernidad misma, la que los islamistas y otros fanáticos resisten por la puerta del frente, pero que abrazan y adoptan por la ventana del costado, el de las armas, de las comunicaciones, de los bancos, del comercio de armas y de drogas.
Por el momento no nos contemos historias que no vienen al caso de decadencia del Imperio Romano y de bárbaros a nuestras puertas. Los migrantes, los refugiados son tan bárbaros como nosotros, pero con menos suerte, les tocó vivir una guerra.

domingo, 4 de octubre de 2015

Amodio y su traición II

Hace un año y medio, el 29 de mayo de 2013, luego de la entrevista de Gabriel Pereyra con Héctor Amodio Pérez, o sea de su “aparición”, publiqué una entrada del blog que titulé igual: Amodio y su traición.
En el tiempo transcurrido desde entonces este personaje publicó un libro, vino a Uruguay a presentarlo, y quedó preso, “procesado con prisión por reiterados delitos de privación de libertad” (El Observador, 14 de setiembre de 2015).

Sorprendente procesamiento

Confieso que su procesamiento me sorprendió, y me plantea preguntas. El crimen inextinguible, en Uruguay, fue el terrorismo de Estado: fueron  las detenciones arbitrarias operadas por personal militar, las víctimas retenidas por tiempo indefinido en lugares no comunicados a sus familias y sin intervención del juez, mantenidos bajo capucha y torturados, a veces hasta la muerte, los desaparecidos. Fue la suspensión de garantías individuales, sancionada en el Parlamento, y la ausencia de actuaciones judiciales, que dejaba el control total en manos de la autoridad militar. El juez militar tomaba declaración al detenido al lado del tacho del submarino en el cual se le torturaba. Asimismo, la participación civil en la dictadura, decorativa u operacional, fue muy importante, tanto en la época de Bordaberry, como después.
Los que tienen edad lo recuerdan: las chanchitas recorriendo las calles y deteniendo a quien quisieran, encapuchándolo y tirándolo a patadas adentro; la tortura era general y empezaba allí.
El fiscal y el juez que procesaron a Amodio, ¿están pensando en procesar a todos los que participaron en los arrestos y en las torturas? Si fuera asi, tienen muchísimo trabajo por delante. Recientemente fue muy sonado el caso del general Barneix, procesado por su responsabilidad en la muerte de Aldo (El Chiquito) Perrini en la tortura, que ocurrió durante su guardia cuando era teniente. Se trata de homicidio. Por tortura o privación de libertad remontando a esa época no ha sido procesado nadie; si no me equivoco, Amodio es el primero. ¿Los delitos de Amodio son de lesa humanidad? ¿El prisionero que colabora es asimilado a un militar? Veremos cómo sigue el caso. Su resolución tendrá consecuencias sobre la situación legal de mucha gente.

La traición de Amodio y las otras

Amodio traicionó al MLN, cambió de bando, colaboró con sus enemigos. Muchos uruguayos lo sienten como si su traición hubiera sido, no al MLN, sino a todos. Es un “traidor”, sin más, en general.
Me importa poco el MLN, tanto el de aquella época como el de ahora, lo tengo en poco aprecio y que lo haya traicionado o no me deja indiferente. Me refiero obviamente a la organización, no a la gente que militaba alli.
Pero Amodio no solamente traicionó al MLN, sino que se pasó al bando del enemigo común de todos, al bando de los torturadores terroristas que actuaban en nombre del Estado, entonces no puedo mirarlo como un problema ajeno, una cuestión que interesa solamente al MLN.
Tampoco puedo mirar de afuera, como algo que interesa solamente a otros, las negociaciones que entabló la dirección prisionera del MLN con los militares sus carceleros en el Batallón Florida intentando promover un golpe de estado “bueno”, o sea “peruanista”. Pero estos dirigentes no son calificados de traidores como lo es Amodio. Colaboraron y conspiraron con los mismos torturadores que Amodio, u otros, no importa. Investigaron los “ilicitos” para comprometer a la clase política, trabajaron para ellos, comprometieron a sus compañeros todavía libres, contribuyeron así quizás a que fueran capturados. Pero sobre todo se cambiaron de bando, se identificaron con una fracción militar. Su “traición”, lo pondré sin comillas, su traición es diferente de la de Amodio, pero es traición igual.
Creo, sin embargo, que ni Amodio ni los dirigentes del MLN que se pusieron al servicio de los oficiales del Ejército que creían “peruanistas” cambiaron de naturaleza cuando hicieron lo que hicieron. Hubo continuidad, porque a la dictadura el MLN la llevaba en la sangre, en el ADN, como se dice ahora.

Uruguay comparado con Italia

No puedo evitar comparar el caso uruguayo de represión de la guerrilla con lo sucedido en Italia en los años 80, con el desmantelamiento de las Brigadas Rojas, y la lucha contra la Mafia, contra la P2, contra las diferentes mafias que pululan en la península. En todos los casos el rol de los “arrepentidos”, tanto de mafia como de brigadistas, fue decisivo. La información no fue obtenida mediante tortura. Todo se hizo con garantías procesales.
Para las Brigadas Rojas la derrota política que siguió al secuestro y el asesinato de Aldo Moro fue crucial para disolver sus filas y quebrar la resolución de numerosos militantes que decidieron apartarse de ese camino. Los brigadistas quedaron aislados y fueron repudiados por todo el espectro político, incluso y muy especialmente por la izquierda, que reaccionó con horror ante el asesinato. Muy importante fue la actitud del Partido Comunista Italiano, porque no hay que olvidar que el secuestro de Aldo Moro fue dirigido a torpedear una inminente participación suya en el gobierno, que hubiera sido una primicia en el mundo de la OTAN. El PCI asumió a las BR como su enemigo y promovió la ruptura de la clase obrera con el brigadismo, con el cual de todos modos nunca había sido muy afín.
El caso de Tommaso Buscetta (“Don Masino”), el primer alto responsable de la mafia siciliana en colaborar con la justicia, permitió desmantelar una buena parte de la “Cosa Nostra” y llevar ante los tribunales a un gran número de criminales mafiosos.
Nadie llamaba traidor a Buscetta, salvo los mafiosos que había puesto al descubierto, en cambio se le llamó “pentito”, arrepentido. Tampoco se llamó así a los brigadistas que pasaron a colaborar en el desguace de su organización. Nadie se burla de ellos ni hace escarnio de su nombre, por más que generen tristeza, y muchos estuvieron largos años presos y tuvieron que encararse con sus víctimas.
La principal diferencia es, me parece, la legitimidad del régimen con el que colaboraban, y también la dignidad de la autoridad a la que se sometían. En el caso de Italia se confesaban con los jueces, muchos de los cuales fueron luego asesinados por la mafia, como el Juez Giovanni Falcone; en Italia era a un estado legítimo, con garantías. En el caso de Uruguay la colaboración y la negociación fue con unos militares usurpadores del poder, terroristas de estado.