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lunes, 4 de mayo de 2015

Sobre un artículo de E. Goligorsky. Ateísmo, creencias, religión .. y yo

Recomiendo la lectura del artículo de Eduardo Goligorsky en Libertad Digital, “Creer o no creer”, al cual sentí la necesidad de adjuntar el siguiente comentario:

Creencias de varios tipos

Necesito distinguir “creencia”, tanto de “religión” como de “creencia en lo sobrenatural”.
Hay creencias de varios tipos, que comprometen la mente y el corazón de distinta manera.
Por ejemplo, hablamos de ateísmo, y yo soy ateo del Dios de los católicos, del de los judíos y del de los musulmanes, Dios, Jehová, Allah. Hay otros dioses, un “algo” que circula por el Universo haciendo de las suyas, en el cual (no quise poner “quien”) ni creo ni descreo, sino que me encojo de hombros, intrigado: soy agnóstico. En síntesis, como me gusta decir, soy ateo del “alguien” y agnóstico del “algo”.
Aún así, podría creer en fenómenos paranormales o sobrenaturales, pero eso es aún otra cosa.

Creer en valores

Para contestarle a Voltaire, a través de Goligorsky, se puede no tener religión y tener valores, y creer en ellos. Los que enumera Goligorsky: amor al prójimo, abnegación, compasión; son valores en los cuales “creemos”, y a pie juntillas. Incluso uno puede juzgar lo nocivo o lo beneficioso de una religión según cómo y cuánto promueve esos valores, sin entrar a juzgar sobre la veracidad o falsedad de las leyendas que la sustentan.

Creer en las leyendas

Llegamos a las leyendas: otro punto, y que tiene que ver también con las religiones que no se declaran como tales, que no son las menos peligrosas. La creencia en las leyendas, me refiero a la Biblia, el Corán, el Mahabharata, la Historia Patria, el martirio de los vascos bajo el yugo español, el destino emancipador del proletariado, etc. La creencia en las leyendas, digo, es piedra fundamental de las religiones declaradas (catolicismo, etc.) y de las no declaradas, es decir, los variados nacionalismos y socialismos que mueven a las multitudes alrededor nuestro.

Los relatos fundadores

Los relatos fundadores de las religiones son muchas veces apasionantes, fuentes de profunda sabiduría y escuela de vida, esto es, si uno los interpreta, si no los toma al pie de la letra. Se puede leer el Génesis con pasión y no afirmar que el mundo fue creado hace seis mil años. Creo en el Génesis como creo en Don Quijote. (Es por eso que no escribo “dios” con minúscula, como lo hacía Don José Batlle y Ordóñez; pienso que, como “Don Quijote”, como “Harry Potter”, “Dios” se escribe con mayúscula.)
A propósito, un gran escritor, es decir, un gran fabricante de relatos y leyendas, Vladimir Nabokov, se indignaba por cómo trataba Cervantes a Don Quijote. Él creía en Don Quijote, hablaba de él como de una persona, calumniada, maltratada por Cervantes. ¿Nos reímos, estaba equivocado?

El Mundo III de Karl Popper

No lo creo. Los personajes de la literatura, los protagonistas de los relatos, existen. Tienen un lugar en el mundo de las ideas y de los productos del pensamiento humano, son una realidad en el “Mundo III” de Karl Popper, que es tan real como los otros dos. El teorema de Pitágoras existe sin Pitágoras, sin mí, sin cada uno de los matemáticos que sabe demostrarlo. Don Quijote existe en ese mundo, anda sobre su Rocinante, flanqueado por su fiel escudero Sancho Panza, desfaziendo entuertos.
Yo creo en eso. ¿Es una creencia en lo sobrenatural? Quizás lo sea, en sentido estricto.